Jueves 1 de junio de 1978. En Buenos Aires, Alemania Federal (campeón defensor) y Polonia se enfrentaban a las 16:00 en el estadio Monumental para dar inicio al Mundial 78, en plena dictadura. A la misma hora, y a 12 km de distancia del partido inaugural en River, una veintena de mujeres se reunía en una Plaza de Mayo desolada, otra tarde gris con aroma invernal.

El periodista holandés Frits Barend se hizo pasar por un jugador naranja para entrevistar a Jorge Rafael Videla tras la victoria argentina en el Mundial 78.El periodista holandés Frits Barend se hizo pasar por un jugador naranja para entrevistar a Jorge Rafael Videla tras la victoria argentina en el Mundial 78.

Como cada jueves, desde que el ritual se convirtió en hábito el 30 de abril de 1977, 14 mujeres se congregaron para exigir información sobre sus hijos, esposos y hermanos secuestrados y detenidos sin destino explícito por la dictadura. Un dúo de periodistas holandeses serían los primeros en llamar la atención del mundo sobre el tema de los secuestros clandestinos en Argentina. Por entonces, ya se conocían los efectos de la represión chilena, bajo el dictador Augusto Pinochet, y arreciaba en Europa el boicot a la Copa a partir de acciones de los exiliados argentinos. Pero en casa, los secuestros y pedidos de hábeas corpus se acumulaban bajo el radar de la mayoría.

Los periodistas Frits Barend y Jan Van der Putten lograron el primer testimonio dado a conocer a la opinión pública neerlandesa y de allí, repercutió en numerosos medios europeos. Ambos expresaban así las denuncias que ya venían realizando –incluso con el accionar de la Triple A antes del Golpe– los numerosos militantes y guerrilleros exiliados en Europa; muchos de ellos, residían en la tolerante Holanda (hoy Países Bajos), por entonces con un gobierno hospitalario y de izquierda.

El testimonio de los periodistas –uno de ellos, simuló ser cronista deportivo– revela hasta qué punto el fútbol y la dictadura operaban juntos. El Mundial ‘78 fue la mayor operación de softpower de la dictadura, que desde sus preparativos tuvo una férrea campaña de denuncias por parte de los exiliados. Incluso, algunos historiadores asemejan la Copa con el uso que Hitler le dio a los Juegos Olímpicos en Berlín 1936.

Los periodistas holandeses, en rigor, convirtieron esas marchas silenciosas en la gran noticia que ocupó portadas en los medios de Europa. “Por favor, ayúdenos. Son nuestra última esperanza”, decía Marta Morena de Alconada Aramburú frente a las cámaras. Angustia y desesperanza. Su rostro desencajado lo decía todo.

La entrevista de van der Putten significó un potente foco internacional al reclamo de estas mujeres que buscaban saber el paradero de sus familiares, y el mundo empezó a pedir explicaciones a Videla. Desde entonces, las Madres ya no estuvieron solas: su reclamo se hizo bandera y aún continúa latente en la búsqueda de nietos recuperados y desaparecidos en la dictadura.

A 48 años del último Golpe de Estado en Argentina (1976-1983), dialogamos con ambos periodistas holandeses –aunque por separado– para reconstruir aquel histórico episodio y cómo ellos ayudaron a visibilizar la lucha de los familiares argentinos.

–¿Cómo supieron de este grupo de mujeres en Plaza de Mayo?

Frits Barend: En ese momento yo trabajaba para el Vrij Nederland, un semanario de política muy importante de la izquierda en Países Bajos. Antes de ir al Mundial argentino sabía que las Madres se reunían cada jueves en la Plaza de Mayo. En Holanda había gente que conocía su historia. Entendí que no solamente era un Mundial de fútbol sino también de Derechos Humanos. Por eso, hice un curso de español para venir ir a la Argentina, para ayudar en la causa por los Derechos Humanos. Quería hablar con los argentinos pero la Junta Militar quería demostrar que Argentina era un paraíso. La apertura se hizo un jueves 1 de junio a las 16:00. No fue un viernes ni sábado, como ocurre en la Copa del Mundo. Sabía que a esa hora se reunían las Madres de Plaza de Mayo. En lugar de ir al estadio, decidí ir a la zona de Casa Rosada a las 16:00. A esa hora llegaron unas 25 mujeres al centro de la Plaza. Les dije que era periodista de Países Bajos. Me dijeron: “Por favor, escriban sobre nosotros: ¡dónde está mi esposo, mi hijo, mi tío, mi padre!”. Lloraban. Me dieron sus teléfonos, cartas y flores. Hablé unos cinco minutos con ellas. No había nadie más en el lugar: solamente las mujeres y yo.

