Dentro de un rato Diana Wechsler, la curadora argentina de Bienalsur, va a gritar: «¡Vamos, apúrense que nos llama dios!» Pero ahora estamos todos hipnotizados frente a una pantalla que muestra un tejido digital de noticias en tiempo real.
El artista español estadounidense Daniel Canogar (1964) crea con un software una trama de bandas de colores que llevan inscriptos los zócalos de cadenas de noticias -BBC, CNN, FoxNews, Bloomberg, Le Monde, Al Jazeera y otras-. La obra muta al ritmo fugaz de la circulación de información de modo incesante. Los textos pasan y pasan, crecen, se enredan, se sueltan, se achican, otros los desplazan y desaparecen. A veces, entre ellos, se forman agujeros negros. «Se trata de posibles fake news que salen al circuito, nadie retoma y se diluyen», explica Weschler.
El trabajo es parte de la serie Pixelwave, en la que lo textil es la metáfora de lo que teje y desteje la información en la sociedad y un homenaje a la tecnología “chatarra” que el artista suele rescatar y que, según explicó, incluye el telar de Jacquard de principios del siglo XIX, considerado como antecesor de la primera computadora.
«El domingo me quedé unos 10 minutos mirando la obra -cuenta Wechsler-. Seguí uno de los hilos informativos. Primero leí que habían encontrado un cargamento de droga en París. Después, en otro, que habían detenido a un ciudadano peruano. Y más tarde que el detenido le había disparado a un guardia de aduana. Vi cómo se iba construyendo una noticia”.
No es casual Chyron (zócalos) Special Edition dé la bienvenida a Ficciones reales, una muestra fundamental de Bienalsur, con auspicio de Ñ, que se expone en el CCK. La obra fue, de hecho, un disparador de la movida.
“Partimos de la premisa de que la neutralidad es imposible. Siempre se interviene desde una posición. Así que la idea es no ofrecer narrativas cerradas, sino invitar al público a construir una propia”, dice Wechsler a Clarín Cultura, en el marco de una recorrida con artistas y especialistas.
“Nuestra propuesta es sumar voces a la ‘confusión general’, en el mejor sentido del término -agrega-. Darle soberanía al espectador en vez de reforzar el control del curador y la institución. Abrir sentidos. Este concepto está en Bienalsur en sí misma, por eso, aunque tienes tantas sedes -11 sólo en la Ciudad de Buenos Aires-, no proponemos tampoco recorridos. La idea es que cada cual construya su propia aventura”.
Tachones negros y memoria emotiva
El tema de la manipulación y el control de la información es el corazón de Primera persona plural (2017), una obra de Voluspa Jarpa (Chile,1971) en la que se exhiben, ondulantes, flotando, como fantasmas, copias de documentos desclasificados sobre dictaduras en América latina en EE.UU. También, portadas de diarios de ese país tras el golpe de Estado de Pinochet en 1973 que “lo presentan como logro de la política de Nixon”, el entonces presidente norteamericano, jaqueado por el Watergate, cuenta Jarpa.
“Una de las cosas que aprendí es que una operación de inteligencia es exitosa cuando no se puede reconstruir su narrativa en términos colectivos. En la obra, se ve en los documentos con tachones negros que muestran aquello a lo que no vamos a acceder. Los textos legibles, en cambio, son ya parte de la historia. Pero hay toda otra parte que no logra aparecer ni ser narrada”, agrega.
La prensa vuelve a ser protagonista en 1983 o el fin de los años de plomo, del tandilense Cristian Segura (1976). El trabajo ocupa toda una sala. El piso está tapizado por gigantografías de titulares de los diarios más importantes de Argentina -éste incluido- de días posteriores a la elección de Raúl Alfonsín. Se las puede pisar, recorrer, mientras se escuchan audios de radio y televisión. Hay, además, esculturas de papeles abollados de caramelos Sugus y Media Hora y de capuchones de Bic mordisqueados, también gigantes.
Como los textos de las tapas descontextualizados no se pueden terminar de comprender y Segura -quien dirigió el Museo de Bellas Artes de su ciudad natal a los 23 años- es un experto en recuperar historias, el trabajo parece sugerir un paseo la memoria emotiva, por aquello que nos marca cuando aún somos inocentes, supuestas hojas en blanco.
Antoni Muntadas (Barcelona, 1942) también abre puertas a nuevos sentidos al señalar con una proyección de diapositivas que desbordan un aparato de televisión de la década de 1980 que la realidad excede lo que pasa por los medios.
Contra la censura
En la misma sala que la ocupa la obra de Jarpa, se exponen otras piezas que también hacen visible lo supuestamente invisible -esa especie de educación sentimental que parece citar Segura- y liberan lo prohibido.
Están los registros del Partenón de libros que Marta Minujín creó con obras censuradas durante la última dictadura miliar argentina en la avenida 9 de Julio en 1983. Un trabajo pionero que replicó en la muestra documenta Kassel, en Alemania. La pieza, de la que el público pudo llevarse obras, es uno de los emblemas de la recuperación de la democracia y un símbolo de libertad, en clave de fiesta pop, sin violencia.
Minujín resumió «sin libros no hay democracia». En Ficciones reales se exhiben dos obras sobre bibliotecas. Una es la de la italiana Daniela Comani (Bologna, 1965), en la que pintó, con un efecto de profundidad falso, tapas de clásicos invirtiendo el género de sus protagonistas. La principita, Monsieur Bovary y Alicio en el país de las maravillas buscan visibilizar la violencia y la discriminación sexista.
