Fue un anuncio explosivo, este viernes a media mañana. Pero no tanto, porque existían síntomas de frialdad hacia el director del Teatro Colón. Jorge Telerman no habría aceptado la propuesta oficial de entrar en tiempo de descuento, mientras el gobierno de la Ciudad cerraba la nueva dirección, y todo se precipitó.

Pocas horas después, mientras Telerman se cansaba de poner corazones a la solidaridad de numerosas figuras púbicas que apoyaron su gestión, la Ministra de Cultura, Gabriela Ricardes, anunciaba que tomarían su lugar dos funcionarios, el bailarín Julio Bocca, en la dirección artística, si bien él parece insistir en que solo en el área de ballet, y el uruguayo Gerardo Grieco, en la dirección general y administración. Quisimos conocer el detrás de escena de esa despedida obligada.

-La razón que me dio la ministra Gabriela Ricardes fue que tienen pensada una reforma estructural, algo bastante genérico en lo que no profundizamos. Querrán tener una administración más propia y cercana. El gobierno de Jorge Macri nunca me invitó a integrarme a la conversación general sobre la cultura, la verdad, como sí fui parte de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta luego de dirigir el Complejo Teatral.

-¿Qué creés que provocó la decisión? ¿Tu protagonismo, la acogida a Javier Milei luego de las elecciones?

-Yo celebro que haya venido el presidente, él y todos; debemos desear que los altos funcionarios vayan al Teatro Colón. Cada vez que he viajado recibo el respeto del mundo por ese espacio. En 2017, cuando fui invitado al Festival de Teatro de Edimburgo, el más importante del mundo, vi cómo eran recibidos la primera ministra, Theresa May, y todo su gabinete para la apertura. Son escenarios muy importantes a los que la política debe atender. Nuestros políticos no terminan de asumirlo. Algunos asumen el Colón de manera personal, porque tienen abono y el hábito. Pero también sigue habiendo muchos con un prejuicio acendrado.

-Lo que atraviesa tus distintas gestiones ha sido la consciencia del valor de las instituciones en la economía creativa; de ahí, el profesionalismo. Llevó mucho tiempo, con demora y desviaciones militantes, contar con un funcionariado cultural moderno; tampoco es numeroso hoy día.

-Hay gestión cultural pública posible cuando los dirigentes del Ejecutivo y Legislativo no ponen el foco allí. La cultura siempre fue importantísima como soft power. Tengo una anécdota personal que te lo pinta. Cierta vez, yo trabajaba con Antonio Cafiero, lo invitan a EE.UU. y él no puede ir; viajamos un pequeño grupo en su lugar. Corre el año 88, estalla el musical Evita en Broadway. Una de las primeras reuniones era con Vernon Walters, general 5 estrellas, un tipo imponente, políglota de doce idiomas, había sido traductor simultáneo en Yalta; estaba en la ONU en ese momento. “Ustedes los argentinos nunca entienden nada, ¡son una vergüenza!” , nos suelta a la primera de cambio. “Uno camina por la Quinta Avenida o por Broadway y se encuentra con tango argentino, ropa argentina… ¿Algún producto es de ustedes? ¡Ninguno! No aprovechan.”

Entrevista a Jorge Telerman. Foto: Juano TesoneEntrevista a Jorge Telerman. Foto: Juano Tesone

-¿No creés que haya cambiado ese desinterés? La voluntad de participar está muy fuerte en algunas áreas, desde siempre en el teatro, en los últimos años en la literatura y el arte audiovisual.

-Cambió un poco pero porque lo vieron algunos empresarios y lanzaron iniciativas privadas, pero no porque la cultura esté en la agenda prioritaria de la clase política. No hay conciencia cuando es un área en la que el país pueda sacar pecho. Como nos dijo esa vez Vernon Walters: “Nosotros pudimos vender lavarropas porque primero vendimos el show de Dick van Dyke”. Las industrias creativas facturan el 6 o 7 por ciento del PBI del mundo, es un sector sustantivo. Esa estrategia debería ser un chip integrado en la cabeza de los políticos porque será un eje del crecimiento en las próximas décadas. Quien sea fuerte en contenidos, jugará en las conversaciones internacionales sobre todo lo demás.

