Cierto día de 1855, un hombre entró en la redacción de un diario en Sydney, Australia, con un extraño pedido. Descrito más tarde como “hombre de color” con “ojos vivaces e inteligentes” y acento estadounidense, el hombre buscaba un ejemplar de la Constitución de EE.UU.

"The United States Governed by Six Hundred Thousand Despots" (Los Estados Unidos gobernados por seiscientos mil déspotas), una denuncia de la esclavitud escrita por un antiguo esclavo llamado John S. Jacobs, se publicó en un periódico australiano en 1855 y luego cayó en el olvido. Arriba, un retrato al óleo de 1848 que podría representar a Jacobs.Foto: Amani Willett para The New York Times«The United States Governed by Six Hundred Thousand Despots» (Los Estados Unidos gobernados por seiscientos mil déspotas), una denuncia de la esclavitud escrita por un antiguo esclavo llamado John S. Jacobs, se publicó en un periódico australiano en 1855 y luego cayó en el olvido. Arriba, un retrato al óleo de 1848 que podría representar a Jacobs.Foto: Amani Willett para The New York Times

Minutos después, el cliente adquiría el ejemplar buscado junto con un libro reciente sobre la historia de Estados Unidos. Dos semanas después, la misma persona regresó con un texto propio de casi 20.000 palabras y un titular contundente: Estados Unidos gobernado por seiscientos mil déspotas (en su inglés original, The United States Governed by Six Hundred Thousand Despots).

La primera mitad del material presentaba el relato del nacimiento del autor como esclavo en Carolina del Norte alrededor de 1815, su fuga del amo esclavista, sus años en un barco ballenero y luego su partida de “la tierra de los libres” hacia las costas de Australia, donde se había puesto a trabajar en yacimientos de oro.

La segunda mitad era una larga y devastadora condena del país que el individuo había dejado atrás, en particular de su venerado documento fundacional.

Demonio con piel de oveja

“Ese demonio con piel de oveja llamado Constitución de los Estados Unidos”, escribía el desconocido, es “la gran cadena que une al norte y al sur, una unión para robar y saquear a los hijos de África, una unión cimentada con sangre humana y ennegrecida por la culpa de 68 años”.

El diario publicó la narración de forma anónima, en dos entregas, atribuyéndola únicamente a “Un esclavo fugitivo”. Se desconoce cómo fue recibida.

Desde entonces las palabras de aquel hombre permanecieron sin que se las leyera, olvidadas hasta hace unos años, cuando un estudioso de literatura estadounidense las encontró una noche mientras investigaba en la base de datos de un periódico en internet.

University of Chicago Press las publica ahora por primera vez en 169 años, bajo su título original inquebrantable y con el nombre del autor, John Swanson Jacobs, estampado en la portada.

Los estudiosos afirman que el relato, publicado fuera de la red de guardianes abolicionistas blancos, es único por su perspectiva global y su inquebrantable acusación a Estados Unidos.Los estudiosos afirman que el relato, publicado fuera de la red de guardianes abolicionistas blancos, es único por su perspectiva global y su inquebrantable acusación a Estados Unidos.

El redescubrimiento de una narración de alguien esclavizado olvidada hace largo tiempo ya sería notable de por sí. Pero además esta obra, dicen los académicos que la han visto, es única por su perspectiva global y su furia sin censura, proveniente de un hombre que vivía lejos de la red transatlántica de abolicionistas blancos que a menudo limitaban lo que la gente que había estado en cautiverio podía escribir sobre sus experiencias.

Y su reaparición se produce con un toque sorprendente: John Swanson Jacobs era hermano de Harriet Jacobs, cuya autobiografía de 1861 Incidents in the Life of a Slave Girl (Incidentes en la vida de una joven esclava), primera narración que se publicó sobre personas esclavizadas escrita por una mujer afroamericana anteriormente esclava, se considera hoy una piedra angular del canon literario del siglo XIX.

