Ahora, después de la primera medalla de oro conseguida para la Argentina por el cordobés José ‘Maligno’ Torres Gil, que a sus 29 años se quedó con el primer puesto en BMX freestyle masculino en los Juegos Olímpicos París 2024, todos conocen la sigla de tres letras. Pero antes, BMX era una contraseña para pocos. La escritora Paula Bombara era una de esas pocas y en 2011 metió esas bicicletas pequeñas y las acrobacias que sobre ellas se hacen en una novela juvenil titulada Solo tres segundos (Norma).
Esta semana, mientras Torres Gil volaba con su bici, muchos lectores le escribieron para recordar que, si sabían de qué iba ese ir y venir deslumbrante, era gracias a su novela. Ella lo recordó en redes sociales: “BMX Freestyle. Me sumergí en esto allá por 2009, 2010, cuando estaba escribiendo Solo tres segundos. Me cautivó. Ojalá hubiera más pibis arriba de estas bicicletas. Festejé cuando lograron que fuera deporte olímpico. El Maligno es un genio. Hoy sentí una gran alegría por él, por su hermano, por todxs lxs ciclistas BMX y por todxs lxs deportistas que nos están representando allá en París. Prácticamente sin apoyo económico, a pura garra y argentinidad”, escribió.
Ahora, es una tarde nublada en Buenos Aires y Bombara hizo una pausa en su rutina. Antes y después de aquella novela, sus libros compusieron una trayectoria en la que se mezclan las historias y la ciencia. El mar y la serpiente, Una casa de secretos, La chica pájaro, Lo que guarda un caracol, La sombra del jacarandá, La rosa de los vientos y La fuerza escondida son algunos de sus títulos, por los que recibió premios y reconocimientos. Además, otro tanto le generó su labor como investigadora y científica. En este rato que se toma, mientras mira por la televisión la rutina de la estelar gimnasta norteamericana Simone Biles en viga, responde las preguntas de Clarín Cultura.
–Contabas en tus redes sociales que te sumergiste en el BMX Freestyle hace 15 años más o menos cuando estabas escribiendo Solo tres segundos. ¿Por qué elegiste esa actividad para Nico y recordás la primera vez que te detuviste a ver esas acrobacias?
–Sí, cuando comencé a pensar en la historia de Nicolás, mi protagonista de Solo tres segundos, decidí que iba a ser un deportista muy comprometido y apasionado. Recordé, de mis días de estudiante de bioquímica, que en la plaza Houssay, frente a la facultad de medicina, se juntaba un grupo de chicos con skates y bicis de BMX que, cada vez que podía, me detenía a mirar. Así que mis primeros recuerdos viendo piruetas sobre bicis viene de mis 20 años, aproximadamente. A la hora de componer el personaje, pensé en esos chicos y me incliné por las bicis y no por los skates por puro gusto de espectadora: me parece impresionante lo que hacen. Lo que más me gusta es la fluidez y naturalidad con la que se mueven sobre sus bicicletas. En la novela Sin rueditas volví sobre esta relación niñeces-bicicletas y ahí uno de mis personajes dice que para encontrar su equilibrio se imagina centauro. Eso grafica bien lo que veo cuando miro a estos deportistas. Admiro esa relación corporal con sus bicis.
–»Ojalá hubiera más pibis arriba de estas bicicletas», escribiste también. ¿Por qué? ¿Qué vínculos, lazos, rutinas, valores te parece que alimenta o que confluyen en el BMX?
–Lo decía porque veo cada vez más niñas y niños pequeños con los cuerpos curvados hacia adentro para ver mejor los celulares. Me encantaría que este logro de José inspire a algunos, a algunas, a enderezar la espalda, mirar hacia afuera y salir a buscar su aventura, sea sobre una bici BMX, sea sobre un skate, sea sin nada más que el propio cuerpo. Creo que hacer deportes desde la infancia afecta de un modo muy positivo la relación con el cuerpo y con el espacio que te rodea. No me refiero a la competencia, si no a encontrar aquello que te desafía a buscar tu equilibrio, tu chispa, tu paz. Todos los deportes implican desafíos enormes, caídas, resiliencia, fortaleza mental para sobreponerte a la frustración de no lograr lo que visualizás y seguir apostando a que alguna vez lo vas a lograr. La competencia que me interesa es la que establece cada quien consigo mismo. Además de que genera comunidad, de que es más lindo andar junto a otros, compartirlo con otros, lo que me cautiva del BMX es que los propios deportistas aprenden a arreglar sus bicis. Hay algo artesanal, de valorar lo que esa máquina te da, de encariñarte, de querer mejorarla en lugar de comprar otra. Tienen que conocer a la perfección lo que sus bicis les puede dar, hasta dónde las pueden mejorar, saben armarlas y desarmarlas, las decoran, las personalizan tanto estética como mecánicamente. No sé si esto ocurre a nivel competitivo, pero en las plazas, cada bici tiene su marca de identidad. Y sin embargo, eso no excluye al otro: también pueden ser usadas por cualquiera.
