Una niña hace morisquetas frente al espejo roto. A Lía le divierte ver el reflejo dislocado de su lengua y sus ojos. Para María Rosa Lojo, la imagen sirve de símbolo para describir su última novela Lo que hicieron ahí (Corregidor): el reflejo devuelve fragmentos, caras que componen un rompecabezas que los lectores podrán reconstruir uniendo las piezas descolocadas, ocultas o perdidas.

Los relatos hilvanados siguen, sin un orden cronológico, las historias de un grupo de personajes que se anudan a partir de una tragedia que organiza los hechos narrados. El pulso poético marca los diálogos entre los cuentos o capítulos, las repeticiones de los ciclos hablan de la naturaleza humana, los deseos que impulsan a los personajes, sus negociaciones con sus orígenes, sus búsquedas, las violencias y dolores que los atraviesan. La trama se va desenvolviendo y poniendo al desnudo el todo bajo el que las partes crean un sentido global.

“En Lo que hicieron ahí no solo los hechos de la trama, sino los objetos, los seres, los escenarios y las imágenes que los construyen, existen por algún motivo, se conectan entre sí, disparan cadenas de sentidos. No son casuales, sino necesarios: la repetición del fuego en sucesivos hechos trágicos, la función del agua que se oye resonar en lo profundo, o en la que un cuerpo se sumerge para nacer de nuevo, la llanura sobre la que no quedan huellas, pero que ha sido un campo de batalla y es también un cementerio”, comenta Lojo a Clarín Cultura.

"Lo que hicieron ahí", de María Rosa Lojo (Corregidor, $9.800).«Lo que hicieron ahí», de María Rosa Lojo (Corregidor, $9.800).

–¿Cómo fue el proceso de escritura y ensamblaje de esta “novela rompecabezas”?

Lo que hicieron ahí tuvo un laborioso proceso. Lo primero que escribí fue “Perfiles”, el que aún se mantiene como primer cuento (o capítulo); las demás fueron surgiendo como una trama encadenada, a partir de ahí.

“Perfiles” es la matriz de todo el conjunto, desde sus dos protagonistas (que adquirirán relieve al avanzar el libro) y desde la irradiación simbólica de su mismo título.

Es que las historias entrelazadas en los distintos capítulos presentan justamente eso: perfiles de un gran todo, sesgos, fragmentos de los personajes en distintos momentos de sus vidas, que solo la mirada lectora final podrá reunir.

En ese sentido Lo que hicieron ahí también puede definirse como una “novela rompecabezas” que nos habla de una historia en común: la de una familia, en principio, pero también la historia de una sociedad, la de un país. Los cuentos/capítulos fueron reordenados más de una vez, porque en ese conjunto es fundamental el ritmo de las revelaciones que se van produciendo.

–¿Qué representan los títulos de las distintas secciones del libro?

–“El aniversario” alude a un hecho trágico central (el accidente en el que mueren los alumnos de una escuela de educación especial junto con sus maestros) y la manera en que afecta a varios de los personajes; “Nacer” se centra en el camionero que provoca el accidente, en su culpa y también en su redención (o renacimiento, en varios sentidos del término); “Trajes” gira sobre la figura de Arturo Villegas y sus fracasadas estrategias e imposturas para llegar a la cumbre de la sociedad.

“Los que saben” profundiza en los linajes que se cruzan en el libro, desvela las mentiras, traiciones u ocultamientos que los llevaron adonde están, y también aporta inesperadas reparaciones.

En esta sección, Lía, que es una niña desconcertada al principio del libro, ahora se ha convertido en una adolescente reflexiva, con otra familia, y también es la dueña de un saber que no ha buscado.

María Rosa Lojo: "El libro puede definirse como una 'novela rompecabezas'”. Foto: Rafael Yohay/ Prensa CorregidorMaría Rosa Lojo: «El libro puede definirse como una ‘novela rompecabezas’”. Foto: Rafael Yohay/ Prensa Corregidor

–Entre las distintas tramas, hay repeticiones, ecos, como ciclos que se repiten en los que la violencia y las infidelidades son algunos de los ejes. ¿Cómo estructuró esos ciclos? ¿Cuál es la clave que encuentran los personajes para romper con ellos? Ha hablado de Lía como una “Casandra del pasado”.

–Hay una especie de recurrencia trágica, circuitos del error que se reiteran, sobre las mismas huellas. No todos los personajes pueden o quieren romper con ellos.