En la actualidad, a John Jacobs se lo recuerda principalmente como una nota a pie de página de la historia de su hermana. Pero Jonathan D.S. Schroeder, el estudioso que redescubrió la narración, dice que espera que el libro devuelva a John a la historia, colocándolo en la tradición de la radicalización negra que va desde el incendiario panfleto de 1829 “Appeal to the Colored Citizens of the World” (aproximadamente, Llamamiento a la ciudadanía de color del mundo) de David Walker hasta el movimiento Black Lives Matter en nuestros días.

La narración es un “espectacular ejercicio de libertad autobiográfica”, sostiene Schroeder. Y plantea una pregunta más profunda: ¿cómo habrían contado sus historias otras personas anteriormente esclavizadas, incluida la hermana famosa de Jacobs, si realmente hubiesen podido escribir libremente?

Género de cosecha propia

Los relatos de personas esclavizadas se consideran el único género literario autóctono de Estados Unidos, aunque también complicado. Hasta bastante entrado el siglo XX los textos de ese tipo estuvieron sometidos a preguntas sobre su autenticidad y el grado en que habían sido moldeados, o incluso fabricados, por editores blancos.

Pero en nuestros días los aproximadamente 200 que sobrevivieron son apreciados como testimonio directo de la esclavitud y como semillero de una tradición literaria que se extiende desde Frederick Douglass y Sojourner Truth hasta Toni Morrison y Colson Whitehead (cuya novela El ferrocarril subterráneo se inspiró en parte en el libro de Harriet Jacobs).

Schroeder fue a dar con el texto de John Jacobs de 1855 mediante una extraña puerta trasera. En 2017 acababa de terminar sus estudios de posgrado en inglés y estaba tratando de convertir en libro su tesis doctoral sobre la historia de la nostalgia.

Hoy podemos pensar en la nostalgia, término acuñado en la década de 1680 por un médico suizo, como un estado agradablemente melancólico. Pero se originó como diagnóstico médico a menudo aplicado a prisioneros, soldados y otras personas consideradas “irracionalmente” nostálgicas, entre ellas la gente esclavizada.

El relato de Jacobs apareció originalmente en abril de 1855 en The Empire, un periódico de Sidney, Australia, acreditado sólo a "un esclavo fugitivo".El relato de Jacobs apareció originalmente en abril de 1855 en The Empire, un periódico de Sidney, Australia, acreditado sólo a «un esclavo fugitivo».

Una noche, después de un día de dedicarse a una solicitud de empleo, Schroeder investigaba en internet tratando de deshacerse de su «ansiedad por estrés». Había estado leyendo la biografía de Harriet Jacobs escrita en 2004 por Jean Fagan Yellin y lo fascinaba el hecho de que tanto el hermano como el hijo de Harriet, Joseph, se hubieran ido a Australia, “físicamente lo más lejos que se podía estar de Estados Unidos”, como expresó el académico.

Joseph Jacobs murió en Melbourne, Australia, aparentemente por suicidio, alrededor de 1860. ¿Habrá figurado la causa de su muerte como “nostalgia”?, se preguntó Schroeder. Buscando más información, comenzó a introducir varias alternativas ortográficas (incluidas algunas con errores deliberados) de los nombres de ambos hombres en Trove, una base de datos de periódicos australianos digitalizados.

Seiscientos mil déspotas

Casi de inmediato aparecieron dos artículos, publicados en días subsiguientes de abril de 1855, con el mismo título llamativo: “El gobierno de los Estados Unidos por seiscientos mil déspotas: una historia de esclavitud verídica”.

«Sentí como si me hubiera golpeado la descarga de un rayo«, cuenta Schroeder. Pero tampoco quiso entusiasmarse demasiado. «Sé con qué frecuencia estas cosas resultan no ser lo que parecen.»

La narración comienza con el nacimiento del autor anónimo en Edenton, estado de Carolina del Norte, donde también nació Harriet Jacobs. Mientras leía la primera entrega, Schroeder notó muchos otros detalles que coincidían con los del libro todavía sin editar de Harriet.

Más adelente, hacia las dos terceras partes del relato, había una descripción de una carta que el autor le había dejado a su esclavizador en 1839, poco antes de escapar de un hotel donde estaban alojados en la ciudad de Nueva York y huir en barco.