–¿Sintió miedo en ese momento?

–Cuando volví al hotel, llegó mi compañero, que había ido al estadio. Eran las 20:30. Le pedí que durmiéramos juntos en una misma habitación porque no sabía qué me podía pasar, ya que cuando estaba hablando con las mujeres en Plaza de Mayo había hombres vestidos de civil que decían “son putas, no tiene que creerles lo que dicen”. Parecían policías de civil e hicieron fotos. También había guardias en las terrazas de los edificios que dan a la plaza. Estaban vigilando la zona.

El periodista holandés Frits Barend, en un acto oficial.El periodista holandés Frits Barend, en un acto oficial.

–Pero finalmente pudo escribir la nota.

–Al otro día nos fuimos a Mendoza. Ahí escribimos la historia: mi colega, la del estadio y yo, sobre lo que estaba pasando con las mujeres en la Plaza de Mayo. En ese momento no había fax, solamente télex. Después de varias horas pude mandar la nota a Holanda.

–Usted fue el primer periodista extranjero en entrevistar a las Madres.

–No lo sabía antes, pero después me di cuenta de que sí, había sido el primero. Ellas me decían: “por favor, escriba sobre nosotras”. Eso nunca lo voy a olvidar. Nunca entendí la importancia de mi entrevista. Recién lo comprendí cuando estuve el año pasado en Argentina.

–¿Qué pensó ante el ruego de esas mujeres?

–Yo entendía sus emociones. Soy judío: he perdido a 42 familiares en Auschwitz, sólo se salvaron mi padre y mi hermano. Por eso, tengo el mismo sentimiento que ellas cuando no has hecho nada y vienen a buscarte a tu casa para hacerte desaparecer. Las madres no mentían. He visto sus ojos. Esos ojos no mienten.

–Usted fingió ser jugador de Holanda y le preguntó a Videla por los desaparecidos.

–Así es. Wim Rijsbergen (lateral derecho) en ese momento también era pelirrojo como yo. Le pedí su carnet y una foto y me lo dio. Los jugadores ayudaron mucho: entienden nuestra profesión y querían saber qué pasaba en Argentina.Tras la final, cuando estábamos en el banquete, la organización del Mundial pensó que éramos jugadores. Los camareros no sabían nada. El presidente de la federación estaba muy nervioso, no quería que estuviésemos ahí. Cuando lo vi a Videla en la mesa principal, le dije al fotógrafo que era el único momento que podíamos hacerle la entrevista. Entonces, le pedí que me sacara una foto con Videla como prueba para mostrar que estaba allí. La entrevista duró unos cinco minutos. Le dije: “Felicitaciones. Jugaron una gran final”. Como había estado con las mujeres en Plaza de Mayo, le pregunté: “¿Dónde están sus padres y sus hijos? ¿Dónde están los desaparecidos?”. “Son mentiras”, me respondió Videla. “No son mentiras, he hablado con esas mujeres. Sus padres, sus hijos y sus hermanos están desaparecidos. Sabe, toda mi familia murió en Auschwitz”, le respondí. Después de esos cinco minutos, vino gente que se acercó y me pidió por favor que lo dejara comer.

–Jan, ¿se enteró de la existencia de las Madres de Plaza de Mayo por los exiliados en Europa?

Jan van der Putten: Después del golpe militar de Pinochet en Chile fui corresponsal en Argentina desde 1973 -cuando Perón regresó al poder- hasta 1976, cuando tuve que irme por el Golpe del 24 de marzo. Me fui aVenezuela pero seguía de cerca todo lo que pasaba en Argentina. En 1977 supe muy rápido de la existencia de las Madres de Plaza de Mayo. Venezuela era un país democrático y tenía muchos refugiados de otros países latinoamericanos. Ahí conocí a varios argentinos. Durante un año y pico viví con Tomás Eloy Martínez en la misma casa. Él era una figura muy importante del periodismo argentino y gran conocedor de Perón. Ahí me enteré automáticamente.

–Después volvió al país para cubrir el Mundial.

–En 1978 se dio la oportunidad de regresar a la Argentina cuando me disfracé de periodista deportivo. Frits fue a la plaza 1 de junio de 1978, el día de la inauguración del Mundial 78. Yo lo hice el jueves 8, una semana después, para un canal de TV. El Mundial fue una operación de relaciones públicas para tener una buena imagen en el exterior. “Los argentinos somos Derechos y Humanos”, decían los militares.

