La refinada obra de Elda Cerrato, se erige sin altisonancias en un firme antecedente de todo lo que enarbola en esta 35° edición de la Bienal de San Pablo, en apacible armonía con un entorno de propuestas que afirman diversas formas de disidencias. Una forma de recuperar lo imposible como sucesión coreográfica de movimientos hacia lo diferente.
Este año la Bienal ofrece más de mil obras de un centenar de participantes, y amplía la oferta audiovisual a otros lenguajes y objetos, como la danza o incluso el diseño de peinados en la cultura de la diáspora africana.
Cabe destacar que en la obra de Cerrato coinciden muchas de las premisas que han dado lugar a esta Bienal, que abrió el 8 de septiembre y continúa hasta diciembre. Su lema ha sido «Coreografía de lo imposible», en el sentido de la capacidad humana de pensar de otro modo las cosas, de algún modo desaprendiendo lo que uno cree que sabe.
Así lo formuló el curador Manuel Borja Villel, durante largos años director del Museo Reina Sofía de Madrid y hoy uno de los integrantes del equipo curatorial responsable de esta expo, la más global de Iberoamérica. Desaprender para enfrentar los cambios radicales y urgentes que demanda el presente y crear nuevos espacios de convivencia: tal ha sido el llamado del encuentro.
Nacida en Asti, Italia, en 1930, y exilada en América Latina en la posguerra, esta artista que reclamamos argentina fue un ser sin fronteras geográficas ni mentales. Aun resuena «Los caminos sin fin de la utopía», la importante muestra que le consagró el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 2021, a la salida de la pandemia.
De niña, Cerrato vivió en esta misma ciudad San Pablo, que hoy la homenajea. De allí pasó a Buenos Aires y luego de enamorarse del músico experimental Luis Zubillaga, se trasladó con él a Caracas, para volver a Argentina a comienzos de la década del 60, e instalarse ambos como docentes en Tucumán, hasta el golpe de Onganía.
Cerrato luego se mudó a Buenos Aires hasta que el golpe militar de 1976 la volvió a expulsar. Se diría que las múltiples identidades, –que no responden estrictamente a fronteras nacionales–, como plantea de muchas maneras esta edición número de la Bienal, encuentra en la irrenunciable vocación libre de Cerrato otra forma de identidad supra nacional.
Eximia dibujante y pintora, exploró las nuevas tecnologías de producción de imágenes. Pero también otras formas de conocimiento que abrieron su mente a otros territorios de ideas.
El amplio espectro de sus intereses abarcó tanto el ámbito de las ciencias duras como la filosofía y el pensamiento espiritualista y esotérico.
Esas distintas búsquedas la llevaron a entrar en contacto con la Escuela del Cuarto Camino, de George Gurdjieff. La doctrina metafísica de este maestro ruso, autor del influyente Encuentros con hombres notables: del Todo y de Todo, operó como un motor de búsquedas interiores.
Mucho de todo esto está contenido en el conjunto de obras suyas que se presenta ahora en San Pablo. Fue seleccionado por la propia artista misma antes de morir, en Buenos Aires en febrero de 2023.
Se trata de pinturas al óleo de las series Producción de energía. Un resultado de la elaboración del Okidanokh, realizadas entre 1965 y 1966 y «Entes Extraños», «Epopeya del Ser Beta» y «Despolarización mutua de dos entes (o Comunicaciones del Ser Beta)» de comienzos de los 70.
En estas dos pinturas emerge con elocuencia el componente erótico que observó la curadora Carla Barbero, al escribir sobre sus “inminentes encastres entre órganos, encuentro, fusión, ensamble, penetración, gestación. Sangre que fluye. Órganos que laten”.
El Ser Beta, por su parte remite al rayo de la energía, «Okidanokh» en la filosofía del Cuarto Camino, de Gurdjieff. Estas pinturas fueron realizadas por la artista a partir del nacimiento de su hijo, en 1964, quien se encuentra ahora acompañando el envío en la Bienal.
Con relación a ese momento profundamente movilizador en su vida, se incluye también el cortometraje animado Algunos segmentos, que Cerrato filmó en 1970 junto a Ramiro Larraín. También «Okidanokh» (1964), una reedición de 2022, junto con Ramiro Larraín, Luis y Luciano Zubillaga.
Un rescate
Con referencia al titulo de la bienal, «Coreografías de lo imposible», Borja-Villel remarcó que lo imposible justamente implica que hay cosas que no se deben hacer pero que hay que cuestionarse ese límite. Ese es el sentido de lo coreográfico.
La danza y lo musical, por su parte, que tanta presencia tienen en la cultura local, surge con enorme potencia en la afirmación de la afrodescendencia y la militancia por la igualdad de derechos. Un dato para destacar en este sentido es el rescate que este equipo curatorial ha hecho de la militancia trans argentina, a través del importante despliegue que le otorga al Archivo de la Memoria Trans.
Se trata del colectivo audiovisual que, por años, reunió imágenes privadas que documentaran la vida de las comunidades queer en Argentina y en los diversos exilios. Originalmente fue una iniciativa de Claudia Pía Baudracco y María Belén Correa, que alcanzó las 6000 piezas, desde inicios del siglo XX hasta los años 90. Una importante muestra está exhibida en la Bienal, ciudad que tiene su propia y prolífica documentación queer.