«Las industrias creativas facturan el 6 o 7% del PBI del mundo, es un sector sustantivo. Esa estrategia debería ser un chip integrado en la cabeza de los políticos porque será un eje del crecimiento en las próximas décadas».

-Última conversación sobre el Colón. Hay contradicciones a remediar de inmediato, me parece. Según cifras recientes, hay unos 4000 artistas argentinos activos de todas las artes residiendo en el exterior. No solo la estrella del London Ballet, Marianela Núñez, sino una decena de jóvenes bailarines que brillan en elencos del extranjero. Pero no hay concursos para reclutar nuevos valores para el ballet; el elenco envejece sin renovarse. Pasa igual con los músicos. Los recursos se escatiman: en 2023 hubo problemas con el ballet, al que ni siquiera se proveyó de las zapatillas de punta requeridas. Uno ve que las instituciones llevan retraso respecto de los creadores y artífices.

-Es que mientras las instituciones sigan el arbitrio de los gobiernos de turno, será más difícil institucionalizar las decisiones. Las legislaciones no piensan en las necesidades específicas de cada espacio, faltan gestores. El país tiene un problema de gestión a la vista. Muchos espacios deben tener autonomía. En todo el mundo, la cultura siempre es la primera en sufrir recortes presupuestarios, obvio; pero no ocurre que los directores cambien con cada elección; lo contás y alucinan… ¿Por qué no hay concursos? Porque falta la vocación de fortalecer las instituciones dándoles autonomía. Existe en la Ciudad la norma de que no se puede hacer nuevas altas en el área pública, eso se comprende en el marco de la necesaria austeridad. El Estado no puede crecer. Pero también hay que tener una mirada fina, porque hay instituciones en que se necesitan concursos y que estos sean transparentes. Hasta por crecimiento vegetativo, hay áreas que deben ser renovadas y se requieren entonces jubilaciones específicas. ¡Alguien tiene que resolver esto! Por eso, es necesaria la profesionalización en la gestión cultural, para impedir que cada capa de la política haga sus despidos e incorporaciones afines. Quizás este sea un problema nacional de base, la debilidad de las instituciones. El Estado argentino no creció por errores de cálculo sino por irresponsabilidad y desidia.

«Es necesaria la profesionalización en la gestión cultural, para impedir que cada capa de la política haga sus despidos e incorporaciones afines».

-Queda una parte de tu programación; en septiembre veremos la ópera patriótica Aurora, de Héctor Panizza, y para 2025 la gloriosa Las Indias galantes, dirigida por el argentino Leonardo García Alarcón y con una coreografía de breakdance que enloqueció en el centenario de la ópera Garnier de París.

Aurora, en efecto, con su alta en el cielo. Me gusta la definición del compositor Gustav Mahler: “La tradición no es la adoración de las cenizas sino la preservación del fuego”. Quiero decir, está muy bien honrar la tradición pero es porque ahí está lo que nos hizo lo que somos. Eso involucra todos los espacios. Soy hiper tradicionalista pero eso debe servir para activar el fuego, las fuerzas vitales del presente.

«Soy hiper tradicionalista pero eso debe servir para activar el fuego, las fuerzas vitales del presente».

-Mencionaste el tema de la austeridad imperiosa. ¿Qué pasó realmente con el Festival Argerich? Éste fue una de tus marcas para la historia. Se supo hace algunos meses que el Banco Central había suspendido el pago de todo lo que se programó y vio en 2023, aunque la Ciudad había depositado el dinero, y que la pianista, que también cobró muy tarde, desistió este año en solidaridad con los que no han cobrado todavía.

