“La lengua en la que nos pronunciamos solo existe mientras hablamos, dice Kertész. Cuando callamos, calla también la lengua”. La cita, completa, es de la novela Vos (Emecé), el último libro de Natalia Zito. “¿Qué tenés sobre enfermos terminales?”, le había preguntado al librero la protagonista, una mujer cercana a los 40 años que, junto a su madre y hermanos, despide lentamente a su padre, enfermo de leucemia. El título que le señala el librero es La última posada, del escritor húngaro Imre Kertész, sobreviviente de los campos de concentración durante el Holocausto y ganador del Premio Nobel de Literatura en 2002.
Algunas de las reflexiones de este autor se intercalan con las de la narradora de Vos, novela escrita en segunda persona, que cuenta la historia de una familia argentina de clase media de origen inmigrante. “A Kertész lo encontré cuando mi papá se estaba por morir, mientras escribía el diario”, dice Zito en charla con Clarín Cultura, en referencia al registro escrito que llevaba durante los últimos meses de vida de su padre, sabiendo que “muy probablemente” ese material se convertiría en una futura novela.
La autora cuenta que escribió aquel diario “de una manera completamente catártica”, porque en aquel momento “estaba tan mal que no podía ni pensar”, y que “solo podía leer a Kertész”.
“En una escena similar a la que describo en el libro, fui una vez a una librería y pregunté qué había sobre enfermos terminales”, cuenta Zito, psicoanalista como la narradora.
“Leí a Kertész durante la última etapa de la vida de mi papá. A (Ricardo) Piglia y (Alberto) Laiseca, a quienes también menciono, los leí por esa misma época, en el momento de escribir. Después los retomé pero esa lectura en particular sucedió en ese tiempo, eran mis lecturas del momento”.
Así fue como decidió incluir pasajes de aquel libro, al que consideró como “una tabla de salvación” y que su autor escribió ya gravemente enfermo, y al que se suele hacer referencia como una crónica de la “antesala de la muerte” de Kertész. La última parte de Vos es, entonces, en alguna medida, también un diálogo con La última posada.
“De a poco se me vuelve cada vez más difícil pensar en las lecturas por un lado y la vida por otro”, considera Zito. “O sea: cada vez es más todo lo mismo. Entonces se me presentaba naturalmente así. Me parecía interesante –el libro también habla sobre duelo– mostrar de dónde se agarra la gente cuando está por perder. Pienso que los libros son un lugar de donde agarrarse. No encontré ninguna razón para dejarlo afuera, todo lo contrario. Me parecía algo que multiplicaba el espesor de las escenas; por un lado estaba lo que iba ocurriendo y, por otro, lo que ella leía y lo que pensaba sobre lo que leía”.
En un momento de la escritura descubrió que Kertész “era casi como un personaje más, una especie de padre que ella se construye para soportar este padre real que se le está yendo” y, a la vez, que este autor era “un interlocutor para ella mucho más interesante, que le dice cosas que el padre jamás le hubiese dicho; es como que ella se construye una prótesis, en la medida en que puede estar con el libro entonces puede soportar que el padre se vaya”.
El castor
–¿Tiene que ver el castor, la figura que en la novela “contiene” el padre, con esta dificultad que ella encuentra a la hora de dialogar con él?
–La aparición del castor fue un recurso literario a través del cual yo sentí que podía transmitir esa parte del padre que para ella era completamente ajena. Una de mis amigas, que fue de las primeras lectoras del libro, es psicoanalista, también escribe, y fue a través suyo que yo me di cuenta lo que había hecho.
Me dijo: “El castor es el idioma irreductible del padre, es esa parte del padre a la que ella no va a acceder nunca”. Incluso cuando yo escribía sobre el idioma, en mi cabeza estaban el italiano y el español; después, por la vía de la lectura, me di cuenta de que el idioma no es en sí el italiano sino el idioma del padre, esa parte del padre que para ella es inaccesible.
Lo es y lo será, a pesar de que ella tiene durante el último tiempo la ilusión de que puede pescar algo más, y de que finalmente el padre se va, y se va con su idioma. El castor se va también, es el idioma del padre al que ella no consigue tener acceso.
–¿Finalmente no lo consigue pero lo intenta?
–Me atrevería a decir que quizás la novela entera sea eso, la ilusión de ella de aprender el idioma del padre y no conseguirlo, porque es un imposible. Es duro.