Jonathan D.S. Schroeder, estudioso de la literatura, encontró el texto durante una búsqueda en una base de datos de periódicos en línea. "Fue como ser alcanzado por un rayo", dijo. Foto: Amani Willett para The New York TimesJonathan D.S. Schroeder, estudioso de la literatura, encontró el texto durante una búsqueda en una base de datos de periódicos en línea. «Fue como ser alcanzado por un rayo», dijo. Foto: Amani Willett para The New York Times

“Señor, lo he dejado a usted para no volver”, escribió el fugitivo. La carta estaba firmada así: «Nunca más suyo, John S. Jacob».

Los editores habían quitado una letra del apellido. Pero claramente éste era Jacobs. “Entonces, dejé que la descarga me golpeara con toda su fuerza”, concluye Schroeder.

Al día siguiente el investigador se puso en contacto con Caleb Smith, profesor de inglés de la Universidad de Yale, para pedirle consejo. Smith, que fue noticia en 2013 por autentificar las memorias más antiguas que se conocen de un estadounidense negro encarcelado, de la década de 1850, calificó la narración de Jacobs como un hallazgo “apasionante”.

«Estamos acostumbrados a pensar en la esclavitud en términos de voces silenciadas, historias perdidas, vidas que sólo dejaron rastros crípticos en los archivos», comentó Smith por correo electrónico. «Pero aquí la voz es fuerte y clara con toda su rabia«.

Manisha Sinha, destacada historiadora de la abolición, de la Universidad de Connecticut, lo denominó “un gran descubrimiento” y “una sorpresa”, lo cual contribuye a nuestra comprensión de la evolución del activismo negro contra la esclavitud.

Los historiadores especializados conocían a John Jacobs como un participante apenas documentado en los círculos abolicionistas radicalizados de la década de 1840, que a veces daba conferencias junto a Frederick Douglass, su vecino en Rochester, estado de Nueva York.

En 1851, Douglass rompió relaciones con el abolicionista blanco William Lloyd Garrison, cuya visión de la Constitución rechazó por estimarla un irredimible “pacto con la muerte”. Pero a diferencia de Douglass, la historiadora Sinha dijo “Jacobs no renuncia a su acusación radical contra Estados Unidos”.

Harriet Jacobs, hermana de John Jacobs, en 1894. Su autobiografía de 1861, "Incidentes en la vida de una niña esclava", es reconocida hoy como una piedra angular de la literatura estadounidense del siglo XIX. Foto: Gilbert StudiosHarriet Jacobs, hermana de John Jacobs, en 1894. Su autobiografía de 1861, «Incidentes en la vida de una niña esclava», es reconocida hoy como una piedra angular de la literatura estadounidense del siglo XIX. Foto: Gilbert Studios

Esparcido en los archivos

Schroeder, que tiene ahora 43 años y enseña en la Escuela de Diseño de Rhode Island, inicialmente no estaba seguro de qué hacer con el descubrimiento. Un agente literario le recomendó que investigara en función de una biografía completa para publicarla junto al texto. De manera que el académico pasó de ser estudioso de la literatura interpretativa a convertirse en anticuado sabueso de archivos.

En la actualidad muchos expertos en la esclavitud enfatizan los silencios y los sesgos de los archivos. «Es importante saber que los registros que estás viendo no fueron creados para preservar la vida de la persona sobre la que estás escribiendo y, a menudo, es todo lo contrario», aclara Schroeder.

La mayoría de los conocedores de la especialidad había supuesto que Jean Fagan Yellin, que estuvo tres décadas investigando a Harriet Jacobs, había rastreado la mayor parte de lo que era posible encontrar sobre la familia Jacobs. (Yellin murió en 2023.) Pero Schroeder encontró muchos registros que habían pasado desapercibidos antes, incluido un olvidado retrato al óleo de 1848 que, según él, representa a John Jacobs.

En Boston descubrió documentos judiciales que describían el intento de escapar de la esclavitud por parte de los bisabuelos de Jacobs en la década de 1790. En Londres encontró registros de barcos que le permitieron seguir los viajes de Jacobs después de dejar Australia hacia Londres en 1856.

