En una de las primeras fotos en solitario de Javier Milei como presidente argentino, este viste un atildado traje oscuro, está sentado en el despacho de la Casa Rosada y un retrato de Manuel Belgrano parece mirarlo con atención. Belgrano, quien fue un gran admirador de Adam Smith, el padre del liberalismo, está considerado el primer economista argentino, la misma profesión del actual presidente.
La importancia de la imagen en un mundo visual es cada vez más relevante y el nuevo presidente argentino y sus asesores lo saben. Cómo aparece, cómo decora sus oficinas, no son datos menores.
La imaginación histórica por una parte y el cotilleo, por otra, se nutren de las fotos de esos espacios que suelen quedar entre ambigüedades y equilibrios, en los que la geopolítica, y también la cultura, tiene mucho que ver, aunque los gustos personales incidan.
La elección del retrato de Belgrano para acompañarlo en una de sus primeras fotografías oficiales muestra mucho más de lo que revela el encuadre de la foto. Lo mismo pasó con el primer video en vivo como presidente argentino en el que Milei recorre el despacho presentando a amigos y funcionarios de su gobierno y mostrando las paredes en las que cuelgan los mismos cuadros de próceres, elegidos por el anterior presidente Alberto Fernández. Además, este sí los eligió según su gusto, como hizo saber a la periodista Viviana Canosa apenas asumió.
La historia del cuadro
El óleo sobre tela, conocido como Retrato de Manuel Belgrano, no tiene firma y es una copia, entre las muchas que existen, de un poco conocido pintor francés, François Casimir Carbonnier. La obra original se encuentra en el Museo Municipal Dámaso Arce (MDA), de Olavarría, por una donación hecha por los descendientes de Belgrano. Fue encargada en Londres en 1815 por el propio creador de la bandera, quien además le brindó detalles al artista sobre las escenas de guerra que se presentan.
La historiadora Laura Malosetti, autora de El enigma de los retratos de Manuel Belgrano, escribió: “Es un bello cuadro en el que Belgrano aparece elegante y en actitud meditativa, sentado en una silla estilo imperio, en un ambiente refinado y austero, con cortinados de terciopelo rojo y con las piernas cruzadas, enfundadas en pantalones amarillos, sosteniendo un objeto casi oculto en su mano (que ha sido identificado como un pastillero), sobre el muslo”.
La elegancia del general contrasta con la escena de guerra que, como en un cuadro dentro de otro, se abre tras un cortinado hacia la derecha. Aparece en un extremo la Batalla de Salta, en febrero de 1813, constituyendo un documento histórico, pues se ve por primera vez la bandera celeste y blanca, que en el cuadro y en manos de un soldado tiene solo dos franjas.
Aunque Javier Milei ha dicho que no usará mucho su despacho en la Casa Rosada, si cumple con el protocolo estará obligado a visitarlo y habrá que ver si el Retrato de Belgrano, de gran tamaño, sigue estando en su lugar. Se supone que sí, pues el nuevo presidente ya ha dado algunos pasos en el reconocimiento de la contribución a la economía por parte de quien fuera vocal de la Primera Junta, creador de la bandera y jefe militar de la revolución.
Le preguntamos a Manuel Belgrano, el chozno que heredó el mismo nombre, si su antepasado era realmente admirador de los liberales. A lo que contestó: “Era un hombre de estado. Fue traductor de escritos de Quesnay, el fundador de la fisiocracia. Fue lector de La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith, padre del liberalismo y testigo directo de los sucesos revolucionarios europeos de 1789. Pero Belgrano era un hombre pragmático. Admirador de las ideas económicas de la época, sabía que éstas había que estudiarlas y adecuarlas al lugar donde se vivía. Por ejemplo, en sus escritos habla de temas esenciales como la protección del comercio y la construcción de infraestructura”.
Mucho se ha especulado alrededor de si la imagen de Belgrano, también utilizada en papel moneda, es el verdadero rostro del prócer. El retrato que está en la Casa Rosada se parece indiscutiblemente y mucho, a su chozno, quien dirige el Instituto Nacional Belgraniano, institución que pronto cumplirá 80 años.
Algunas informaciones equivocadas adjudican la copia del despacho presidencial a Fortunato Fontana o a Prilidiano Pueyrredón, lo cierto es que las que ellos hicieron se conservan en el Museo Histórico y en el Club del Progreso, hoy Jockey Club.
