“Yo vi a los niños petrificados de miedo. Lloraban en silencio. Vi a los adultos llorar como niños. Tuve hambre y frío. A mí nadie me vino a buscar. Vi que algunos Kasperles se pintaron el pelo de amarillo y se pusieron uniformes verde oliva o marrón o rojo. Empezaron a decir unos discursos…”.

“Hubo Kasperles en el gueto haciendo funciones entre harapos para los niños. Yo esperé en mi cajita. Por las noches abrí una ventanita para espiar”.

Berlín, 1938. Kasperle vio todo desde una caja, tirado en el patio de una casa. Desde allí vio cómo los nazis se llevaban a los judíos antes del inicio de la guerra.

Kasperle es un títere muy famoso en Alemania: tiene el pelo anaranjado, ojos azules y nariz aguileña. Su origen proviene del siglo XIII. Pero los nazis le cortaron la nariz para que no se pareciera a un “títere judío”. Lo utilizaron como muñeco de adoctrinamiento durante la Segunda Guerra Mundial.

Su aspecto natural recobra vida en Remitente Kasperle, el reestreno de esta obra que tiene al popular títere alemán como protagonista todos los viernes de junio y julio en el Teatro La Fragua, (la ex casa de Antonio Berni) en avenida Rivadavia 4127, en Almagro.

Kasperle: los nazis le cortaron la nariz para que no se pareciera a un “títere judío”. Gentileza


Kasperle: los nazis le cortaron la nariz para que no se pareciera a un “títere judío”. Gentileza

En 2021, Viviana Rogozinski, su mentora, titiritera y docente del área de títeres, estrenó la obra. Tras varios años de investigación, cuenta la historia de su padre (Leo), un inmigrante judío alemán que llegó con su familia al país en 1938 cuando tenía 13 años, escapándose de la Guerra, y cómo los nazis utilizaron al títere como elemento de propaganda y adoctrinamiento.

La obra poetiza el horror de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). “Kasperle cuenta lo que vio allá: vio es que los Kasperle cambiaron de vestuario a uniforme y de dramaturgia a discursos de adoctrinamiento. También vio que había hambre y que se llevaban a vecinos que no tenían nada que ver, como el bibliotecario”, explica Rogozinski.

La directora define a su Kasperle como un “títere irreverente”. No es ni de guante ni marioneta. “Es un Kasperle porteño”.

Un ropero con mucha historia

De chica, siempre le llamó la atención qué había en el armario de su padre Leo, alias Léibele. “Mi papá es de los que no pudieron hablar, de los que guardó en el ropero muchas cosas que no nos mostró a las hijas ni a su esposa ni a nadie. Cuando mi papá partió ahí me animé a abrirlo”, revela su hija.

Cada objeto es una herida: encontró un boletín del colegio, sus juguetes, la valija de la escuela y el pasaporte. El Kasperle y otros juguetes quedaron en Berlín.

Viviana quiso donarlos al Museo del Holocausto pero su familia se opuso. “Sentí una responsabilidad sobre esos objetos que para mí no tenían condición de seguir quedando guardados. Como titiritera que soy, tengo una relación particular con los objetos y me puse a estudiar teatro documental de objetos”.

En 2021, Viviana Rogozinski, mentora y titiritera de Kasperle. Gentileza


En 2021, Viviana Rogozinski, mentora y titiritera de Kasperle. Gentileza

¿Quién es Kasperle?

Es un títere muy popular en Europa del Este, principalmente en Alemania, Austria, Bélgica y Suiza. “Es como si fuera Pinocho, un títere folclórico, prototipo y amado ancestralmente. Viene del siglo XIII pero se sabe quién fue su creador. No hay alemán que no conozca a Kasperle”, afirma Rogozinski.

Lo conoció por una amiga –también titiritera- que estaba en Polonia: le mandó una postal del títere y le sugirió viajar a Europa. Así, comenzó su investigación.

“Cuando le preguntaba a mi papá sobre Alemania, él siempre lo mismo: ‘Yo tenía mi títere, mi teatrito de madera’. Siempre me pregunto si soy titiritera por aquel títere que mi papá perdió y yo vengo a rescatar, o si mi papá se acordaba de sus títeres entre otras cosas, porque yo soy titiritera”, indaga.

En su búsqueda personal, Rogozinski quedó asombrada con No fue un juego, una muestra sobre fútbol y nazismo en la Segunda Guerra, y conoció a Leo Albajari, su creador. Ése fue el impulso para investigar el origen del títere Kasperle y poner en marcha su espectáculo.

