“Yo soy una hipocondríaca”, dice la escritora brasileña Andréa del Fuego (San Pablo, 1975). Y a continuación estalla en una carcajada. Amplía el concepto en un segundo: “No tengo ninguna relación con la medicina más que desde mi experiencia a lo largo de mi vida. Soy una paciente eterna porque la hipocondría hace que te sientas mal con alguna cosa que al final no termina siendo nada”.
Por supuesto, la autora está hablando de La pediatra (Edhasa) su más reciente novela publicada en nuestro país. Y es una historia que aborda la vida de una pediatra que parece correrse de cualquier corrección establecida.
No está a gusto con su profesión, tampoco le interesan demasiado la medicina (la siguió por herencia paterna) ni las infancias, y la insatisfacción profunda la lleva a desviarse de cualquier rastro de que puede considerarse (desde el prejuicio) como “lo femenino” en sus comportamientos: despreciar los sentimientos, acallar el arraigo, ningunas ganas de transitar la maternidad en cualquiera de sus etapas (ella asiste el parto de la mujer de su amante).
La pediatra es una novela con un lenguaje llano y directo pero que astilla la sensibilidad del lector. Es una prosa que va al hueso. En ese sentido, el lingüístico que es donde se vislumbra su pasión por la filosofía (hay que recordar que tiene una maestría al respecto.
“Soy una lectora poco confiable de filosofía”, dice), esta obra tiene una búsqueda distinta a Las miniaturas (“es una obra barroca, muchas metáforas”, dice), su anterior publicación en Argentina. Andréa del Fuego busca ir en contra de lo que ya hizo.
“Me interesa las tramas pero mi mayor desafío siempre es a nivel del lenguaje, busco mucho ahí”, explica ahora mismo en el bar del Museo Malba. Hace semanas estuvo de visita en el país por una residencia de escritura en el Malba. La autora se encuentra terminando una novela que describe como “muy masculina porque se mete con el universo de las artes marciales, del kung fu. Hace seis años que la vengo trabajando. La pediatra surge de mi necesidad de descansar de esa novela. Me tenía saturada”.
La pediatra empezó a escribirse casi sola: “Solamente seguí la voz de una mujer loca, encapsulada en su propia mente y que no tiene ningún puente de conexión con el entorno. No tenía ninguna ventana a la realidad. Solo era un pensamiento ansioso, hipocondríaco, con miedo a las enfermedades, miedo a la muerte, entre otras cosas. Y de ahí seguí. Se trató de eso: de respetar una voz que me llegó en un momento”, cuenta.
–La protagonista de esta novela pone muchas barreras entre ella y el mundo.
–Es una mujer muy masculina porque tiene una autonomía financiera, autonomía moral, autonomía sexual. Es muy competitiva. Hay un cliché de lo masculino pero llevado a esta mujer. Mi protagonista no tiene empatía con otras mujeres. Por ejemplo, no respeta a las enfermeras, solo a los médicos y si tienen una objetividad muy rígida.
–¿De dónde te parece que viene esa voz que seguiste cuando empezaste a escribir la novela?
–Sentí una suerte demanda de la actualidad de escribir desde una voz femenina. Es una época muy profusa de mujeres en el mundo del arte en general haciendo distintas cosas: como escritoras, curadoras, traductoras, ilustradoras, y demás.
Este es un momento muy interesante, nunca había visto algo así. Por otra parte, esta voz de la protagonista simplemente la escuché un día que salí a caminar, como hago todos los días. Yo tengo ideas literarias caminando. Una pediatra a quien no le gustan los niños es una trama lista.
Pero para mí nada es fácil. Los primeros seis meses solo escribí 5 páginas. Una vez que encontré bien la voz, lo escribí de un tirón. Nunca me había pasado eso. Es la primera vez que escribo un libro en un mes. Pasa que la escritura es algo salvaje y ningún proceso nunca es el mismo que el anterior. Cada libro es un camino que planeta nuevos desafíos.
–¿Querías mostrar otro tipo de mujeres desde tu ficción?
–Mi maestro es el lenguaje. Entonces, la idea de una mujer sin afectividad por otras mujeres y por los niños me pareció una buena historia. Pero solo pude avanzar por la fuerza de las frases y las palabras me quedaban bien, quedaban buenas.
Eso me permitió continuar con mi trabajo. Sin eso no lo podría haber hecho. En ese sentido, la traducción me parece muy buena. Es como si mi protagonista, en esta traducción, hubiese encontrado su cuerpo. A lo que voy es que no tenía el proyecto de hablar con este momento histórico o de responder de alguna manera.
De todas maneras, este presente se filtra en la novela pero a su manera. Lo que más me importa es el lenguaje. Para mí cada libro es un ejercicio de escritura y una investigación del lenguaje.
–¿Cómo vas elaborando la trama al pensar tanto en el lenguaje?
–No lo sé, es un enigma para mí. Es casi una experiencia religiosa. Y lo puedo decir como laica que soy. Me refiero que lo vivo como una verdadera experiencia. De todas maneras, La pediatra también la escribí después de leer algunas cosas de filosofía y semiótica. Pasa que yo también leo la filosofía como ficción y la ficción como una filosofía. Quizás la literatura es más confiable que la filosofía.
–Después de Las miniaturas pasaron nueve años hasta llegar a La pediatra. ¿Cómo se vive ese tiempo?
–Me quedé haciendo muchos ejercicios de escritura y haciendo distintas versiones de un mismo libro. También di talleres de escritura, me gusta mucho ser testigo de procesos que no son míos. Aprendo mucho de eso.
Además voy comprendiendo el tiempo: el tiempo propio, el tiempo de cada libro. Porque a veces aparece un tono fuerte y una historia débil, o viceversa. Y ahí hay que esperar a que la idea madure.
–¿Cómo te llevás con la literatura argentina?
–Me siento muy influenciada por la literatura argentina. Me identifico cuando la leo. De todas maneras siento que hay un espíritu latinoamericano que nos une a todo el continente. La cosa híbrida nos define. Con algo arcaico en nuestros espíritus pero siempre abiertos a lo nuevo. Y creo que la literatura es una fotografía de todo eso.
Del Fuego Básico
- Nació en San Pablo (Brasil) en 1975. Estudió filosofía, fue productora de cine y trabajó en televisión, en programas culturales.
- Es autora de varios y aclamados libros para niños, que se han publicado en Brasil y en el extranjero. Los Malaquias es su primera novela para adultos, y es quizás el debut literario más impactante de los últimos años en Brasil.
- Fue finalista de los premios São Paulo de Literatura 2011 y Jabuti 2011, y obtuvo por unanimidad el Premio José Saramago 2011. Y al poco tiempo de ser publicado en portugués, se vendieron los derechos para ser editado en Alemania, Italia, Israel y Portugal.