–Solo tres segundos es un libro de 2011. ¿De qué manera quedó en tu vida la huella del BMX y qué pasó cuando viste el oro del Maligno?
–El logro del Maligno me emocionó porque estos deportes relativamente nuevos no gozan de la misma difusión, aceptación y prestigio, además de no contar con los mismos apoyos económicos que otros. Todo suele hacerse muy “a pulmón” y esta medalla visibiliza el enorme esfuerzo que hacen por avanzar en el deporte. También me conmovió una declaración que él hizo, en la que decía, palabras más, palabras menos, que si había un lugar para arriesgarse al punto de dejar la vida, era en esa pista olímpica. Él y su hermano han pasado por lesiones graves y esa fuerza, esas ganas de brillar, me conmovieron mucho. Solo tres segundos hizo que en cada chico que practica BMX, no pueda evitar ver a mis personajes. Pienso que Ñoqui, el biker más jovencito de la novela, tranquilamente podría llegar a una olimpíada si contara con una red de apoyo y afecto.
–Solo tres segundos es una novela sobre la pérdida. Nico pierde su colegio (el Pelle), sus rutinas y amigos ahí e incluso pierde su amada bici (se la roban). Y todas esas pérdidas habilitan hallazgos para él. ¿Cómo te relacionás vos con la idea de pérdida?
–Las pérdidas se acomodan el cuerpo. Me relaciono con ellas como voy pudiendo. No intento evadirlas sino incorporarlas a mi vida, a mis reflexiones. Son experiencias que acompañan nuestro crecimiento como personas. En cada decisión importante se convive con la pérdida. Perder también tiene que ver con aceptar el paso del tiempo y valorar lo que se ha elegido, lo que se ha conseguido y lo que ya no podremos vivir. Perder muchas veces también tiene que ver con el respeto y el reconocimiento a las capacidades de las y los demás. Me parece algo sobre lo que hay que hacerse más preguntas.
–¿Cómo te llevás con la idea de que hay una literatura infantil que admite y rechaza ciertos temas?
–Lo que admite y rechaza la literatura infantil y juvenil es reflejo de lo que admite y rechaza el mundo adulto a la hora de pensar en las infancias y juventudes. Vivimos en una sociedad adultocéntrica, que muchas veces desconoce qué productos culturales están consumiendo las chicas y los chicos por debajo de los radares adultos. Desde mi lugar de escritora, mi interés está en conectar con ellas y ellos, correrme de las zonas de confort adulto e ir por caminos que respeten a mis lectoras y lectores jóvenes aunque generen incomodidad en sus madres, padres y docentes. Intento proponer obras que planteen preguntas y abran conversaciones entre grandes y chicos. Sostenerme en la incertidumbre es lo que me lleva a seguir escribiendo y cuento con que habrá rechazos. En todo caso ya veré luego cómo lidiar con eso; no es algo a pensar en el momento de lanzarme a escribir. Además, nunca se sabe qué pasará con las y los lectores al leer un libro, tengan la edad que tengan. Por otra parte, agradezco a las editoras que me acompañan y, en ocasiones corriendo riesgos, apuestan a mis ideas, tanto literarias como de comunicación de la ciencia (gracias por eso, María Fernanda Maquieira, Lucía Aguirre, Laura Linzuain, Laura Leibiker).
Paula Bombara básico
- Nació en Bahía Blanca, en 1972. Es escritora, bioquímica y comunicadora científica. Estudió Bioquímica en la Universidad de Buenos Aires. También hizo estudios de Filosofía, en la misma universidad.
- Su obra se lee en toda Iberoamérica. Entre sus novelas más premiadas están El mar y la serpiente, Una casa de secretos, La chica pájaro, Lo que guarda un caracol y La fuerza escondida.
- En 2003 creó y desde entonces, dirige, la colección de comunicación científica para niños ¿Querés saber? publicada por EUDEBA, la editorial de la Universidad de Buenos Aires.
- Forma parte del grupo de investigación “Discursos e infancias”, del Instituto de lingüística de la misma Universidad, donde está realizando su doctorado. Como investigadora aborda los cruces entre artes y ciencias, la deconstrucción de estereotipos en la literatura y la búsqueda de identidad y de justicia en las infancias y juventudes.
Solo tres segundos, de Paula Bombara (Norma).