La otra biblioteca integra el proyecto Libros en llamas de Adriana Bustos (Bahía Blanca, 1961) en el que recupera, pintando amorosamente con acuarela, tapas de libros quemados que exhibe junto con fotos que documentan sus hogueras. En este caso, se trata obras censuradas en la última dictadura militar argentina (entre ellas, Batman) pero la artista trabaja con textos prohibidos en distintas épocas en Occidente y una pieza de este conjunto integra la colección del Museo Reina Sofía de España.
Ring ring y risas en el infierno
Los viejos teléfonos negros dispuestos sobre tarimas rojas no paran de sonar. “Nos llama dios, atiendan”, dice Wechsler. En la propuesta Error de Dios (2014-2023) del Grupo Etcétera -que pregona el error como filosofía de vida y ofrece instrucciones para aplicarla-, escuchamos cómo León Ferrari habla con dios y cómo dios llama al magnate Elon Musk(dueño de Twitter y uno de los grandes empresarios de la inteligencia artificial). Lo llama, literal.
La obra parte de Palabras ajenas, una instalación performática que Ferrari creó entre 1965 y 1967 y publicó en forma de libro, en la que cruzaba a Adolf Hitler, el Papa Pablo VI y noticias, entre otras fuentes (y que fue recreada en la edición 2021 de Bienalsur) en una conversación imaginaria. Y la obra se relaciona además con el pedido de abolición del purgatorio y del infierno que Ferrari mandó al Vaticano.
«Atiendan» también a los dos collages basados reversiones de detalles de pinturas de El Bosco. Uno de sus monstruitos del siglo XVI junto a agentes bursátiles. Una modo de “actualizar el horror”, dice Wechsler. Y otra demostración de cómo se ríe en el infierno.
Este trabajo tiene un pariente clave, de estética documental, militante: el video sobre Tucumán Arde, sobre la movida que en 1968, durante la dictadura de Onganía, denunció la explotación y la miseria en los ingenios azucareros de esa provincia (trabajo con el que colaboró Ferrari).
Farocki y la poesía
En la última sala de la exposición -que abarca los pasillos-, la invitación a experimentar cómo se construye el mundo en términos narrativos -con textos, imágenes, espacios y sonidos- reúne faros.
Por ejemplo, Interfaz, un filme de Harun Farocki (1944-2014), autor de Desconfiemos de las imágenes, en el que indaga una vez más en la relación entre la imagen y la palabra, los efectos y las marcas de la edición y los cambios asociados con las nuevas tecnologías.
La máquina de escribir en la pantalla evoca obras suyas feroces, como Fuego inextinguible, el corto que filmó en tiempos del Mayo Francés y la Guerra de Vietnam, en el que se preguntaba «cómo hacer una película sobre el napalm» y advertía: «Cuando le mostremos fotografías de las víctimas del napalm, usted cerrará sus ojos. Cerrará los ojos a las fotografías. Después cerrará los ojos a la memoria. Y después cerrará los ojos a los hechos”. O Respiro (2007), una obra hecha con imágenes mudas de un fotógrafo al quien los nazis obligaron a filmar propaganda, en la que Farocki mostró metalúrgicos e hilanderas, una especie de fábrica que era en realidad un campo de prisioneros judíos.
Liliana Porter (Buenos Aires, 1941) pone la piel de gallina y llena los ojos de lágrimas con sus muñequitas de cerámica partidas y Fabio Kacero (Buenos Aires, 1961) muestra un video en la City porteña en el que lo único que parece real son los monumentos.
El final de la expo es una joyita. Se trata de una obra de la Sociedad de Amigos y Benefactores de las Artes del pueblo de Cañada Rosquín, Santa Fe, preciosa. De lo documental brota poesía.
Con parte de un antiguo molino de viento, Diálogo con pumas y aguará guazú busca generar sonidos para atraer a esos grandes mamíferos a una reserva natural, donde suele estar instalada. Basta hacer girar las aspas para que la obra se transforme en una cajita musical para los animales.
Diálogo… recupera, además, la figura de un creador local, C. Brambilla, quien entre las décadas de 1950 y 1983, produjo obra pionera que conjuga arte, ciencia y naturaleza, según cuenta Jesu Antuña, integrante de la Sociedad. Entre otras obras, este grupo creó un Concierto para peces de río -en la frecuencia en la que escuchan los peces- y Conversación entre animales sobre la vida y la muerte, sobre la relocalización de animales conservados en taxidermia. «Se trata de aprender a vivir en comunidad más alla de los humanos«, resume Antuña.
Los trabajos de los españoles Jordi Colomer, Joan Fontcuberta, el grupo Declinación Magnética y Dora García -con una brevísima performance sobre la imposibilidad de comunicarse-, la peruana Daniela Ortiz – que expone un abecedario del racismo-, el mexicano Gabriel Garcilazo, el turco Ali Kazma y los argentinos Marie Orensanz, Eduardo Costa, Roberto Jacoby, Raúl Escari y Santiago Villanueva completan el panorama de la muestra.
En el texto de presentación, Wechsler apunta otra buena razón para visitarla: «Habitamos lo que Joan Fontcuberta llama ‘la furia de las imágenes’. Por esta razón, en la era de la googleización, hacer exposiciones se convierte en una necesidad, ya que son espacios donde observa una selección y pensar con ella y más allá».
Ficha: Ficciones reales se exhibe en el Centro Cultural Kichner (Sarmiento 151, piso 7), de miércoles a domingo de 14 a 20, hasta el 29 de octubre, con entrada gratuita.
JS