Hasta el Archivo General de Indias, en Sevilla, llega el relato que Latinoamérica cuenta a través del arte. Y es con dos pinturas de Luis Felipe “Yuyo” Noé que se desata la fantasía, desaforada en tema y color: una fauna salvaje en manada, en la primera, y sus habitantes en la segunda (uno de ellos, en primer plano, lleva el tatuaje de un rostro descomunal en el tronco). Ambos pertenecen a la serie «La naturaleza y los mitos», de 1971, y con ellos se ingresa al salón principal. En los severos recintos de esta institución descansa la burocracia de cuatro siglos de dominio imperial español. Hacia el final nos esperan las deliciosas “figurillas” cerámicas de Adriana Bustos, en tributo –y parodia– de aquellas figuras recobradas de civilizaciones extinguidas que se aprecian en las vitrinas de los museos etnográficos.

Aquí, en Sevilla, en su kilómetro 9659, Bienalsur inauguró el jueves pasado Archivos activos, su muestra de arte latinoamericano. Con siete artistas y doce obras, algunas consistentes en series, componen estos relatos alternativos del pasado y el presente, curados por Diana Wechsler, directora artística de la bienal de Untref. Luego de esta inauguración, Wechsler partió a la siguiente posta, Ryad, Arabia Saudita, y la espera el Reina Sofía de Madrid, en noviembre.

El espacio el Archivo de Indias es tan preeminente, con su ingreso monumental de mármoles diversos, que exige la osadía de una profanación. Y se advierte el empeño de perturbar el espacio en lo profundo, sin “colonizarlo” : las obras tienen una presencia subrepticia, que desbanca la índole de esta institución y su relato de un orden leguleyo. Entre las piezas exhibidas hay obras de los colombianos Iván Argote y Oscar Muñoz, los argentinos Noé y Adriana Bustos, y el español Daniel Canogar, quien cierra el recorrido con dos piezas digitales.

Desde 1785 el Archivo General de Indias convirtió esta Casa de la Lonja en el repositorio de todas las constancias burocráticas coloniales, que antes se encontraban dispersas entre Valladolid, Madrid y Cádiz. En el siglo XX, una vez independizada toda América, esta vasta biblioteca de documentación permaneció abierta solo a la consulta académica. Se abrió a la comunidad hace apenas 15 años pero la muestra de Bienalsur es la primera intervención del “espacio exterior” en este formidable santuario de la memoria en papel.

“¿Qué es esta imagen, pertenece o no al Archivo General de Indias?”: esa extrañeza del espectador ante el arte exhibido es lo que busca la curadora Wechsler. “Es que por eso no quisimos abarrotar el espacio con obras contemporáneas, sino hacer un contrarrelato que se infiltre en la institución”.

Del colombiano Argote -fotografías de la serie Turistas, de 2012- han llegado Isabel entregando el contrato y Cristóbal apuntando al sur, a Colombia. Están dispuestas sobre los postigos de los ventanales, por los que se cuelan los tejados vecinos. “En Sevilla se cruza el esplendor del imperio español con los vestigios del sultanato andaluz, tan vivo aquí; por toda la ciudad y por esos ventanales se superponen los períodos de dominación”, subraya Wechsler. Las de Argote son fotos tocadas de ironía; los héroes españoles se levantan en sendos monumentos públicos, sobre pedestales llenos de grafitti, y llevan ponchos andinos.

Quizá el que se cuela con mayor ironía, y lanza al espectador a un viaje de la imaginación, es la serie Híbridos, ocho figurillas cerámicas de Adriana Bustos. De ella nos recibe en la sala la Constelación Venus 2 (2018), variación de los Planisferios celestes, como el realizado para el Centro Pompidou antes de la pandemia y el que ilustró la cubierta del número Mil de la revista Ñ en 2022. En su sinopsis visual, este atlas convoca a personalidades marginales de la enciclopedia del pensamiento, la ciencia y las artes de India. Son los retratos de autoras insumisas de otros imperios, el patriarcal y el británico, que tanto se inspiró en el dominio español.

