Confiesa que su madre había quedado impactada por la novela Demian de Hermann Hesse y que lo bautizó como homenaje a ese protagonista tan especial. Esta anécdota la cuenta con una sonrisa el guionista y director, especializado en película de terror: Demián Rugna. Sin olvidar que también es el guitarrista de la banda de heavy metal Pasco 637. Su última creación Cuando acecha la maldad ganó el premio principal en el prestigioso Festival de Cine Fantástico en Sitges, España. Desde el 9 de este mes se podrá ver en las salas y descubrir esta extraña historia que interpretan Ezequiel Rodríguez, Demián Salomón, Silvina Sabater, Virginia Garófalo, Luis Ziembrowski, Emilio Vodanovich, Marcelo Michinaux, Paula Rubinsztein, Isabel Quinteros y Desiré Salgueiro, entre otros. Se enorgullece de trabajar con un mismo equipo, integrado por Mariano Suárez, en fotografía, Laura Aguerrebehere, directora de arte, Marcos Berta, efectos especiales, Fabián Forte, asistencia de dirección y Pablo Isola en sonido.
—¿Qué significó ganar este premio en Sitges?
—Este festival es el más importante de la región en género fantástico, que es lo que hago desde el año 2002 con mi primer corto. Era como La Meca, donde uno tenía que ingresar para darse a conocer. Mis primeros tres intentos con largometrajes no fueron fructíferos, nunca entraron y eso implicó quince años de intentos. Estar en este festival me fue muy difícil, vivirlo ahí fue muy lindo y obviamente que ganarlo fue mucho más. La audiencia y los colegas cineastas me decían: “tu película tiene que ganar”.
—Hacía 56 años que no ganaba una ficción latinoamericana: ¿tiene que ver con la producción?
—No sé si es solamente eso, hay películas que pueden ser consideradas chicas que puedan llegar a ganar este festival. Creo que obviamente el volumen, la cantidad que hace cada país en este género ayuda a tener más posibilidades. Nosotros en Argentina contamos desde los últimos diez años con mucho apoyo del Instituto. Lo que lo hace mucho más sencillo realizar este tipo de film, que no son fáciles de hacer. Hace dos años ganó en Sitges la primera española, El hoyo. Hay una industria muy poderosa del cine fantástico, por lo cual estás compitiendo a veces con directores que son estrellas, como Quentin Tarantino.
—¿Cómo definís a tu cine y ese género que elegiste?
—Necesito firmar lo que escribo, hacer mis propias historias y eso creo que me define. Mi cine tiene mucho humor negro, pero sobre todo lo que más me interesa es contar un buen cuento, que nunca sepas dónde vas o qué pasará en los próximos cinco minutos de la película. Intento dar algo fresco a un género que está tan explotado comercialmente.
—¿La idea de este hombre encarnado está basada en alguna leyenda argentina?
—Es una conjunción de varias situaciones y de observaciones mías, una de ellas es que me mudé. Me fui de la ciudad a un lugar un poco más agreste. Quise hacer lo contrario de lo que me había propuesto con Aterrados, alejarme de este tipo de film, donde los personajes están dentro de sus casas y no se mueven. Me inspiré en aquellas familias que viven en lugares desolados, en el campo argentino y que ves sus luces desde el auto. Se me cruzó gente pobre, me pregunté qué pasa si están con un demonio y a nadie le importa. Así empezó a gatillar esta historia. Es un descenso, como en una tragedia griega, de un padre de familia que en realidad no solamente está huyendo de este demonio, sino también de sus propios demonios.
«Nosotros en Argentina contamos con mucho apoyo del INCAA»
—Hay varias escenas con niños: ¿cómo fue filmar con ellos?
—Son súper curiosos y la verdad es que se divierten con estas historias y lo toman como un juego. Hoy los chicos aquí en Argentina crecen con Halloween. Lo más difícil no fue trabajar con ellos, es importante hacer bien los casting y encontrar a los padres correctos. El serio y fuerte problema que tuvimos fue con las regulaciones, desde Minoridad nos ponían un montón de trabas, como la cantidad de horas de grabación y combinar horarios en los que no tuvieran sus colegios. Todo el tiempo intentando esconderles a los chicos, lo que realmente estaban haciendo, porque no podían presenciar la violencia. Eso fue lo más complejo de toda la película, pero pudimos sacarlo adelante.
—¿Cómo se hace para para firmar este género en la Argentina con los modelos económicos que tenemos?
—Es complicado porque necesitás más tiempo y el tiempo en cine cuando firmás es dinero. Siempre tenés que tener una planificación muy fuerte y no podés improvisar mucho. Por eso hago muchísimas reuniones con la gente de efectos especiales y hay varios ensayos, porque les explico a los actores que en el set no solamente son ellos las estrellas de la película, sino que también lo son los efectos especiales. Creo que es mucha preparación y tener un equipo que confíe en vos como director. También es complicado trabajar con animales, que se cansó el perro o la cabra o que ésta no quiere venir.
—¿Cuáles son las mayores dificultades para nuestro cine hoy?
—Es muy difícil hacer una película, a no ser que tengas los medios de comunicación para poder promocionarla. Nosotros contamos con dos productoras argentinas y después conseguimos un distribuidor internacional que nos ayudó. Siempre el apoyo de los privados con el estado, el Incaa es fundamental, sin él sería muy complicado de producir.
«Necesito firmar lo que escribo y hacer mis propias historias»
—¿Qué sentís que la Argentina le puede dar a este género que en realidad es tan universal?
—Siento que le podemos dar un caminito de nuestra propia cultura. Me parece que nuestra forma de ser, de actuar con nuestros personajes, con los actores en nuestro idioma o nuestras calles. Nosotros podemos aportar otro aire. Hoy cuando la ven en los Estados Unidos la sienten como exótica, también es lo que me pasa a mí cuando miro una película de terror japonesa, alemana o coreana.
—¿Cómo creador como te definirías?
—Soy honesto, hago la película que quiero ver como espectador. No filmo para convencer a nadie, ni muestro alguna virtud especial. Ni lo hago por encargo. Quiero que sean crudas, tienen que ser alegres, sinceras y ese es mi universo. Te puedo decir que soy una persona que trata de crear mundos, historias propias y que no es fácil.
—¿Cómo es el público de las películas de terror?
—Es fanático. Son fans de verdad, por eso cuando van a los festivales son los más alegres de todos. Será que también estoy más grande, pero veo mucho público joven que me está siguiendo. Esa generación nueva también está aceptando que una película argentina puede causar las mismas sensaciones que una de la industria norteamericana. Creo que este género te ofrece la posibilidad de vivir un momento que en tu vida lo más probable es que nunca lo vivas, de ponerte en el lugar de una víctima o de un verdugo. Pero protegido en mi casa o sentado en la butaca de un cine. Es como un juego también con el espectador.
—El título parece hablar de tiempos actuales…
—Soy metalero y hay un grupo nacional, Logos, que tiene una canción con este título, “Cuando acecha la maldad”. Quise jugar un poco con esto del diablito y el angelito que está y que tiene cada uno. ¿Qué pasa si el angelito se muere y el diablito te sigue convenciendo de ideas que no son buenas, se te meten en tu cabeza y te hace hacer cosas que no te sirven y que no te convienen? Los personajes toman la decisión equivocada habiendo sido advertidos de que no lo tienen que hacer. Desde que empieza la película cometen errores todo el tiempo. Es una analogía directa con las ideas fascistas que se propagan.