El afamado escritor chileno Antonio Skármeta, uno de los referentes de la literatura latinoamericana, murió a los 83 años de edad, informó este martes la Universidad de Chile, su alma mater.
Skármeta, premio Planeta en 2003 por el ‘Baile de la Victoria’ es conocido por el gran público por las adaptaciones cinematográficas de sus obras, y en particular por la película «Il Postino» o «El cartero de Neruda», como se rebautizó a su libro Ardiente Paciencia tras el éxito cinematográfico
«Nuestra comunidad universitaria despide con pesar a Antonio Skármeta Vranicic, escritor, Premio Nacional de Literatura 2014, egresado de Filosofía y académico de la Universidad de Chile en múltiples etapas de su inspiradora carrera que impulsó la lectura y el amor por los libros», publicó la casa de estudios en su cuenta en X.
Nuestra comunidad universitaria despide con pesar a Antonio Skármeta Vraničić, escritor, Premio Nacional de Literatura 2014, egresado de Filosofía y académico de la Universidad de Chile en múltiples etapas de su inspiradora carrera que impulsó la lectura y el amor por los libros. pic.twitter.com/UZF592aHou
— Universidad de Chile (@uchile) October 15, 2024
«Gracias maestro por la vida vivida. Por los cuentos, las novelas y el teatro. Por el compromiso político. Por el show de los libros que amplió las fronteras de la literatura. Por soñar que la nieve ardía en el Chile que te dolió tanto«, lo despidió el presidente chileno Gabriel Boric en redes.
Novelista, poeta, dramaturgo, cineasta y hasta letrista de canciones; polifacético y en constante movimiento, Skármeta había ganado en dos oportunidades el Premio Planeta. La primera vez en 2003, por El baile de la victoria, y después en 2011 por Los días del Arco Iris.
Jurado del premio Clarín Novela, Skármeta estaba a pocos días de cumplir 84 años: había nacido el 07 de noviembre de 1940 en Antofagasta y era descendiente de croatas. Fue uno de los escritores chilenos de mayor prestigio internacional. Escribió cuentos, novelas, obras de teatro y libros infantiles. También se mostró prolífico como autor de guiones de cine, dirigió dos películas y actuó en cinco.
No tenía lo que muchos llamarían pánico escénico, todo lo contrario: manejaba como pocos esa relación cómplice con el público, como demostró cada vez que visitó la Argentina, muchas de ellas en actividades organizadas por la Revista Ñ. Además, estaba acostumbrado a pararse frente a cámara, porque ya en 1968 había incursionado en TV como parte de «Libro abierto», un programa literario del canal de la Universidad de Chile, que luego se llamó «El Show de los Libros», que transmitió TVN.
La muerte de Skármeta, que padecía Alzheimer, fue confirmada por su hijo a la agencia de noticias AFP. «Efectivamente mi padre falleció esta mañana. Fue un largo proceso que empezó hace años con Alzheimer y terminó en una muerte natural», dijo su hijo Fabián Skármeta.
La agencia internacional buscó reconfirmar la muerte del escritor, además de por protocolo, porque ya en una oportunidad se había viralizado la muerte del autor chileno a través de redes sociales. En aquella oportunidad, el año pasado, una falsa cuenta de Twitter que simulaba ser del ministro de Cultura informó su fallecimiento.
Y fue también su hijo Fabián (Skármeta estuvo casado dos veces y tuvo tres hijos) quien salió al cruce de las versiones, pero para desmentirlas. “Acabo de hablar con mi padre y me ha confirmado que sigue muy vivo y coleando”, había aclarado en marzo de 2023.
Su vida, sus estudios y el exilio por Pinochet
Licenciado en Filosofía y Educación en la Universidad de Chile, creció como escritor bajo la influencia del pensador español Francisco Soler Grima, discípulo de Julián Marías y de José Ortega y Gasset, sobre quien escribió en 1963 su tesis doctoral ‘Ortega y Gasset, lenguaje, gesto y silencio’.