Más adelante, la “colección” cerámica de Bustos, ocho pequeñas figurillas -no son un zoo de cristal sino de barro recién amasado- nos lanzan a los albores de la navegación oceánica, a aquellos bestiarios que adornaban los mapas. Estos Híbridos fantásticos -mitad humanos, mitad bestia, más un Sireno– homenajean, no sin humor, la fauna fabulosa que complementaba el registro de la exploración marítima e infundía fantasía en una ciencia trastocada por el hallazgo de los nuevos mundos. En la opacidad de su materia, en la expresividad del barro imperfecto donde han quedado las huellas, interpela a la sucesión invariable de altos militares decimonónicos retratados al óleo en las paredes.

Miniaturas de la serie "Híbridos" de Adriana Bustos en Archivo de Indias, Sevilla. Foto: Ariel RiveiroMiniaturas de la serie «Híbridos» de Adriana Bustos en Archivo de Indias, Sevilla. Foto: Ariel Riveiro

En nuestra recorrida, hecha por videollamada con la curadora, Wechsler indicó que “estos Híbridos de animal y humano evocan los seres imaginarios que tanto se empleaban en los mapas del siglo XVI. Aquellos surgieron en el afán de reponer mediante la imaginación las imprecisiones sobre lo desconocido, pero retomados desde el presente, Bustos alude también al transgénero y las identidades múltiples o en debate.”

Uno de los dos videos del colombiano Oscar Muñoz (Re-trato, de 2004) muestra a un efímero Narciso mirándose en el agua atrapada con las manos. Cuenta la curadora que las autoridades del Archivo le ofrecieron descolgar esas pinturas perpetuas de militares epónimos, pero ella prefirió que se quedaran en su lugar, tan inmutables a través de los siglos y en contraste con este espejo que se escurre en pocos minutos.

Obra de Claudia Coca. Archivo de Indias, Sevilla.
Foto: Ariel RiveiroObra de Claudia Coca. Archivo de Indias, Sevilla.
Foto: Ariel Riveiro

En la obra de la peruana Claudia Coca, una serie de paneles de lino bordado, contrastan la crónica indiana de Guamán Poma de Ayala y la despedida de una lugareña al antropólogo que ha estudiado a su comunidad y que parte llevándose sus versos. En Algunos cuentos, otras tempestades (2014), borda citas del gran cronista amerindio del siglo XVI, nacido en la región de Cuzco y considerado uno de los grandes historiadores de la era virreinal. La crónica de Guamán nos hace participar de la discusión sobre la calidad humana y la posesión de alma en los indios; curiosamente, su Primera nueva crónica y buen gobierno, del virreinato peruano, no descansa en este Archivo de Sevilla sino en la Biblioteca Nacional de Dinamarca.

La crónica de Guamán, de Claudia Coca. Archivo de Indias, Sevilla.La crónica de Guamán, de Claudia Coca. Archivo de Indias, Sevilla.

Coca es una destacada artista peruana que suele trabajar sobre el mestizaje como un valor superador de América. En el mestizaje, como en estos bordados, la mirada del otro se integra a la identidad. De Coca son también los dibujos en pastel y carbonilla de Joyas remotas (2023); hechos sobre lino. En ellos se suceden los frutos americanos que fundarían la explotación y el comercio de alimentos entre España y sus colonias de ultramar.

El tema de la producción de materias primas se reitera en Indeleble (2020), de la paraguaya Claudia Casarino. Presenta dibujos de especies vegetales, junto a camisitas infantiles de textiles guaraníes serigrafiadas con tierra colorada. Sus dibujos se basan en los grabados de Sauvageot, Hildibrand y otros dibujantes botánicos del siglo XIX, y aluden a los viajes científicos e investigaciones en América, destinados a conocer y explotar la producción de alimentos al otro lado del Atlántico.

