Verdadero “compendio de términos clave”, como señalan los autores en el prólogo, el reciente Diccionario medieval, escrito por los historiadores italianos Alessandro Barbero y Chiara Frugoni y publicado por FCE, es un viaje conceptual y geográfico por ese período que aún hoy fascina a buena parte de la población.
Recorrido que comienza con “ábaco” y se cierra con “yeomen” (agricultores libres ingleses) y permite sumergirse en entradas como “bachiller”, “caballería”, “especia” y en otras poco conocidas como “nicodemismo”, “sippe” y “tarin”.
Para la propia entrada “Medievo”, Barbero y Frugoni recuerdan que la idea de que una “media tempestas” interrumpió la calidad cultural del mundo clásico y degeneró en corrupción eclesiástica fue impulsada por los humanistas del Renacimiento y por los protestantes.
Y es con la Historia medii aevi, de Cristoforo Cellario, publicado en 1688, cuando se resalta que aquel período comienza con las invasiones bárbaras contra Roma en el siglo V después de Cristo y finaliza con la caída de Constantinopla, en 1453. Con matices, esa cronología se mantiene hasta hoy, aunque, como señalan los autores, poco y nada tienen en común esos mil años, más allá de que se refieran solo a determinada parte del mundo (Europa, parte de Asia y, en el mejor de los casos, el norte de África).
Cristianismo omnipresente
Si se siguiese un imaginario recorrido por orden alfabético de los temas que toca el libro, se puede observar que, si se habla de cristianismo, este aletea en buena parte del libro: los cátaros, considerados herejes por la Iglesia y masacrados por Simón IV, conde de Montfort, en 1213, aparecen retratados como predicadores de un “ascetismo exasperado, condenando el matrimonio y todavía más la concepción”.
Otros términos empapados de religión y política como “cruzadas”, “iconoclasia” e “Inquisición” tienen su lugar. Pero también aparecen categorías teológicas, como “transustanciación”, que es la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, a través de las palabras que el sacerdote pronuncia en el momento indicado de la misa.
Si del cristianismo se pasara a economía, se encuentran términos como “censo”, que era el pago, en dinero o en especie, que el campesino pagaba al dueño de la tierra que aquel trabaja, y que hasta el año 1000 convivía con otras obligaciones que tenían que cumplir quienes trabajaban la tierra con sus manos.
“Corporaciones” es un concepto que resuena hasta hoy, aunque en épocas medievales era “la asociación de todos aquellos que en una ciudad dada ejercen el mismo comercio o el mismo oficio”, y las más prestigiosas eran las de laneros, mercaderes, banqueros, jueces y notarios. Y “peaje” ya era el pago por el paso de personas, ganado o mercancías y, como en la actualidad, significaba un ingreso suculento para las autoridades.
En continuación de un imaginario orden alfabético de temas, luego de la economía también tiene su lugar la geografía: “portulano” era el mapa marítimo, con la ubicación de todos los puertos conocidos y de sus climas y olas; el “Purgatorio de San Patricio” aparece descripto como una caverna en un islote del lago Derg, en Irlanda, que comunicaba con los infiernos.
Tejidos, especias y piedras preciosas
Y la “Ruta de la Seda”, que conectaba China con Roma, primera gran vía comercial de circulación de tejidos, especias, cerámicas, piedras preciosas y otras mercaderías, entre el Imperio Celeste y Europa.
El Islam es otro de los temas que respira en el Diccionario medieval, un acierto que refresca que la Edad Media no solo tiene que ver con Florencia, Avignon, Brujas o Londres. La página 108, por caso, ofrece la definición de “Corán”, esa obra sagrada, escrita en árabe y formada por 144 capítulos sistematizados bajo el califato de Osmán, acontecido entre 644 y 656. En la 172 se incluye “Hégira”, que indica el abandono de la Meca por Mahoma y su traslado a Medina en el 622 y en la 262 “Ramadán”, entendido como el noveno mes del año lunar, en el que, según el Corán, está prohibido tener relaciones sexuales, beber y comer durante el día.
Por supuesto, las clásicas palabras que remiten a Medievo aparecen en el Diccionario, pensado como una suerte de auxiliar de un manual o de un libro básico sobre historia de aquel período. “Amor cortés” se describe como aquel que estaba “basado en la idealización deliberada de la mujer por parte del enamorado”, en tanto que “torneo” era “un juego de guerra bastante realista y violento; una batalla simulada, combatida no entre caballeros singulares sin entre escuadras de combatientes, unida a menudo por vínculos de parentesco o nacionalidad”.
“Servidumbre” es la entrada más extensa, que combina con la realidad terrenal de que a ella estaba sujeta la enorme mayoría de la población. En esa parte se aclara que la esclavitud antigua coexistió con la servidumbre hasta casi el año 1000. Y que especialmente los campesinos de la parte oriental de Europa tuvieron que soportar el rol de siervos hasta bien entrado el siglo XIX.
El recorrido por la obra de Barbero y Frugoni también permite notar los cambios de sentido de las palabras: “Mayordomo” aludía al funcionario encargado de gobernar el palacio, pero no solo con atribuciones sobre la alimentación y alojamiento del rey, sino también con el rol de “vértice de la administración entera”.
Como se recuerda, el emperador Carlomagno era hijo de Pipino, mayordomo de Childerico III hasta que lo derrocó y se proclamó él mismo rey de los francos en 752. “Barón”, definido, sobre todo hacia finales del Medievo, como el más bajo de los títulos nobiliarios, resuena en Argentina porque se habla en la jerga político-periodística de “barones del Conurbano”, para referirse en forma peyorativa a jefes comunales del peronismo, aunque muchos de sus colegas de otros partidos no tengan mejores credenciales democráticas.
Palabras casi desconocidas
Y más allá de otras nociones inevitables como “burgo”, “libertad” y “nobleza”, y para comenzar a cerrar este camino alfabético y temático, reluce el rubro de las rarezas, palabras casi desconocidas, como “fondac”, un edificio en el cual los mercaderes extranjeros tenían permiso para depositar sus mercancías y vivir un tiempo determinado, gobernándose de acuerdo a sus propias leyes. O “Morgengabe”, un don que cada marido le hacía a su esposa la mañana siguiente a la noche de bodas, mediante el cual ratificaba que ella era virgen al momento de casarse.
El libro incluye 28 ilustraciones en blanco y negro que complementan la información que aparece en las entradas: entre ellas están las de un grupo de arqueros que practican tiro al blanco, tomada del Salterio de Lutrell, de principios del siglo XIV, la planta ideal de una iglesia románica, un aguamanil sajón con forma de caballero con armadura, hecho hacia mediados del siglo XIII, una reconstrucción de la abadía de Cluny hacia 1157, y un retrato en bronce de Leonor de Castilla, reina de Inglaterra, de alrededor de 1290.
La travesía de Barbero y Frugoni provoca el efecto placentero de estar en un “hospitale”, entendido, como dice la obra, como un “alojamiento para forasteros”, antes de que se convirtiera en la palabra que designa al establecimiento que cura personas enfermas y que quizá debería retomar algún rasgo de la calidez de aquella definición medieval.
Diccionario medieval, de Alessandro Barbero y Chiara Frugoni (FCE).