“La canción es un hecho objetivo que ha salido del control de su fabricante para vivir su vida en los fogonazos que se disparan cada vez que se la oye, se la canta o se la baila”, escribe el artista y sociólogo Roberto Jacoby en la introducción de Superficies de placer, Mis letras para Virus y otras canciones (Planeta), su flamante libro que recopila todas las letras que escribió.
Compila no sólo las letras que compuso para la banda de los hermanos Moura sino también las que compuso en el nuevo milenio para artistas emergentes como Pablo Dacal, Leo García, Gabo Ferro y Nacho Marciano. Con este último se encuentra trabajando en un nuevo álbum, el tercero en su haber, que incluye covers de su viejo amigo Federico.
En la comodidad de su hogar, ubicado al noroeste del conurbano bonaerense, Jacoby reflexiona acerca de la dupla compositiva que forjó desde los tiempos de Wadu Wadu (1981). Una dupla creativa que marcó una época de destape democrático.
Jacoby también habla de las críticas que recibieron, del surgimiento del libro, la actualidad del rock y el dilema del reconocimiento. Sobre esto, es tajante: “Muchos de mis trabajos recientes son incluso mejores que las letras que hice para Virus”, afirma alguien que siempre se preocupó por tener algo para decir y el cómo decirlo ya sea con una canción o una obra de arte.
–¿Cómo surgió el libro?
–Estuve pensando en trabajar sobre mis propios materiales. Tenía cosas escritas inéditas de hace más de treinta años. Varios amigos me insistieron y terminaron arreglando el contrato con la editorial. Cosa muy buena porque si hubiera dependido de mí no sé si lo hubiera hecho. Firmamos justo una semana antes de que empiece la cuarentena.
–¿El formato del libro se pensó desde un principio?
–Es algo que me sale naturalmente. No quería hacer un libro serio, una investigación o una historia de aventuras como hicieron otros rockeros que cuentan anécdotas heroicas cuando eran pobres. No soy muy de planificar. Trato de guiarme mucho por las ganas. En todo caso después lo reviso, que fue lo que hice con esto.
–¿Cómo recordás esos primeros encuentros con Federico Moura y cómo lo ves hoy?
–Conocer a Federico no era muy difícil. Estábamos en el mismo ambiente. Lo que sí fue mucho más raro fue empezar a escribir juntos. Se debió a que él era muy perfeccionista. Era exigente con todo. No estaba conforme con las letras de Wadu Wadu y lo conversó con un amigo en común, Daniel Melgarejo. Él me recomendó para ayudarlo.
Me dejó un cassette con los demos y me pidió opinión. A los días hablamos otra vez. Había dos o tres que pensaba que podíamos darle una vuelta. Otras me parecieron extraordinarias. Así fue el primer trabajo.
–¿Siempre fue un ida y vuelta?
–Había toda clase de formas. Había cosas que escribía y Federico la componía o daba una idea y después la componían con Julio (Moura). A veces componíamos juntos, nos reuníamos, Federico con una guitarra y empezábamos con un tema y así. O a veces me mandaban un casete y le ponía la sanata.
–¿Cómo era tu mirada sobre el rock antes de ser letrista de Virus? ¿Cambió?
–Estuve en contacto con el rock antes de que se llamara rock. Hicimos un gran espectáculo en homenaje a los Beatles. Después era amigo de los chicos que hacían Mandioca. El camino que tomó el rock, cuando se volvió más sinfónico y ceremonial, no me interesaba mucho. Me interesaba más la música internacional. Prefería escuchar a Bowie.
–¿Cómo te tomaste las críticas que recibió Virus por hacer música pasatista?
–En algunos casos con bronca, porque había muchas con mala intención. Cito en el libro una que me dio mucha bronca. Era una nota muy botona. Decía que se pintaban los labios. ¿Por qué no lo dice ahora? Ni siquiera escuchaban las canciones. Si las leés hoy te das cuenta que no son superficiales. Todas tienen un sentido, van para algún lado. Hay una búsqueda poética, en otras más irónica. Hay de todo, pero de superficial o tonto, nada.
–¿Pensás tu acercamiento al rock desde el mensaje que querés comunicar?
–En algunos casos, pero no en la mayoría. Puede ser un mensaje político, social pero que, más bien, haga referencia a modos de vida. Eso dependió del momento. Como Recrudece (1982), en plena Guerra de Malvinas o Agujero interior (1983) que hacía referencia a la salida de la Dictadura en épocas de Alfonsín. Se planteaba un cambio para la juventud. Dejar atrás una sociedad que había estado sometida al terror. Nos habíamos propuesto tocar ese tema.