–¿Pensaba que ese video iba a tener la repercusión que tuvo en todo el mundo?

–No lo sabía. Pero yo no estaba ahí por la televisión sino por una serie de transmisiones radiales holandesas junto con dos colegas. Cada día hacíamos reportajes de radio sobre todos los temas en Argentina –menos el deporte– con gente que utilizaba el Mundial como una manera de entrar en la problemática. Yo no trabajaba para la TV sino para la radio, pero el equipo de TV me pidió hacer la entrevista porque era el único que hablaba español y conocía cuál era el problema, naturalmente. Era todo tan obvio… Pero no fue estrictamente una entrevista. Simplemente, fue entregar el micrófono para que ellas hablaran, una de las entrevistas más simples que hice en esta profesión. No hay que olvidarse que, antes del Mundial, en Holanda había una gran campaña para no participar de la Copa. Se hablaba permanentemente sobre la violación de los Derechos Humanos en Argentina.

–¿Las Madres ya usaban el pañuelo blanco en la cabeza?

–Algunas. Hebe de Bonafini estaba ahí y ya lo usaba. Pero no todas lo tenían. Era un ambiente bastante amenazador: un policía intentó apagar el grabador y después dijo: “dispérsense”. Había una medida anti protesta ya que la gente no podía reunirse en la calle, como bajo el Estado de Sitio. Por eso las Madres hacen las vueltas sobre la pirámide ya que no podían estar de pie.

–Ser extranjero no daba inmunidad. ¿Tuvo dimensión del peligro que significaba estar allí?

–No había muchos policías pero comenzaron a molestar de manera provocadora. Había un señor que les gritó a las mujeres: “ustedes tienen que estar orgullosas por el hecho de que han dado a sus hijos para salvar al país de esta locura total”.

–¿Usted fue amenazado?

–Ésa es una historia truculenta. Habíamos tocado varios temas, incluso, sobre los aviones que los militares utilizaban para tirar a los desaparecidos al río y otras cuestiones, como los problemas de educación, problemas sociales, especialmente temas sobre Derechos Humanos. Todo eso nos costó una amenaza de muerte antes del final del Mundial. La siguieron a la novia de uno de los tres colegas que teníamos alquilado un departamento en Buenos Aires. Cuando salió a la calle, la siguió un hombre muy bien vestido. La paró en la boca del subte y, como ella no podía sacárselo de encima, le preguntó: “¿Qué quiere?”. “Deciles a tus amiguitos que se comporten bien”, le respondió el hombre. “Si no se comportan bien se van a atener a las consecuencias”, continuó.

Denuncias durante el Mundial 78. Daniel Passarella junto a Jorge Rafael Videla.Denuncias durante el Mundial 78. Daniel Passarella junto a Jorge Rafael Videla.

–¿Cómo se llevaron la cinta de vuelta a casa?

–Fue a través de un piloto de Lufthansa. El director de la transmisión estaba tomando algo en el hotel y en la mesa de al lado estaba el piloto. Comenzaron a hablar y le preguntó si estaba dispuesto a llevar la cinta a Frankfurt. “¡Ningún problema!”, le dijo el piloto. El día después la cinta viajó a Frankfurt: allí estaba listo personal de la TV holandesa para buscarla. Inmediatamente fue transmitida: naturalmente, era la gran actualidad de lo que ocurría en Argentina.

–Su nota tomó trascendencia. ¿Se considera el primer divulgador de estos casos?

–Facilité la comunicación internacional. Eso lo noté cuando en octubre de 2023 una semana en Argentina. La Casa Ana Frank de Buenos Aires me invitó por los 40 años de la democracia. Participé de varias actividades en la ESMA, en la Legislatura de Buenos Aires, en el Senado y en el Estadio de River Plate. He tenido muchas entrevistas en radio, TV y en varios periódicos. Hablé en muchos lugares, he dialogado con tanta gente… era muy motivante. También hablé en el Senado. Fue muy especial.

–¿En algún momento sintió que su vida corría peligro?

–Durante el Mundial, no. Me sentía protegido por ser periodista deportivo. Pero los meses después del Golpe fueron horribles. Son historias truculentísimas. Después de un viaje que hice por Centroamérica y Cuba, cuando regresé a la Argentina, no me atreví más a dormir en mi propia casa. Sabía de gente que había sido arrestada y desaparecida. A otros también los mataron por figurar sus direcciones en las libretas de apuntes de amigos.