Desde su base en Londres, Jacobs pasó los siguientes 15 años trabajando en barcos que transportaban azúcar del Caribe, naranjas del Mar Negro y algodón de Egipto. También ayudó a terminar la línea telegráfica transatlántica y en 1869 navegó a Bangkok en una cañonera entregada como regalo para el nuevo rey de Siam.

Escribe Schroeder que Jacobs «vivió una vida que fue incluso más increíble que su narración». Pero a sus rastros, agrega, los “desparramó el viento”.

En 1860, cuando el libro de Harriet Jacobs estaba a punto de aparecer, John decidió volver a publicar su propio relato. Antes de viajar a Brasil le confió el texto a una revista londinense llamada Leisure Hour.

Schroeder utilizó los registros de los barcos para rastrear los viajes de John S. Jacobs a la India, Egipto, el Mar Negro y otros lugares. Aquí, un libro de cuentas muestra su nombre y lugar de nacimiento. Foto: Amani Willett para The New York TimesSchroeder utilizó los registros de los barcos para rastrear los viajes de John S. Jacobs a la India, Egipto, el Mar Negro y otros lugares. Aquí, un libro de cuentas muestra su nombre y lugar de nacimiento. Foto: Amani Willett para The New York Times

Los editores lo recortaron casi hasta dejarlo en la mitad, eliminando la mayoría de sus argumentos políticos y convirtiéndolo en una historia más convencional de sufrimiento y escape. Y el título original desapareció, con su ataque a los 600.000 “déspotas” estadounidenses que eran dueños de seres humanos semejantes.

«Eliminaron el contrato radical al cual Jacobs propone que se someta el público lector «, destaca Schroeder, «y que consiste en prestar atención no a la gente esclavizada que sufre, sino a la gente y las leyes que crean el sufrimiento».

Hermano y hermana

John Jacobs murió en 1873, pocos meses después de regresar a Estados Unidos. Es probable que hoy algunos pocos peregrinos literarios de los que van al cementerio Mount Auburn de Cambridge, Massachusetts, para visitar la tumba de Harriet Jacobs se detengan ante el pequeño indicador colocado en el césped aledaño, donde se lee simplemente «Hermano».

Pero Schroeder espera que su investigación impulse un replanteo de las historias interconectadas de la pareja hermana.

El libro de Harriet Jacobs, que tiene descripciones desgarradoras de abuso sexual, tomó prestadas convenciones de la novela sentimental para llegar mejor al público objetivo antiesclavista de las mujeres blancas del norte estadounidense. El relato de John Jacobs, escribe Schroeder, es “en esencia poco sentimental”. ¿Pero originalmente se pretendía que ambas historias fueran tan diferentes?

Harriet y John, relata Schroeder, comenzaron a pensar en sus libros en el período en que vivían juntos en Rochester, a fines de la década de 1840, y posiblemente «tenían la intención de que sus historias se leyeran juntas». Y a finales de la década de 1850, al decir del investigador, John pareció animarla a Harriet, que visitó Londres, a publicar su libro allí.

En su biografía, la historiadora Yellin narra que Harriet Jacobs pasó tres años intentando que se publicara su libro, lo que implicaba obtener el visto bueno de benefactores blancos. En dos ocasiones pidió el apoyo de Harriet Beecher Stowe, pero le fue negado. Cuando finalmente Incidentes en la vida de una joven esclava se publicó en 1861, en Boston, el editor blanco lo revisó en profundidad y rindió homenaje final al abolicionista radicalizado John Brown.

Al final de su libro, Harriet Jacobs describe la partida de su hermano a California. ¿Cómo habría sido el libro de ella terminado, piensa Schroeder, si Harriet se hubiera unido a John y después, como él, hubiese ido aún más lejos?

«Había limitaciones invisibles para los autores anteriormente esclavizados que permanecían en Estados Unidos», explica Schroeder. Sin las dos versiones de la narración de John Jacobs, «no veríamos eso tan claramente».

© The New York Times / Traducción: Román García Azcárate