–Contás en el libro sobre y la desaparición de Jorge Moura. ¿Cómo lo recordás?
–Me da más bronca la gente que tildaba a los Virus de banales. Era al revés. Lo notable es que teniendo una tragedia semejante en la familia, no hayan cantado algo triste. Hay que reconstruir la vida. La alegría es importante, hay que bailar.
La derrota de los que estuvieron en el poder es que nosotros sigamos bien. Si seguimos mal, son ellos los que triunfan. Eso era difícil de entender en aquel momento. Ahora hay montones de papers de la Facultad hablando de eso.
–Muchas cosas se reivindicaron después. ¿Virus tenía gestos de vanguardia?
–Cuando hacés lo mismo que todo el mundo, sos un producto más. Ser vanguardia es romper con la idea de producto. Implica una invención. No sólo de la obra sino también del público que va a gustar de esa obra o va a ser motivado por eso. Hay que crearlo, no está predeterminado para ninguna cosa nueva.
–¿Cómo ves al rock hoy?
–Han quedado pocos grupos en la tradición del rock en Argentina. Hoy a la juventud la interpela el rap o el trap. Es interesante que la letra importa más que la música. Veo algunos que son de una enorme destreza para el manejo del idioma y otros muy previsibles.
Después hay otro grupo, los queer, que se separan en una identidad de género, como Sudor Marica. No tienen el éxito comercial del trap. Ahí veo un espíritu más de pelea como era la tradición del rock.
–¿Te interpela lo queer?
–No como movimiento, pero sí como corriente cultural.
–Luego de Virus, seguiste escribiendo canciones. ¿Qué opinás de estas composiciones recientes?
–Son mejores que la mayoría de las letras que hice para Virus. Siempre se me pregunta por Virus. Ahora con la cantidad de entrevistas que me han hecho, por lo menos calculo que va a haber diez mil personas que se van a enterar. Me llama la atención que no produzca mayor interés.
–¿Qué sentís que tienen esas letras que las hacen mejores?
–La poética.También su relación con la actualidad. Son divertidas, bastante románticas en el sentido de tomar las desdichas del amor a la manera del tango. En Golosina caníbal las canté. Algo que jamás pensé hacer. Saliva citrón, por ejemplo, (compuesta para Francisco Garamona), es una re-canción. No escribí muchas así. La conocen 200 personas.
–¿Por qué pensás que pasa esto?
–Lo hacemos porque tenemos ganas. Pero ya que mis letras han alcanzado cierto conocimiento, digo: ¿por qué si era tan bueno en los ochenta no pueden mirar las letras de ahora? ¿No les parece que pueden seguir siendo interesantes?
En una época nos enfrentaban a nosotros versus otros grupos. Ahora me enfrentan a mí versus mi pasado. Mi pasado oculta mi presente. ¿Qué tengo que hacer? ¿Esperar que las lean dentro de treinta años y me feliciten? No sé donde voy a estar. Probablemente en los nichos de SADAIC en la Recoleta. Ese monumento tan grande con Gardel que todos le ponen un cigarrillo en la boca. ¿Qué me van a poner? ¿Un porro?
Jacoby Básico
- Es artista y sociólogo. La mayor parte de sus trabajos, entre la fiesta y la investigación social, giran alrededor de la desmaterialización del arte y la invención de nuevas formas de vida.
- Como integrante del grupo de Arte de los Medios, en 1966, indagó sobre la materialidad social de los medios masivos en tanto constructores de acontecimiento.
- En 1968, junto a otros integrantes de la vanguardia argentina, impulsó al éxodo desde el arte hacia los territorios aun más inciertos del conflicto social y político.
- Desde fines de la última dictadura, compuso decenas de canciones en el grupo pop-rock Virus y fue impulsor de reuniones festivas en espacios under, estrategia de la alegría que entendió como una forma de resistir colectivamente ante el terror desatado por la represión.
- Al filo del milenio, diseñó y concretó varios experimentos de redes sociales de artistas y no artistas y otros proyectos en colaboración como Chacra 99, el Proyecto Venus, la revista ramona, el Área de Sociedades Experimentales y el Centro de Investigaciones Artísticas.
- En 2010 fue invitado a la 29° Bienla de Sao Paulo en donde presentó El alma nunca piensa sin imagen, una intervención llevada adelante por el colectivo de artistas e intelectuales Brigada Argentina por Dilma. La propuesta desató una encendida polémica y fue parcialmente censurada.