Al cabo de un año y medio de rumores, una gira de prensa relámpago y críticas preliminares muy elogiosas, la película Barbie, de Greta Gerwig, llegó por fin a los cines de los EE.UU. y batió récords de taquilla con un debut de 162 millones de dólares, el mayor del año. Algo similar sucedió en la Argentina, cuando en la semana de estreno la vieron más de 1.600.000 personas.
En los Estados Unidos fue el fin de semana de estreno más taquillero de la historia para un filme dirigido por una mujer, y aunque Greta Gerwig tenía grandes esperanzas puestas en Barbie, no acaba de creer lo bien que se ha enganchado el público con su particular visión de la muñeca de la multinacional Mattel.
«Quise hacer algo anárquico y loco, divertido y catártico», dice desde el teléfono una Gerwig boquiabierta, «y la idea de que tenga este recibimiento es algo extraordinario».
Pocas de las producciones super taquilleras de la actualidad tienen tanto contenido como Barbie; en realidad, tomando prestada una frase de la película anterior de Gerwig Ni idea (Clueless), es «por lejos existencial».
Bajo su exterior bañado en caramelo, Barbie aborda con aplomo temas como el sexismo y la autodeterminación, sin olvidarse nunca de proveerles a sus estrellas protagónicas Margot Robbie (como Barbie) y Ryan Gosling (como Ken) chistes sorprendentemente ingeniosos, algunos de los cuales rozan lo críptico.
Gerwig se alegra de haberse salido con la suya. «Creo que fue una onda particular en el universo la que permitió que sucediera esto», dice desde la casa en Nueva York, donde Harold, su hijo de 4 años con Noah Baumbach, coguionista al igual que ella en Barbie, interrumpió la llamada para cerrar definitivamente el ciclo de prensa de Gerwig.
«Harold me hizo una torta rosa con una letra B y me dijo: ‘Así nos despedimos de Barbie’«, contó Greta entre risas. «Yo pensé: ‘Chau, fuiste'».
Atención: spoilers de «Barbie»
-Acabás de pasar uno de los fines de semana más importantes de tu vida. ¿Cómo te sentís?
-Muy agradecida. Estoy asombradísima. No tengo palabras, de veras. Estuve en Nueva York y me pasé el jueves y el viernes chequeando puntualmente diferentes cines, escuchando los niveles de sonido, asegurándome de que la imagen se viera bien e intentando ceder el control, cosa que es difícil.
Pero, sinceramente, fue increíble pasear y ver a la gente de rosa. Nunca en mis sueños más descabellados imaginé algo así.
-¿Qué cosas concretas te ayudaron a comprender hasta qué punto hacía eco la película?
-Creo que parte de la razón por la que me obsesioné tanto con los niveles del audio fue que eso era algo en lo que me podía concentrar. Pero sobre todo fue encontrarme en la calle con gente entusiasmada, feliz y eufórica, porque una gran parte de esta película ha sido un intento de crear algo que la gente quisiera vivir y sentir junta. De modo que lo que cuenta son las pequeñas cosas.
Mi productor, David Heyman, me reenvió un mail de alguien que vive en un pueblito escocés donde hay un cine que venía pasando momentos difíciles, pero para Barbie se agotaron las entradas durante todo el fin de semana. El hombre decía: «¡Está apareciendo todo el pueblo!».
Y mi hermano, los hijos y la mujer fueron a verla todos a Sacramento, en California, mandaron una foto y después mandaron un mensaje diciendo que el hijo mayor volvía al día siguiente con sus amigos. Estos chicos de 15 o 16 años de Sacramento me envían mensajes diciendo «¡Estuvo genial! ¡Nos encantó la broma del Porsche!». Son ésas las cosas que me parecen increíbles. Nunca me había pasado algo así.
-Lo que siempre escucho decir a la gente de Hollywood es «No sé cómo Greta se ha salido con la suya». Cuando una película se estrena en cines con este nivel de presupuesto, cualquier cosa que sea muy personal o complicada suele quedar recortada por las indicaciones del estudio. ¿Cómo pudiste preservar tu sensibilidad a lo largo de todo el proceso?
-En un principio yo sólo iba a escribir el guion de la película, con Noah, pero después lo terminamos y eso que escribimos fue lo que me hizo querer dirigirla. Para mí estaba muy claro: si no querían hacer esa versión, a mí no me interesaba hacerla. Margot, como productora y protagonista, fue la primera persona que realmente se alineó a mi lado y dijo: «Quiero hacerla como propone Greta».
Y más adelante, cuando empezamos a sumar colaboradores y a reunir más reparto, de repente hubo un buen número de personas entusiasmadas por hacer algo que era tan, perdón por la expresión, fuera de lo común.
Una parte mía piensa que, al ser todo tan idiosincrático y alocado, casi nadie sabía por dónde empezar a desglosarlo. Era algo del tipo de «¿por dónde vas a empezar a entrarle a esto con lo raro que es?». Quizá porque había una sensación de pura alegría detrás del proyecto se hiciera difícil decir «Eh, no, no queremos eso, que es pura alegría». La gente quería que eso existiese, con todas sus rarezas.
– Incluso el incidente desencadenante de la película es bastante atrevido. Trato de imaginarme cómo habrán reaccionado los ejecutivos del estudio de producción cuando les contaste «Bueno, las cosas arrancan en realidad cuando Barbie empieza a tener pensamientos irreprimibles sobre la muerte».
– ¡Cierto! Teníamos idea de que la película empezara como un remolino y ese asunto se convierte en algo con lo que ella casi rompe la película. ¿Y qué se hace después de romper la película? El personaje, Barbie, intenta que la película siga su curso normal, pero no hay forma de lograrlo.
