En la acción que hace posible el movimiento hay algo mecánico, una relación con el cuerpo que supone la concepción misma de un artefacto en respuesta a un impulso. El cuerpo se vuelve máquina. Tres placas giratorias entran en relación con el cuerpo de las performer que corren o caminan en un ritmo que enfrenta y establece una alianza signada por el equilibrio, con esa velocidad.
En Sobre sí mismo tres esferas inclinadas se mueven mientras la cámara de un celular, colocada en cada extremo, promete grabar esa proeza. En cada una de estas estructuras una bailarina o performer corre como si el esfuerzo que signara ese pasaje tuviera que ver con una escena imaginaria, con la propia calidad de ese cuerpo que se agita y persigue algo. Una de ellas comienza a caerse en un intervalo de tiempo determinado por un uso coreográfico del cuerpo y cada contacto con ese suelo móvil amenaza con expulsarla de ese circuito técnico que tiene como especialista a Teófilo Eliseo Mena.
Lucía Bargados, María Kuhmichel y Fernanda Brewer interpretan ese vértigo, el prodigio de ganarle al equilibrio y también a una velocidad, porque cada giro de esas placas responden a sus movimientos en un circuito que construye un efecto visual y sincrónico pero que escapa a su propio cuerpo.
Movimientos desafiantes
Hay un percibirse máquinas ellas también, una voluntad de hacer de la lógica del movimiento un hecho visible, dispuesto a ser desmenuzado por el ojo del espectador, como si ante la presencia de las tres performer que se agitan, caen y se levantan, entendiéramos una forma que hace del cuerpo un sistema de movimientos desafiantes donde todo es equilibrio y destreza
El ensimismamiento que propone el título de esta performance creada por Melisa Zulberti implica la contradicción de un movimiento que siempre queda en el mismo espacio pero, justamente, esa permanencia hace más visible la forma en que cada pieza se mueve.
Las performer podrían ser objetos también de esa mecánica, sujetos reducidos a la lógica de un funcionamiento que, por momentos, rompe toda simetría y correspondencia.
Lo visual se juega en esta pieza (que motivó la selección de Melisa Zulberti a participar de la Biennale di Danza di Venezia 2024 donde presentará en el mes de julio un nuevo material llamado Posguerra) como una arquitectura humana que se constituye en los efectos de exigirle al cuerpo velocidades y detenciones, caídas, incluso secuencias donde esos cuerpos son expulsados de la circunferencia, un espacio que hace de la precisión un elemento dramatúrgico esencial, la trama de esta situación.
«Lo visual se juega en esta pieza (que motivó la selección de Melisa Zulberti a participar de la Biennale di Danza di Venezia 2024 donde presentará en el mes de julio un nuevo material llamado Posguerra) como una arquitectura humana que se constituye en los efectos de exigirle al cuerpo velocidades y detenciones, caídas, incluso secuencias donde esos cuerpos son expulsados de la circunferencia, un espacio que hace de la precisión un elemento dramatúrgico esencial, la trama de esta situación.»
El sonido (en la composición musical y ejecución en vivo de Julián Tenembaum) es una consecuencia de lo que vemos, un resabio industrial ordenado para responder a esos movimientos como si en esta investigación sobre el cuerpo y la técnica se intenta extirpar un lenguaje que hace a la facultad misma de esos desplazamientos atornillados en las esferas. La danza es aquí una manifestación de ese territorio en una lógica donde el humano se descifra en el armado maquínico.
Si la relación del humano con la técnica merece hoy numerosas reflexiones, Zulberti piensa esa técnica desde un recurso más ligado a la ingeniería del movimiento, a una forma más industrial que digital donde es el cuerpo en su tracción a sangre el que debe responder al engranaje de ese sistema maquínico.
En Sobre sí mismo, la experiencia sigue siendo inapelable porque el cuerpo es imprescindible, el vínculo con la técnica implica un reto, un modo de entenderse con esa circunferencia que no para de girar como un acuerdo donde los objetos que componen esta performance (que es también un dispositivo escultórico, un material que puede integrarse dentro de las artes visuales) posee un agenciamiento que modifica a las intérpretes. No se trata tanto de un elemento del entorno sino de una estructura que establece una complicidad íntima con el cuerpo.
Imágenes deformadas
Cuando vemos en un video el registro que esos celulares realizaron de la hazaña de la que somos testigos en el diseño audiovisual y video en vivo de Frederico Castro, las imágenes surgen extrañas, como deformadas por esa visión, susceptibles de un sueño, borrosas. Lo que vimos y lo que ellas reflejan son narraciones distintas.
En este sentido Zulberti plantea un conflicto entre el cuerpo y la máquina que se nutre de cierta complementariedad, incluso de una asimilación e imitación de cada uno de los recursos que intervienen como una continuidad del movimiento.
Su mirada está más cerca de Tiempos modernos de Chaplin que de las costumbres de la vida virtual porque en esa dramaturgia ligada a la técnica, incluso en ese automatismo del cuerpo, hay algo de lo humano que siempre resurge, una emoción o un esfuerzo que es propio de la experiencia de vérselas con ese obstáculo, con ese límite o astucia que la máquina propone.
Sobre sí mismo se presenta el viernes 31 de mayo y el sábado 1 de junio a las 19 en el Centro Cultural Borges