La estrella de «Barbie» representa lo inapelable, lo indiscutible. La opinión de la mayoría no es la verdad, pero se le parece bastante.
La Barbie real existe. Es espeluznante comprenderlo con tanta elocuencia. Sabemos que Hollywood siempre encuentra arquetipos, pero haber logrado una Margot Robbie puede leerse como uno de esos mensajes satánicos que adivinamos en algunas canciones.
Mentira que la “belleza hegemónica” cambia a lo largo de la historia y varía dependiendo las distintas culturas. La belleza hegemónica es un mito en estado de ebullición constante. No hay demasiadas alternativas, y mucho menos cuando se trata de Margot Robbie, una lindura al estilo patriarcal metida en la lógica de consumo que propone la industria del entretenimiento.
Que ella sea Barbie, que haya una Barbie de carne y hueso, más que una constatación de lo perfecto, es un arma de provocación masiva.
Idolatrarla al margen de sus atributos físicos es solo para un Ravi Shankar. Lamentable, pero allí donde ella esté presente habrá cualquier cosa menos innovación.
No importa lo que se haya querido decir con esta película y sus presuntos significados indirectos. Tampoco, interesan (tanto) las sesudas interpretaciones que genera un producto de alcance global planeado para todo público: si Margot hace de Barbie no solo se da por terminada cualquier discusión acerca de la «diversidad», sino que se cristaliza la última cordura de una época en la que la locura es un bien de consumo.
Guiño sarcástico
La actriz reivindica a la muñeca de cintura de avispa y pechos a lo Wonder Woman. Un guiño sarcástico, y de envergadura planetaria, que no debe favorecer mucho el discurso de la emancipación de las mujeres.
Además, ella no salió de un casting entre distintas Miss América organizado especialmente para la película. La australiana viene siendo una de las actrices mejor pagas del mundo, según el último ranking de Forbes. Ciertos espíritus culposos no dudan en añadirle una indudable cuota de talento a su belleza de origen. Los más escépticos, en cambio, ven intrigas: ¿un milagro de encanto y, encima, de capacidad interpretativa?
En Había una vez… en Hollywood, Quentin Tarantino hace un chiste interno con la belleza de Margot. El genial director fue el único que vio a Sharon Tate (Robbie) como una zonza y no como la musa inspiradora de Roman Polanski.
Tate era la rubia tarada. La mina linda de un director de moda. Actuando, queda como el fiel reflejo de un típico personaje de Olmedo y Porcel. Tan intrascendente le pareció que, en su acostumbrada justicia fílmica, Tarantino decide dejarla viva tras la masacre de Charles Manson y sus acólitos.
Ahora queda cool que los “intelectuales” y la gente biempensante vea Barbie craneando teorías acerca de la muñeca que simbolizó la perfección parasitaria de la mujer bonita.
La belleza es algo serio. Es algo capaz de lograr perplejidad. No cualquiera impacta desde la forma. Hay belleza en seres humanos, en cuadros, en la música, en libros. Quizá la belleza represente una de las únicas verdades inapelables. En este caso, no hace falta atravesar estados de ánimo o saber de arte para entender los alcances de Margot Robbie.
La Barbie por antonomasia vive. Y la sola elección de la actriz hasta podría resultar algo retrógrado y reaccionario. Margot Robbie nació para hacernos saber que su sola existencia neutraliza cualquier intento de subjetividad.
Fuimos criados para celebrar la sociedad de consumo y la belleza hegemónica es uno de sus activos principales. Cuando ella aparece en escena, lo de la “diversidad” queda para que seamos educados y aprendamos a no discriminar.
Margot Robbie representa lo inapelable, lo indiscutible. La opinión de la mayoría no es la verdad, pero se le parece bastante. Si es así, ella sirve para que nunca perdamos el norte de nuestras ilusiones y deseos. Eso, sin dudas, es algo para temer.
Y lo es aunque el éxito del filme haya sido leído como un pink washing, ese lavado de cara “rosa” que tiene por objeto defender los derechos LGBTIQ+, donde se suben estrategias de marketing inclusivas, modernas y progresistas
POS