Es duro porque además hay muchas cosas que son autobiográficas y otras muchas que no, pero esta desesperación por no haber hablado con el padre en su propio idioma yo la viví así, cuando increíblemente me di cuenta de que mi papá iba a morir yo quizás ya había cumplido cuarenta, no sé, y cuando me di cuenta de que nunca había hablado con mi papá en italiano, porque no hablo italiano, sentí eso, desesperación. Dije: ‘¿cómo puede ser que en todos estos años nunca me di cuenta de eso? Es duro, sigue siendo duro para mí.
–¿Cómo fue la decisión de usar la segunda persona en la novela?
–Apareció naturalmente en el diario que escribí. Para mí la forma de la novela es el inicio del diálogo entre esta hija y este padre que no se había dado hasta entonces.
Tampoco se da, salvo en algunas oportunidades, sobre todo en una mini conversación que se produce final. Es un largo diálogo con el padre que ella inicia, en la medida en que ella sabe que él se va a morir. Pero es un diálogo sordo, no le está hablando a él, que no la escucha.
Maternidades
“Hasta ahora nadie me habló ni me preguntó del asunto de los hermanos”, dice Zito, en referencia a que uno de los dos hermanos está vinculado a un tema de abuso pero no es el único hermano ni lo único que sucede entre ellos.
“Hay un abuso ahí en el medio y eso es, sí, como lo más visible. Pero para mí la trama de esos hermanos, el lugar de esta protagonista, la forma en la que ella crece porque tiene esos hermanos y porque tiene ese lugar en la familia son determinantes para ella. También hasta qué punto los padres son conscientes de que el rol de los padres es clave. Uno puede hacerse el tonto y elegir no ver y decir ‘bueno, que se arreglen entre ellos’, o asumir que a veces hay que intervenir, también hay que enseñar cuál es el lugar de hermanos, que es lo que la madre de ella no hace”.
–En tiempos en los que estos temas –como el abuso- están candentes, ¿elegiste, además, mostrar las complejidades de los vínculos?
–Es lo que más me interesa, hasta ahora lo que he escrito siempre tiene que ver con eso. Es curioso, porque cuando me dicen ‘otra vez te metés con la maternidad’, es cierto, pero en general me hablan de la maternidad de la narradora embarazada.
Eso es lo más evidente, como la puerta de entrada a la novela. Pero la maternidad está puesta en conflicto de la madre hacia ella, de ella hacia sus hijos, de la madre hacia los otros hijos…o eso intenté, al menos.
Bibliotecas en hospitales
–¿En qué consiste tu propuesta de incluir bibliotecas en clínicas y hospitales?
–Yo siempre que estoy en situaciones con médicos, charlas o lo que sea me ocupo de meterles esa idea en la cabeza, de que deberíamos tener bibliotecas en los servicios. Incluso bibliotecas temáticas, a mí no me da prurito pensar que la literatura puede ser útil.
No digo que hay que escribir para eso. Pero si nos ponemos a leer el panorama de literatura nacional, por ejemplo, vamos a encontrar libros sobre la muerte del padre o la muerte de la madre. Leer sobre eso puede resultar algo aliviador. Y también, por qué no, leer Moby Dick. Títulos que nada que ver con eso.
–Ahora también podría estar el tuyo. ¿Cómo te resulta esta idea?
–Hay ahí algo mío como autora, como persona que escribe. Mi propio diálogo, después de haber escrito el libro y ahora que se publicó, también es con el libro.
Como hay un punto en el que yo usé recuerdos de mi papá y de mi historia, ahora lo que me ocurre es que hay muchos recuerdos que no sé si son reales o no, porque hay muchas cosas en la novela que son ficción, entonces no sé si dialogo tanto con mi papá o con el padre que construí para este libro. Mi propio diálogo también es con el libro, es una cosa absolutamente loca.
–¿No tan loca, quizás?
–Supongo que no enloquezco porque tengo la posibilidad de hacer esto.
Zito Básico
- Nació en Buenos Aires en 1977. Es escritora y psicoanalista. Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires, es autora de Agua del mismo caño (cuentos, 2014, adaptada para teatro como El momento desnudo en 2019), Rara (novela, Emecé, 2019), Veintisiete noches (ficción basada en hechos reales, 2021) y Traidores, escribir ficción con material autobiográfico (ensayo, 2022).
- Cuentos y relatos suyos integran diversas antologías de la Argentina y del exterior. Escribe la columna “Mi surrealismo personal” para la revista Intervalo de la librería Escaramuza (Uruguay).
- Ha publicado en diversos medios y sitios de contenidos culturales como JotDown (España), Clarín, Infobae y Anfibia, así como en revistas y medios especializados en psicoanálisis. Es docente en la escuela EntrePalabras y coordina el taller de lectura y escritura “Escribir con otros”.
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