Pero en efecto, no sé de nadie que supiera totalmente cuál iba a ser el tono hasta que la película estuvo terminada. Quiero decir, dentro del grupo de personas que estábamos a fondo haciéndola lo sabíamos, pero para todos los demás era verdaderamente un acto de fe.
La primera vez que la proyecté para un público determinado, esa frase -«¿Alguna vez piensan en morir ustedes?»- provocó una gran carcajada, y todos los que habían estado conteniendo la respiración durante un año y medio finalmente exhalaron. El modo en que se interpretó fue algo que siempre pude casi oír en mi cabeza y ver en mi mente, pero fuera del grupo que estaba, fue un poco angustioso.
Los ejecutivos de Mattel, en el set
– Hubo comentarios de que al set de filmación en Londres habían volado ejecutivos de Mattel para intentar convencerte de que eliminaras la escena en la que Sasha (Ariana Greenblatt), un personaje adolescente de la vida real, dice que las muñecas Barbie son sexistas y fascistas. ¿Es cierto?
– Te diré que eso siempre ha sonado muy dramático: iban a venir de todas formas, así que no fue tipo «¡Paren la máquina, tenemos que ir todos a Londres!». Pero con esa escena en particular, mi conocimiento de Barbie como una cosa del mundo se correspondía completamente con mi conocimiento de los argumentos en contra de Barbie.
Entendí que no había forma de hacerla sin reflejar ese estado real y proporcionarle argumentos bien articulados y correctos, de un personaje realmente inteligente, a Barbie contra Barbie. Además, yo crecí con una mamá que en cierta medida estaba en contra de Barbie, así que sabía todo eso. Si no le das voz a eso, no llegás a ninguna parte.
– Esa escena le da pie a uno de mis chistes inesperados preferidos, cuando Barbie protesta diciendo que ella no puede ser fascista porque no controla los ferrocarriles ni el flujo del comercio.
– Hubo varios chistes con los que pensé «¡Esto puede ser para tres o siete personas, pero lo voy a dejar para ellas!» Aquí hay otra cosa que se me va a quedar grabada: cuando estaba haciendo esos controles técnicos en diferentes proyecciones de este fin de semana, apareció otro chiste como ése: «¿Te acordás de la Barbie Proust? No se vendió muy bien».
Y hubo como dos personas en esta proyección que se murieron de risa con aquello. Yo pensé «¡Sí! Era para ustedes, y lo pescaron. Estoy contentísima de haber estado aquí para ver esa obra en libertad».
– Cuando la gente pregunta si Barbie es para público infantil o para personas grandes, esas frases me hacen acordar de que cuando era joven, si no entendía un chiste del que se reían mis padres, me daba mucha curiosidad.
– Nunca he tenido muy clara la diferencia entre lo que está hecho para adultos y lo que está hecho para niños. Tuve unos padres que, por suerte, me llevaron a ver y me enseñaron muchas cosas, y a veces incluso sentí un doble placer ante cosas que me sobrepasaban porque me parecían una ventana a un mundo cuyas partes yo estaba empezando a armar.
Siempre me gustó esa sensación, así que pensé que no era un impedimento para que un público más joven la disfrutara.
– Una de las escenas que más reacciones suscita en el público es el monólogo de América Ferrera sobre la cuerda floja que tienen que transitar las mujeres en esta sociedad. ¿Qué esperabas de ese momento?
– Siempre tuve la esperanza de que América hiciera ese papel y me siento muy afortunada de que dijera que sí. A lo largo de mucho tiempo, preparándolo, lo fuimos bordando con la especificidad propia de ella y hablamos de sus experiencias y de su propia vida, y a las tres tomas yo ya estaba llorando.
Entonces miré a mi alrededor, y estaba llorando todo el mundo, incluso los hombres. De repente pensé que esa cuerda floja que explica América es algo presente para las mujeres de la forma en que lo describe ella, pero también está presente para todo el mundo.
Todo el mundo tiene miedo a dar un paso en falso y que todo se venga abajo, pero en el momento de hacer el monólogo, ella le da permiso a la gente para salirse de la cuerda floja. Creo que hasta entonces no me había dado cuenta de que ese momento era para eso. Como actriz, colaboradora y artista, América tenía en ella una pieza del rompecabezas que me lo explicaría.
La Barbie progre
– ¿Previste hasta qué punto los comentaristas de derecha criticarían la película como lo están haciendo por considerarla «progre» y quemar sus Barbies?
– No, no lo preví. Desde luego, hay mucha pasión. Mi esperanza en cuanto a la película es que sea una invitación para que todo el mundo participe en la fiesta y se desprenda de las cosas que no nos sirven ni a las mujeres ni a los hombres. Espero que en medio de toda esa pasión, si la ven o se implican en ella, les dé algo del alivio que les dio a otras personas.
– ¿Cuándo supiste que habías resuelto la escena final de la película, en la que la Barbie, ya humana, se dirige a una recepcionista del mundo real y le anuncia que está allí para ver a su ginecólogo?
– No lo tuve muy claro hasta que estuve en los ensayos y la leímos con Margot. Yo tenía una idea de lo que quería que fuera, pero después ella interpretó la escena y hubo algo increíblemente ganador, cómico y empático en la forma en que dijo esa última línea de texto. Yo sentí «¡Es eso!» Resultó absolutamente sincera y tonta al mismo tiempo.
– En tu opinión, ¿la película es el comienzo de una franquicia o creés que Barbie es una historia completa con un final definitivo?
– Por el momento es todo lo que tengo. Al final de cada película me siento así, como si nunca fuese a tener otra idea y que todo lo que quise hacer, lo hice. No me gustaría destrozarle el sueño a nadie, pero para mí, en este momento, estoy totalmente en cero.
Fuente: The New York Times
Traducción: Román García Azcárate
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