Amante del pensamiento de Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Martin Heidegger, un año después ganó una beca Fulbright y viajó a la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde escribió una segunda tesis, en esta ocasión en torno a la narrativa de Julio Cortazar, otro de la más grandes autores latinoamericanos.
Intelectual de izquierda, miembro del Movimiento de Acción Popular y Unitaria en los años del Gobierno del Frente Popular y el presidente socialista, Salvador Allende, Skármeta se vio forzado a abandonar Chile tras el golpe militar liderado por el general Augusto Pinochet (1973), que sumió al pais en una de las dictaduras más sangrientas de Latinoamerica.
Tras pasar por Argentina y otros países, en 1981 se asentó en Alemania donde construyó la historia del cartero de Neruda: primero para la radio alemana y luego como un guion.
La obra tuvo un éxito enorme y le catapultó a la fama: fue traducida a una treintena de lenguas, adaptada al cine, el teatro, la ópera y la radio, y según dijo el propio autor en una entrevista «existen más de cien versiones en el mundo».
Regresó a Chile en 1989, el mismo año que acabó la dictadura y continuó allí su vida como profesor universitario, académico e incluso diplomático en Alemania, nombrado por Ricardo Lagos, cuando era presidente.
El 7 de septiembre de 2015 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua para ocupar el sillón número 20, que estaba vacante después del fallecimiento, el año anterior, de Óscar Pinochet de la Barra.
También fueron llevadas a la gran pantalla en 2009 sus obras ‘El baile de la Victoria’, con la que consiguió el reputado premio Planeta, de la mano del director Fernando Trueba, ‘El plebiscito’, base de la película ‘No’ (2012) de Pablo Larraín, y ‘Un padre de familia’, recreada por el cineasta brasileño Selton Mellon bajo el título ‘O filme da minha vida’ o ‘La película de mi vida’ (2017).
Su infancia en Buenos Aires y por qué sabía el Martín Fierro de memoria
Skármeta tenia una ligazón muy particular con la Argentina y con Buenos Aires en particular: pasó parte de su infancia en la ciudad, a la que había llegado a los 9 años, de la mano de su padre, que buscaba un destino como él recordó intentando «negocios con más entusiasmo que éxito».
Con su familia se alojaron en una pensión de Belgrano, que jamás olvidó. «Fue una extraordinaria escuela de la vida, con mucha gente del interior que bajaba al comedor a contar sus penas por el pago con alguna guitarra mal encordada».
Ya en el barrio, en sus calles, él llamaba la atención por su acento. Era «el chileno», ese que hablaba cantando, el que rompía con el yeísmo porteño. «Yo quería ser fervorosamente aceptado, fervorosamente argentino. Había sido arrancado de mi pertenencia y tenía un extravagante acento chileno entre un grupo muy compacto al que quería pertenecer», decía.
El sentirse extraño entre los más chicos, una suerte de patito feo fonético, lo llevó a encontrar su pasión en la vida. «Me refugiaba en la lectura, de libros, de revistas. Por eso digo que mi vinculación con la literatura tiene un lazo muy fuerte con mi infancia en Buenos Aires».
Ya en la escuela, uno de sus maestros descubrió que el pequeño Antonio sabía recitar poemas románticos de memoria y esa lo posicionó entre los adultos y le comenzó a abrir un lugar en el micromundo barrial. «En los cumpleaños, y antes de cortar la torta, las madres anunciaban que ‘el chileno’ recitaría un poema. Los chicos me odiaban pero a ellas les encantaba y yo recitaba mirando apasionadamente a los ojos de las hermanas de mis amigos que me gustaban».
Otro hecho porteño lo marcó también. En la escuela, uno de sus maestros lo introdujo en la lectura del Martín Fierro. «Me produjo una conmoción tremenda porque me sentí muy identificado con el gaucho al que le pasaba lo mismo que a mí: desterrado, marginado», relató en una visita a la ciudad. A partir de entonces, su fama creció y el rumor sobre él se apoderó del barrio: «El chileno no sólo recita poemas, sino que sabe el Martín Fierro de memoria».