Hay que logran administrar su libertad sin ser destruidos, ya sea desde el poder (el caso de Jorge Zorraquín) o desde la renuncia consciente a él (como Gabriel Tellechea, su sobrino), o desde un compromiso y un deber que cumplen, aunque sin renunciar a sus asignaturas pendientes (Juárez, Inés Zorraquín).

También hay quienes acceden a un saber que no persiguieron, sino que les fue dado, que les sucedió. Eso pasa con Lía, que parece haber traído, desde la frontera con su propia muerte, un conocimiento hipersensible sobre los móviles y sentimientos de los adultos, y también sobre el pasado de su familia.

Esto no implica que ella entienda de qué se trata, ni que pueda transmitirlo a otros personajes. Como a la Casandra del mito, nadie va a creerle. Salvo los lectores, que han visto desenvolverse, de relato en relato, la compleja trama de violencia que enlaza las vidas.

–El personaje de Arturo Villegas es uno de los más ambiciosos de la novela, responsable de la tragedia que organiza la novela, pero también termina inválido y postrado. ¿Cuál fue la inspiración para ese personaje?

–Villegas no se inspira en una persona real en particular, pero tiene que ver con muchas y sobre todo con una actitud. De algún modo es un héroe trágico cegado en cuanto a sus propias capacidades, que toma las decisiones equivocadas, se deja seducir por falsos resplandores, se engaña. Vive en la simulación, quiere ser quien no es, se enajena de sí.

La Señora (poderosa empresaria con la que aspira a aliarse) lo expone con cruel lucidez ante sí mismo, y aun así persiste obstinadamente en su falsa posición, copia a Gabriel Tellechea, de quien parece un doble fallado, al que lo une solo la semejanza física; es incapaz de construir su propia dicha.

Pierde esa frágil oportunidad con Justina, su mujer: entre ambos “la conexión es imperfecta y fluctúa”, como señala el título de uno de los relatos. Ninguno perdonará al otro, se castigarán mutuamente hasta el final.

María Rosa Lojo: "'Lo que hicieron ahí' tuvo un laborioso proceso". Foto: Rafael Yohay/ Prensa CorregidorMaría Rosa Lojo: «‘Lo que hicieron ahí’ tuvo un laborioso proceso». Foto: Rafael Yohay/ Prensa Corregidor

–Las historias del libro también están atravesadas por distintas etapas de la historia argentina. Por ejemplo, la temática sobre lo oculto se relaciona con la clandestinidad de la guerrilla en los ’70. ¿Por qué era importante entroncar ciertas historias con el contexto?

–Todo sucede de manera natural, porque la historia colectiva no es externa a las vidas de los personajes. Por el contrario, es la atmósfera en la que respiran, el mapa en el que se mueven.

Los traumas que sufrió toda la sociedad van afectando de un modo u otro a los individuos en diferentes épocas: la guerrilla y el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas, la guerra de fronteras, la Campaña al Desierto, y más atrás aún en el tiempo, las guerras civiles.

Los secretos de las familias también están relacionados con esos hechos y por supuesto, con las distintas personalidades de quienes protagonizan los cuentos.

Lojo Básico

  • Buenos Aires, 1954. Es autora de una destacada producción literaria y académica.
  • Su obra creativa, traducida a varios idiomas, incluye las microficciones y los poemas en prosa compilados en Bosque de ojos; las novelas La pasión de los nómades, La princesa federal, Una mujer de fin de siglo, Las libres del Sur, Finisterre, Árbol de familia, Todos éramos hijos y Solo queda saltar.
  • Y las colecciones de cuentos Historias ocultas en la Recoleta (con Roberto Elissalde), Amores insólitos de nuestra historia y Cuerpos resplandecientes. Santos populares argentinos, y el álbum ilustrado El libro de las Siniguales y el único Sinigual, en coautoría con Leonor Beuter.
  • Obtuvo, entre otros, el Primer Premio Municipal de Narrativa de Buenos Aires, el Premio Konex, el Premio Internacional de Poesía Antonio Viccaro 2017 (Canadá), la Medalla de la Hispanidad, la Medalla del Bicentenario, el Premio a la Trayectoria en Literatura 2014 de Artistas Premiados Argentinos, el Gran Premio de Honor 2018 de la Sociedad Argentina de Escritores y el Gran Premio de Honor 2020 de la Fundación Argentina para la Poesía.