Una vez más, el diseñador Martín Churba extiende la trama. Lo hace en un ida y vuelta entre Oriente y Occidente, al fusionar los emblemas vestimentarios de Japón y Argentina, el kimono y el poncho, respectivamente.
Las 13 piezas presentadas recientemente en la Embajada de Argentina en Japón –con motivo de la celebración por los 125 años de amistad, comercio y cooperación entre ambas naciones– combinan las técnicas tradicionales que conllevan dichos atuendos, además de las nuevas maneras de hacer propuestas por el diseñador.
Churba plantea un diálogo entre el kimono típico de la cultura nipona –en tanto indumento ceremonial compuesto por capas que se superponen, con apertura frontal y accesorios para ceñir desde la espalda hacia el frente– con la tipología del poncho, conformada por una pieza textil caracterizada por tener una sola abertura y, por ende, un único modo de uso.
Cómo lo hizo
¿Cómo llevó a cabo la hibridación? Primero, armó una alianza creativa con la diseñadora Carla Bonifacio, a quien conoció hace más de 25 años en los inicios de sus carreras.
Juntos aunaron ideas en el laboratorio de Tramando, la legendaria marca fundada por Churba, para indagar en las posibilidades de estampación y ensayar, además, con hojas botánicas, ya sea al considerarlas como un posible patrón y al mismo tiempo, como un medio de impresión. Buscaron cómo plasmar el arte propio de la naturaleza en una superficie textil, aunque no perdieron de vista el interés natural por el trazo humano.
“Preguntándome de qué manera podría combinar estas técnicas en un mismo trabajo, pensé en crear un híbrido entre un kimono y un poncho que genere una pieza untuosa y simple a la vez”, explica Churba a Clarín Cultura desde Tokio, adonde viajó para la presentación. “¿Cómo unir dos culturas, dos estilos o dos antagonismos?”, profundizó el diseñador. “Esa posibilidad de que ‘sea ‘ o ‘no sea’ fue la clave”, reconoce.
Las piezas –que también tuvieron a Carolina Peleritti, artista y musa frecuente del creador, como figura inspiradora– llegado el momento de exhibirlas fueron montadas en un pedestal en los salones de la Embajada de Argentina en Japón como para reconfirmar el rango de estandarte.
Así, de un lado, en uno de los extremos, se puede advertir el arquetipo del kimono y, justamente, del otro lado, como si fuera el reflejo que da un espejo, aparece la forma propia del poncho.
“El resultado fue una serie amplia –detalla Churba– que va desde los kimonos pesados de boucle de lana y los ponchos livianos de lino, pasando por los textiles tradicionales como la seda o el algodón”, precisa.
Vale recordar que esta experimentación se da en sintonía con la metamorfosis que el diseñador viene llevando a cabo desde el 2015, cuando asimiló que era tiempo de cambio. Decidió «desemprender» y buscar nuevos horizontes para destinar su saber hacer al arte textil y comenzar a darse a conocer como autor en otras latitudes.
A su vez, este proyecto adquiere aún más relevancia al ser uno de los casos donde la vestimenta trasciende su función de cubrir, proteger, incluso de adornar a las personas. Las prendas devienen en significantes que atraviesan límites, achican distancias y no necesitan nota al pie.
Así de simple, al ver un kimono es inevitable pensar en Japón, algo parecido sucede con el poncho asociado a la Argentina y, en un sentido más amplio, a toda la región sudamericana. En ese contexto, ahora, la pregunta ineludible que surge es: ¿qué representará esta fusión vestimentaria?
Eso sumado a que, además de ser indumentos rituales tanto para los argentinos como para los japoneses, se trata de atuendos que van más allá de las fronteras no solo físicas sino también simbólicas. Y como existen usuarios que –tendencia mediante– adoptaron el poncho en otros países, lo mismo sucede con el kimono por fuera de Oriente.
En contraste, hay que mencionar el valor de los conocimientos artesanales ancestrales que está cristalizado en estos trabajos únicos, atemporales y durables en el tiempo. Siendo esto último aquello que permite inscribirlos en el paradigma de la sustentabilidad, algo esencial para la fabricación de la vestimenta de esta era.
También pueden ser leídos en el marco del interés afectivo, como otro signo de época, que los portadores pueden tener con las piezas a partir de las remisiones históricas, familiares y personales que surgen del uso o de la mera contemplación de la ropa, lo mismo los relatos venideros que les puedan ofrecer los nuevos diseños.
La relación de Churba con Japón se remonta a principios de este siglo cuando comenzó a exportar los diseños de su firma caracterizados por la exploración textil.
Vínculo que ahora va más allá del carácter comercial y se expande en experiencias culturales como la de los kimono-ponchos, lo mismo el workshop que realizó –junto a su pareja, el arquitecto Mauro Bernardini, y su hijo Alexis– en una escuela japonesa con la idea superadora de resignificar desechos antes de que se vuelvan basura.
PC