La historia no es solo el pasado petrificado en el tiempo. La historia revisa y ordena acontecimientos ocurridos en el pasado, pero agregándole el análisis y los parámetros del presente para hacer comprensible el pasado con los valores de hoy.

Este gigantesco Rock de acá 3, compilado por el periodista (y de algún modo historiador) Ezequiel Ábalos contiene la objetiva virtud de recabar toda una época, un movimiento y aún sus hechos puntuales, acudiendo al testimonio directo de quienes fueron protagonistas de aquella epopeya cultural ocurrida en Argentina desde fines de los sesenta hasta l975, la etapa fundacional del poderoso volcán creativo que estalló en la Argentina y que, a pesar de la represión, siguió latiendo como un atanor por debajo de la más despótica y sangrienta bota militar.

Los hechos desde aquellos ya remotos tiempos están registrados en revistas y documentos periodísticos pero la verificación objetiva y las miradas de análisis posterior, en esta obra, están en la versión irrebatible de los protagonistas, así como también en su mirada deductiva y subjetiva de los resultados a través del tiempo. Y allí reside su valor testimonial más allá de las interpretaciones de ensayistas y analistas posteriores a los hechos puros y duros.

El rock, como movimiento musical y artístico global después de la Segunda Guerra Mundial, en Argentina tuvo, además, un contenido socio cultural que, analizado con esa mirada sopesante de la historia, tuvo una particularidad que lo distinguió de otras estéticas latinoamericanas y aún europeas por su contenido social y de expansión y defensor de ideas libertarias de la época que luchaban para sacudirse los yugos dictatoriales, moralistas y de prejuicios de una sociedad por entonces conservadora, inclusive, en sus expresiones artísticas y promotora de la repetición y reproducción inalterable de los valores como medio de opresión.

El rock nacional pagó caro tanto atrevimiento artístico y moral que, de algún modo, como se ha visto al final, tuvo más peso en la construcción de la historia que los movimientos políticos o ideológicos retumbantes e impositivos que se autopercibían como los constructores de la patria y sus identidades. Desde esos extremos, vinieron las persecuciones, los estigmas y las amenazas que, veladamente, o en forma física y represiva no solo sufrieron sus artistas representantes sino también el público, el gran protagonista del movimiento cultural de lo que hoy se conoce como rock nacional, que es en las orillas de la propia música.

Estas entrevistas, reunidas por Abalos, remiten también a esos años duros donde algunos artistas se cobijaron como pudieron, y otros tuvieron que exiliarse, tanto por estar amenazados o por sentir que el aire era irrespirable. Queda, sin embargo, para documentar y analizar también, las miles de persecuciones y padecimientos de jóvenes anónimos, partidarios del rock nacional, público inclaudicable de centenas de conciertos y pequeños recitales, en todo el país, que sufrieron en carne propia, sin repercusión ni asombro de nadie, el acoso de una sociedad pro castrense, policial, militarizada y moralizante que logró instalar la cínica premisa de que el silencio era salud.

En la Argentina, todos estos procesos, protagonizados por civiles, eclesiásticos y militares al unísono, generaron desde la usurpación del poder de representación muchas desgracias y padecimientos. Los desaparecidos y los muertos son su mancha más profunda y estruendosa. Inexplicable, inconcebible e inolvidable. Pero también hubo otros padecimientos que dejaron sus marcas en la sociedad, en la historia, en la memoria y en la percepción de los miedos. Desde ese terror expandieron el silencio, el “no te metás”, el “por algo habrá sido”, y la idea de que todo joven, pelilargo, creativo, músico o público entusiasta era un potencial enemigo de la moral, el estado, las buenas costumbres y el deber ser.

*Fragmento del prefacio escrito por Daniel Ripoll en el libro Rock de Aca 3, de Ezequiel Ábalos.