Hacer las cosas a disgusto casi nunca sale bien, y menos en ‘First Dates’. Carlos vino convencido por su hija, estuvo toda la cita con cara de perro, e incluso le hizo el feo a Susana de dejar que bailara sola mientras él seguí a cenando.
Buenos días, tristeza
Carlos tiene 60 años, es barcelonés y artista. Le contó a Carlos Sobera que vino obligado por su hija al programa, que rellenó el formulario para tener su cita y ya de paso inscribió a su padre. Buscaba una mujer con tobillos pequeños y ojeras: «Las ojeras dan un toque enigmático».
Susana tiene 64 años, es de Palma de Mallorca y trabaja como maestra de primaria. Dice que se siente un poco invisible porque los hombres nunca le hacen caso. Al verla, a Carlos no le gustó físicamente: «La he visto muy mayor».
Él le dijo que parecía muy hippy y ella le confirmó que durante los años 80 se lió la manta a la cabeza y se fue a vivir a Holanda. Mientras le contaba sus andanzas por el mundo, no tenía muy claro si a Carlos le parecía bien o mal, porque mantuvo una expresión muy seria todo el rato.
Como lo veía tenso, Susana le intentó dar conversación preguntándole por su estado y él le respondió que llevaba divorciado desde hace tiempo, aunque había tenido alguna que otra pareja: «Lo que menos me ha gustado de él es la falta de alegría y de ilusión en la mirada».
«Me parece un hombre triste» reflexionó Susana, cuando le dijo que le encantaba el baile y él contestó que lo odiaba. Vio cómo se confirmaba su suposición en el momento en que pincharon música y ella se levantó para bailar pero Carlos se negó: «Yo no voy a bailar. Baila tú sola, yo te observo».
A Susana le cortó el rollo que él pidiera que pararan la música ya y le echó un poco para atrás saber su peor defecto: «Cuando no me interesa alguien, soy antipático». Eso hizo que, cuando Carlos dijo que no quería una segunda cita porque «no le había entrado por los ojos», a ella no le costara nada rechazarlo también (por eso y por la melena).
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