En 2002 nació un icono del cine juvenil. Dirigida por Tamra Davis y escrita por Shonda Rhimes, la mente maestra detrás de exitazos televisivos como ‘Anatomía de Grey’, ‘Scandal’ o ‘Los Bridgerton’, las malas críticas del momento no impidieron que ‘Crossroads: hasta el final’ fuera todo un taquillazo.
La película es a día de hoy una mezcla de elementos bastante particular. No hemos vuelto a ver prácticamente nada de Davis como directora. Tras dejar su pequeña huella en el cine (con pelis como ‘Princesa por sorpresa 2’) Rhimes continúa haciendo su cosa en televisión. Pero quizás el elemento más interesante es la presencia de Britney Spears en su papel protagonista como Lucy.
Merece la pena nombrar su personaje porque la filmografía de Spears está llena de papeles haciendo de sí misma. Abundan los cameos en películas como ‘Austin Powers’ y un porrón de documentales sobre su carrera. En televisión tuvo ocasión de hacer algún papel pequeñito pero distinto, en series como ‘Will y Grace’ o ‘Cómo conocí a vuestra madre’.
Chick-flick que es puro confort
Separadas con el paso de los años, ‘Crossroads’ cuenta la historia de tres amigas que se reúnen por una promesa que hicieron cuando eran pequeñas para ayudar a una de ellas (que sorprendentemente no es Spears) en su sueño de cantar.
Interpretadas por la propia Spears como Lucy, por Taryn Manning como Mimi y Zoe Saldaña como Kit (en el que era también uno de sus primeros papeles, y precursor de iconos como Regina George de ‘Chicas Malas’), lo que sigue es una road movie de amistad que apuesta por el melodrama y que tiene un poquito de humor, un poco de romance, y algo de musical.
De las tres, Lucy es una estudiante lista y trabajadora de padres divorciados, dividida entre los grandes esfuerzos que hace para no decepcionar a su padre, el vacío que siente por haber sido abandonada por su madre, y la apatía de estar con un novio al que realmente no quiere. Un cliché, sí, pero aun así el papel más tridimensional que ha tenido oportunidad de interpretar.
De forma bastante divertida, Lucy es también Britney Spears. Es evidente cómo la cinta utiliza la imagen de la cantante para construir el personaje. Lucy resulta cantar estupendamente, ir siempre monísima y ser el centro dramático principal de la película. Cuando llegan las secuencias de concierto, no hay manera de diferenciarlas a las dos.
Es algo que no es enteramente culpa de Spears. Al final, la película de Davis y Rhimes no dejaba de ser una elaborada forma de traer a miles de fans a las salas y capitalizar en el éxito de un icono del pop que en aquel momento estaba en el pico de su fama.
Aun con esas, en el camino realizaron una de las pocas obras audiovisuales que se han animado a desmarcar a la cantante de su persona y que se ha ganado el puesto de película de culto en el género. Recientemente incluso se mencionó que el equipo había recuperado conversaciones en torno a una posible secuela que, eso sí, no está nada claro que vaya a ocurrir.
En Espinof | Está en streaming, ganó un Óscar y es una fantástica road movie de culto que cumple 30 años