Desde las avenidas cercanas al predio del ex Tiro Federal asoma con majestuosidad la copa de un árbol cuyo follaje no cambia de colores con las estaciones sino a través de un moderno sistema de 754 luces led sincronizadas. Acercándose, se divisa el tronco, construido con 16 tubos de hierro galvanizado, que alcanza los 34 metros de altura.
Arbórea Magna, como se llama el nuevo monumento de la Ciudad, es una ambiciosa obra de Nicola Costantino para el Parque de la Innovación, que conjuga la necesidad de una conexión con la naturaleza y el componente tecnológico del entorno. “El árbol es el rey del universo vegetal y creí que un monumento hoy necesitaba estar vinculado con el ambiente, un tema en el que los artistas tenemos un rol muy importante”, definió Costantino en diálogo con Clarín Cultura.
El conjunto escultórico demandó más de un año de trabajo, a partir de que Costantino –artista de brillante trayectoria, que representó al país en la Bienal de Venecia en 2013 y acaba de debutar con una obra escénica, Artista Ex Machina, en el Teatro Colón– fue elegida en un concurso de proyectos para el monumento que identificara al parque de 16 hectáreas, a la manera de la Floralis Genérica en la plaza Naciones Unidas.
Frente al estadio Monumental, el tamaño se volvió un asunto importante para una obra de arte público. “Un monumento público tiene que ser atractivo, misterioso, interesante pero, a la vez, las grandes obras tienen que ser simples porque no puede ser indiferente”, señala la artista.
Aunque la magnitud impone condiciones técnicas de construcción, a cargo de una empresa que hace desde postes de alumbrado público hasta puentes. El despliegue de las luminarias, que durante el día cambia de colores y por las noches se convierte en un festival digital con las tecnologías más innovadoras, alimentadas con energía solar, encarna un contrapunto simbólico y poético.
“Es un árbol robot, bien tecnológico, pero con una base vinculada a lo milenario”, detalla Costantino sobre las cerámicas que recubren la isla de hormigón armado que sostiene el coloso, y también a la parte inferior del tronco hasta los dos metros. Un revestimiento con diseños creados por la artista que durante la pandemia aprendió a dominar la técnica japonesa de nerikomi, a partir de barros coloreados que, cortados en láminas, generan diseños que se pueden repetir. Creados en gres y cocidos a altas temperaturas, estos mosaicos con diseños de la flora autóctona, son incluso transitables.
Para la tarea, Nicola contó con la colaboración de la Escuela de Cerámica N°1 de la Ciudad de Buenos Aires. Allí había enseñado a un centenar de alumnos esta técnica con la que fabricaron las tejuelas que conforman la base y la corteza de este nuevo árbol porteño. “En contraste con la tecnología robótica de punta, el árbol enraiza en lo ancestral, lo tradicional de los barros cocidos que hacemos desde el paleolítico: me gusta mantener la conexión”.
Un árbol, todos los árboles
Rodeado por una serie de rampas y miradores, el árbol es el centro de la escultura, que invita a hacer selfies y retratar el entorno, que incluye un espejo de agua con nenúfares. La idea de árbol está presente desde un plano simbólico. Nicola Costantino buscó que no se identificara con una sola especie, por eso tomó las ramas del pino marítimo, la corteza de un eucalipto o un plátano, las hojas del cedro, señas de un gomero… “Es un híbrido de todos los árboles, por eso de que el árbol es un elemento tan místico porque tienen las raíces que van al centro de la tierra y las ramas que van hacia arriba, una antena en la Tierra con lo divino, algo muy fuerte en todos los ámbitos para la humanidad”, define.
Destinado a ser “un faro para iluminar conciencias” como escribió Ana María Battistozzi en uno de los editoriales del proyecto, Arbórea Magna se inscribe en una serie de árboles-esculturas que ocupan el espacio público de Buenos Aires. Como apunta María del Carmen Magraz, especialista en arte público, se orienta a la representación de la naturaleza donde el metal y la máquina juegan como elementos fundantes. Del Árbol (1997) de Néstor Basterretxea en el Parque Thays al Medidor de vientos (2019) de Pablo Reinoso, en la plaza Ramón J. Cárcano, y la citada Floralis...
Bien señala Battistozzi, ante las escasas expresiones de arte contemporáneo en el espacio público de la Argentina, la obra de Costantino llega a saldar una deuda, en términos de comprensión de la cultura del presente por parte de los vecinos. Para la artista, a su vez, el arte público se convierte en un nuevo canal de expresión, en la medida que los artistas “tienen que pensar en expandirse, abrirse de las cuatro paredes blancas de la galería y el museo”.
Polo tecnológico
Rodeado de flora autóctona, Arbórea Magna conecta con la plaza de Alcorta y Udaondo con los usos futuros del predio. A tono con los preceptos de emprendimientos público-privados, el Parque de la Innovación fue creado en 2016 mediante una ley, que definió espacios públicos y parcelas ofrecidas en subasta, donde durante años funcionó la sede del Tiro Federal (hoy mudado a otra locación).
Con foco en la tecnología, por sus senderos ya circulan unos minibuses que trasladan a los visitantes de un lado al otro del parque. En el futuro, en el predio de 120.000 metros cuadrados (con 60% a espacios públicos, de los cuales un 30% son espacios verdes) se instalarán sedes de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y la Universidad Di Tella. Además, además de un edificio empresas tecnológicas y de investigación, edificios de coworking y de viviendas.
El imperativo tecnológico fue motivo de reflexión para Nicola Costantino. “Hace un tiempo, cuando fue el furor de la inteligencia artificial y la discusión sobre si será bueno o malo para la humanidad –que es lo único que importa–, pensé que hay que lograr que todos los avances tecnológicos apunten al proyecto de reparar todo el daño que hicimos, que la tecnología sea para que esté mejor la humanidad”.
De allí se desprende la búsqueda de un árbol artificial. “La obra de arte no reemplaza la belleza natural y el árbol artificial no reemplaza al natural, pero justamente detenta el poder de la obra de arte: tiene una intención, un sentido, un propósito”. Aquí es el concepto y la intención de la artista que se impone, más acá de la naturaleza.
Arbórea Magna está en la intersección de las avenidas Figueroa Alcorta y Udaondo. La obra permite una circulación peatonal las 24 horas del día. Cada día, entre las 19 y las 22 se encienden las luces. Y desde el 25 de noviembre, se realizan visitas guiadas todos los sábados a las 17, sin inscripción previa, solo con presentarse 15 minutos antes en la base del monumento.