Indeleble (2020), de la artista paraguaya Claudia Casarino.
Foto: Ariel RiveiroIndeleble (2020), de la artista paraguaya Claudia Casarino.
Foto: Ariel Riveiro

“Ante un Archivo tan consolidado como el de Indias -cuenta Diana Wechsler-, destinado al control de naturalezas y poblaciones, y también de narrativas, y pensando en la volatilidad y simultaneidad de nuestro presente, me aparecieron dos piezas cruzadas, las pinturas de Noé, y también a su libro de artista, A Oriente por Ocidente, y también el Chyron, los dos videos del artista madrileño Daniel Canogar, de 2022″.

Esta obra, presentada en dos pantallas verticales, consiste en una animación de titulares de noticias, mediante un programa digital y una serie de algoritmos, que pasan de manera incesante creando tramas textiles y arquitecturas efímeras. Apenas da tiempo a leer los textos en movimiento, hechos con hilos de noticias y zócalos televisivos en tiempo real. Este archivo volátil de Canogar, que cada milisegundo difiere del siguiente, presenta una realidad difícil de aprehender y controlar, tan radicalmente distinta del Archivo inmutable y fijado en el papel .

La Casa de Contratación

Las obras latinoanoamericanas expuestas están rodeadas de muros tapizados con anaqueles y cajas de cartón hasta el techo (“Sección Contratación” reza en los anchos lomos, idénticos por centenares y hasta el techo), lo que subraya el carácter de registro comercial que motivó el Archivo.

La finalidad original de la Casa de Contratación era reunir el Padrón Real, iniciado por Juan Vespucci en 1512 para sistematizar los conocimientos geográficos surgidos en el fragor de la primera fase de los descubrimientos europeos. Por sus mapas, más incluso que en las crónicas, pasaba toda la información sobre las nuevas tierras halladas en la era de la conquista, que primero de los océanos.

Paredes del Archivo de Indias tapizadas con anaqueles y cajas de cartón. Foto: Ariel RiveiroParedes del Archivo de Indias tapizadas con anaqueles y cajas de cartón. Foto: Ariel Riveiro

La segunda sala, junto a Bienalsur, exhibe la muestra Europa en los documentos del Archivo, s. XV -XIX, con diversos documentos que descansan en esta bibliteca. Uno de ellos es un conmovedor portulano del cartógrafo Vespucci. Se llamaba portulanos a los mapas de costas que facilitaban los rumbos marítimos, al distinguir la distancia entre puertos (de allí su nombre). Se ha debatido por siglos si en verdad Fernando de Magallanes no contó con un portulano secreto –propiedad del rey portugués Enrique el navegante– para lanzarse con tanta certeza en busca del paso de un océano al otro (Portugal conquistaba las tierras sobre el Pacífico entonces). Él lo encontró en el extremo patagónico, frente a Tierra del Fuego, lo cual permitió a la corona española establecer su dominio en todo el litoral americano del Pacífico y en Filipinas.

Otra de las joyas expuestas es un fragmento del Tratado de Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494, uno de sus documentos cruciales y de mayores consecuencias en esos albores de la globalización europea. Colón ha llegado a América y, con diferencia de meses, el portugués Vasco da Gama había zarpado con la misión de consolidar para Portugal una ruta a la India rodeando la costa de África al sur. La página de Tordesillas nos lanza de lleno al vértigo fundacional del poderío ibérico.

Luis Felipe Noé: serie "La naturaleza y los mitos", de 1971. Archivo de Indias en Sevilla.
Foto: Ariel RiveiroLuis Felipe Noé: serie «La naturaleza y los mitos», de 1971. Archivo de Indias en Sevilla.
Foto: Ariel Riveiro

Fue tal la carrera y la riqueza vislumbrada en 1492 que apenas dos años más tarde las dos coronas, los Reyes Católicos y Juan II de Portugal, de casas reales emparentadas, acordaban repartirse el mundo en mitades estableciendo “una línea de polo a polo”, un meridiano de demarcación 370 leguas al oeste de Cabo Verde. Existen dos documentos originales de este acuerdo bilateral, el otro se conserva en Lisboa. El globo fue otro desde este Tratado. Como pocas décadas después dijera el explorador Elcano a “sus Majestades”, con la circunvalación se había probado “la redondeza del mundo”.