-Hubo una instrucción absolutamente comprensible en octubre 2023; empezaba lo que luego se confirmó, una iliquidez pavorosa. Las restricciones entraron en vigencia en el período de Sergio Massa, cuando las contrataciones pasaron a la misma norma que las demás importaciones normales. El Colón tiene una parte importante en divisas y es un lugar que debe mantener la conversación con el mundo. Hay que mostrarlo el panorama global y exportar valores. El promedio del dinero era entre 4 y 5 millones al año en divisa. Este año lo llevamos a 1.300.000 dólares. En 2024 tuvimos talentos geniales pero no figuras rutilantes. Tuvimos una sola producción internacional, la Carmen del Teatro Liceo de Barcelona, muy sencilla de traer. Y de manera muy generosa, pasamos de donaciones exiguas a más de 1.600.000 dólares en aportes de mecenas. Y fuimos muy agresivos con el alquiler del espacio, que es realmente muy caro. Gran parte de eso permitió pagar los cachets del exterior con el cepo y la restricción de girar. De todos modos, 2023 generó una demora infernal. Hasta la semana pasada ya habíamos logrado girar el 75% de lo adeudado. Paradójicamente, las nuevas contrataciones se agilizaron; ahora requieren un trámite más largo pero marcha. Martha tiene 83 años y Charles Dutoit, 87. El festival era con los dos y la mujer de Dutoit tuvo una operación de cadera. Ese fue el real motivo de la suspensión. Resolvimos aprovechar el año promoviendo a grandes nuestros de nivel internacional; solo nombro a dos: las sopranos Jaquelina Livieri y Carla Filipcic Holm. No tienen nada que envidiarle a las grandes figuras internacionales. Tuvimos este año una temporada celebrada, con récord de público y nuevas audiencias.

-¿A quiénes te referís?

-Empezamos a hacer esto de “entradas último momento”; ponemos el sobrante avisando en la boletería digital. Y los jóvenes se quedan esperando online y saltan al toque. Es increíble la cantidad de chicas y chicos que se han incorporado al público. Con la ópera El Cónsul, fue explosivo; agregamos una función. Las Indias galantes está programada pero no contratada todavía. A eso me refería con el contrapunto sobre la tradición y el presente. Una ópera de Rameau que toma un giro tan contemporáneo gracias a una puesta inesperada. Recuerdo que cuando vi la película, volví a casa en esa conmoción que solo te transmite el arte que ilumina el presente. También están avanzadas las conversaciones con el venezolano Gustavo Dudamel; fue director de la Ópera de París y está llegando a la Ópera de Nueva York. Acaba de grabar la música del musical West Side Story para Steven Spielberg; la obra llegará al Liceu de Barcelona en pocos meses. Hay conversaciones en firme con él.

«Empezamos a hacer esto de ‘entradas último momento’ ponemos el sobrante avisando en la boletería digital. Y los jóvenes se quedan esperando online y saltan al toque. Es increíble la cantidad de chicas y chicos que se han incorporado al público».

-Aterrizaste en el Colón a comienzos de 2022. ¿Cuánto tiempo lleva atrapar el aparato gigante que implica?

-A mí me llevó mis 67 años, la verdad. Pude hacerlo porque soy un gestor de alma. Porque antes fui Ministro de Cultura en 2002, nada menos, y armé el Festival de Tango; por haber puesto en pie la Usina del Arte (con asesoramiento de Martha Argerich, dicho sea de paso). Y el MAR, de Mar del Plata; y el Teatro San Martín. En fin, por cada paso dado antes. Entrar en el Colón en un momento de conflicto y llevarlo a la armonía requirió de todo eso. Pero los artífices reales del Colón, sus elencos, encontraron a alguien que ama el Teatro. Yo vivía ahí todo el día.

«Los artífices reales del Colón, sus elencos, encontraron a alguien que ama el Teatro. Yo vivía ahí todo el día».

-¿Volvés a la política?

-Quiero seguir siendo parte de la discusión política sobre la cultura. Nunca me fui de la política. Voy a aprovechar estos tiempos para recuperar mi voz en la discusión pública. Me parece un momento apasionante, hay una implosión de los sistemas políticos a escala planetaria, que el país acompaña con el ingreso aluvional de una figura como Javier Milei. Todos nos formamos en una sensibilidad que ya no existe y la dirigencia tradicional no entiende a los nuevos votantes ni a una sociedad que está harta. Somos contemporáneos de una nueva época. Es fascinante el fenómeno, todas las manifestaciones de una nueva época.