De los cuatro retratos de próceres que también se pudieron ver en el despacho de la Rosada durante el primer video en vivo del presidente Milei, dos están firmados, el Retrato de Mariano Moreno, por Pedro León Maximiliano María Subercaseaux Errázuriz, un aristocrático pintor chileno y el Retrato del General Martín de Güemes, por Miguel, C. R.
El Retrato de San Martín y de Belgrano son de autores desconocidos. A todos ellos los devolvió a su lugar el anterior presidente Alberto Fernández cuando asumió. Cuatro años antes, su predecesor, Mauricio Macri, había poblado de arte contemporáneo argentino la oficina presidencial, con obras en comodato de varias galerías de arte, porque según dijo públicamente, «sentía que me miraban todo el tiempo». Esos próceres.
A su turno, en la declarada esperanza de que los próceres lo inspiraran, el presidente Fernández quitó «todo el arte moderno», según observó, con desdén por la abstracción en una de sus entrevistas televisivas con Canosa.
También recuperó un retrato de Juan Manuel de Rosas; «como Axel (en relación al gobernador Kiciloff) me pidió un cuadro lindo del caudillo extraordinario que fue Rosas, yo al final se lo pasé a él», agregó en una entrevista.
Así, algunos de los cuadros ya habían estado colgados históricamente en la Casa Rosada y mantenidos en su lugar durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, también de Carlos Menem, aunque durante la presidencia del riojano se rescatara el decreto 2318 de 1974, que prohibía exhibir obras de arte provenientes de museos en despachos institucionales y que entrara un marchand privado con obras en comodato.
Al gusto presidencial
Sobre los gustos artístico de Javier Milei se conoce poco. En una Feria arteba, hace pocos años, cuando ya estaba de lleno en la arena política, compró Papel, una obra del talentoso Eduardo Basualdo (Buenos Aires 1977). En cambio, su elección del bastón presidencial tuvo como predominio, antes que los símbolos patrióticos, las imágenes de sus cinco perros.
Sí sabemos por ejemplo, que el actual presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, eligió para su oficina, varias obras, entre ellas los retratos de Thomas Jefferson y el de su adversario político Alexander Hamilton, quien diseñó el sistema financiero de Estados Unidos.
Los colocó uno a lado del otro y lo hizo –según dijo– para recordar que la argumentación y la división son perennes. También eligió un retrato de Franklin D. Roosevelt, obra de Frank O. Salisbury. Las ideas de Roosevelt revitalizaron la economía de Estados Unidos durante la Gran Depresión, además de dirigir el país durante la Segunda Guerra.
Vladimir Putin, que no parece muy afecto al arte, mandó a negociar, sin éxito, la retirada de la National Gallery de Londres del cuadro Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, pintado en 1434 por el flamenco Jan Van Eyck, debido a su “parecido” con el retratado.
A la hora de elegir obras para decorar la Casa Rosada y la Quinta de Olivos, Milei deberá instruir a sus colaboradores de no involucrarse, sin saber en casos como el de los seguros de arte, a propósito de la controversia que se suscitó por las obras que estaban en la Quinta de Olivos.
También tendrá que tener cuidado con las falsificaciones, de las que no se salvan ni los presidentes. Uno de los últimos casos conocidos en Latinoamérica es el del expresidente Sebastián Piñera en Chile, en cuyo despacho del Palacio de la Moneda estuvo colgado un cuadro atribuido al genial Roberto Matta, considerado el principal representante del surrealismo chileno. La obra, propiedad de un importante coleccionista de arte, fue declarada falsa por el hijo del pintor. Cierto o no, fue descolgada de su lugar.
El presidente que convirtió el Ministerio de Cultura en una secretaría tiene muchos ojos que lo miran. No solo los del Retrato de Belgrano.
“El héroe más admirado e indiscutido en la siempre problemática historia argentina”, según Malosetti Costa, Manuel Belgrano murió a los 50 años en Buenos Aires, acompañado por pocos.
En su lecho de muerte le regaló en agradecimiento a José Redhead, su médico personal, un reloj de bolsillo con cadena que le había obsequiado el rey Jorge III de Inglaterra, lo único de valor que tenía el héroe de la Independencia al momento de su muerte. La pieza de oro y esmalte, con una cadena de cuatro eslabones con pasador en la que se puede ver el monograma de Belgrano grabado, fue robado del Museo Histórico Nacional en el 2007.
Aunque quienes lo robaron fueron detenidos y condenados, el destino del reloj permanece como un pacto de silencio entre ladrones. Su recuperación sigue siendo hoy uno de los casos que sigue el Comisario General de Interpol, Marcelo El Haibe, jefe de la División de Protección del Patrimonio Cultural.