Un día estaba en La Nube, una biblioteca de títeres infantil, y descubrió que dos renglones de un libro contaban que Kasperle fue utilizado por Hitler como elemento de adoctrinamiento nazi.

Rogozinski: “Siempre me pregunto si soy titiritera por aquel títere que mi papá perdió y yo vengo a rescatar".


Rogozinski: “Siempre me pregunto si soy titiritera por aquel títere que mi papá perdió y yo vengo a rescatar».

“Fue lo único que encontré. Sabía que fueron utilizados para adoctrinar -incluso en España- pero no sabía la dimensión y profundidad que tuvo ese adoctrinamiento a través del teatro de títeres”, revela Rogozinski.

Alina Niborski, su otra amiga, se encontraba viviendo en Alemania. Como titiritera y descendiente de polacos, se interesó en la búsqueda de Viviana y se fue al Museo de Títeres en Berlín. “En el mostrador encontró dos libros llamados Los títeres en el frente de Guerra. Eran los últimos; los compró y me los trajo cuando regresó a la Argentina”, recuerda Rogozinski.

“El libro es re gordo, está escrito en alemán y cuenta todo: muchos autores enfocan el tema desde diferentes puntos de vista pero se hacen cargo de tomar este tema: cómo los títeres fueron utilizados y luego escondidos”.

Sobre el títere, revela su principal característica: Kasperle es muy narigón. “Tiene una nariz de judío impresionante. Digo judío en el prototipo para los nazis cómo identificar un judío que tiene esas narices o por el color de piel o el cabellito anaranjado”.

“¿Qué pasa con un Kasperle narigón que es igual a un judío? ¿Qué hacemos? Le cortamos la nariz. Hitler decidió romper ese folclore haciéndole una cirugía estética a Kasperle, transformándose en un títere de naricita arianizada”.

Según su investigación, “no se trata de la mutación de un títere judío a uno nazi. Kasperle pertenece a una familia de títeres: en Inglaterra se llama Punch, también es narigón y tiene una joroba. En Turquía se llama Karagöz, en Rusia Petrushka (o Petrouchka) y en República Checa se lo conoce como Kaspárek».

¿Cómo es la obra?

Remitente Kasperle muestra a una empleada de un correo (Viviana Rogozinski) cuya indumentaria también simula a la de una operaria o prisionera en un campo de concentración, quien recibe un paquete que contiene al títere Kasperle y una carta fechada en 1938, un año antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

La mujer intenta abrir el paquete pero las imágenes de su padre le vienen a la mente. De hecho, la encomienda está dirigida a su padre.

“Ahí ya empieza en ella un clic que la lleva a mi papá: Berlín, 1938, mi papá, mi abuelo escapándose. Relato todo el recorrido con objetos: cómo mi papá se escapó y cómo llegaron a Buenos Aires. Es la historia de mi papá a través de los objetos”, revela Rogozinki.

Un papamoscas, una máquina de Flit (el popular insecticida), una percha y cartas ficticias adquieren vida propia. Son objetos de Leo Rogozinski. “Con todo el respeto, abrí el ropero de papá y lo muestro al público. Es el pequeño museo Léibele”, reconoce su hija entre lágrimas, al narrar la historia de su padre.

Kasperle es un sobreviviente que llega 80 años después; estuvo ocho décadas metido en una caja, como si fuera el guardián de la memoria de la historia de su abuelo, de su padre y de Vivi Rogozinski, autora de la obra.

El espectáculo dura 70 minutos y está dirigido por Claudia Quiroga. Kasperle toma la voz y frases de Lea Zajac Novera (familiar de Rogozinski y sobreviviente en Auschwitz). Hay de la periodista y escritora de literatura infantil alemana Josephine Siebe, autora de la saga Las aventuras de Kasperle, del director polaco Tadeusz Kantor con su Manifiesto de embalajes, y frases típicas de Leo, el papá de Viviana.

Remitente Kasperle es para todo público, desde los 8 años. “Los títeres y los niños son hermanos de sangre. Ellos ven otra cosa, ya que es un trabajo con muchos objetos poetizados”.

En la obra hay humor más allá del horror de la guerra. “Me parece que el contrapunto entre una situación dolorosa, el humor viene a rescatarnos al igual que la poética. Si no tuviera humor no podría sostenerlo y el público se iría de la sala”.

Ficha

Remitente Kasperle
Dónde: Teatro La Fragua, avenida Rivadavia 4127.
Cuándo: viernes 30 de junio; 7, 14, 21 y 28 de julio, a las 21.30.
Entrada: $2000. Con Clarín 365, 2x$2000.

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