Diseñadores, académicos y comunicadores con el ojo puesto en la vestimenta, serán de la partida de La libertad en discusión, la tercera edición de las jornadas organizadas por la editorial Ampersand, en el marco de la colección de Estudios sobre Moda, bajo la batuta de Marcelo Marino. Será el miércoles 16 y el jueves 17 de octubre, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).

“Hablamos de moda y aparentemente de indumentaria, pero también estamos hablando de género, de cuerpos y de clase”, anticipa a Clarín Cultura Laura Zambrini, una de las presencias más destacadas del encuentro.

Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, titular de Sociología de la moda en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en FADU, Zambrini disertará en el panel sobre Cuerpos para la moda, junto con su colega Gisela Laboureau, la periodista Ana Torrejón y la influencer Sereinne.

–A casi 41 años de democracia, ¿puede decirse que la libertad está consolidada y lo que está en disputa es el control del discurso?

–Sí, por eso son importantes los espacios donde haya debate intelectual y diferentes miradas sobre distintos tópicos. Va de suyo que la libertad está, y que es un ámbito de discusión democrática.

–¿Cómo se piensa esa libertad desde la moda hoy?

–Hay una relación por un lado intrínseca y a la vez contradictoria. Depende del momento histórico, pudo tener que ver con la creatividad y, a través de esos lenguajes creativos, con liberar cuerpos, con la expresión social e identitaria, mediante los juegos de la apariencia. Pienso en el surgimiento de la minifalda, cuando las mujeres pudimos usar pantalón y el movimiento hippie. Pero también, en otros momentos de la historia, la moda fue un espacio que cosificó los cuerpos femeninos, impuso estereotipos de belleza muy cerrados, de delgadez y de juventud. La de quedarse afuera si no se tienen determinadas medidas hegemónicas. Eso continúa hasta el presente. Se sigue disputando la idea de los cuerpos normativos como forma de pertenencia.

Laura Zambrini es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, titular de Sociología de la moda en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en FADU. Foto: Guillermo Rodríguez Adami.Laura Zambrini es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, titular de Sociología de la moda en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en FADU. Foto: Guillermo Rodríguez Adami.

–Retomando esos ejemplos, como el de la minifalda y el pantalón, o el uso de la cartera cruzada que nos liberó las manos a las mujeres. ¿De qué tenemos que liberarnos hoy?

–De la cantidad de discursos sobre la belleza. Hay uso y abuso del skincare, sobre todo en las primeras infancias. Con un ideal de lo femenino que tiene que ser bello y estético para la mirada de los otros.

–Eso de “la moda no incomoda”

–Sí, y que “la belleza duele”. Por suerte hay espacios de discusión y conviven muchos discursos, aunque eso sigue estando. Por ejemplo, el imperativo de la delgadez, que puede ir maquillado como la “vida sana”, pero que está coqueteando con una obsesión en definitiva por el peso. Ni hablar de las cirugías estéticas que el caso de Silvina Luna puso en la discusión pública.

–¿Qué podés decir de algunas grietas discursivas, como las de las “mujeres sylver” que, si bien en la calle se ven, pasan a ser cooptadas por el mercado de las empresas beauty?

–Después de la pandemia hubo mayor receptividad a amigarse con el paso del tiempo. Lo relaciono con las diversidades de la globalización que de alguna manera interpelan a esa moda más homogénea de la cultura de masas, en la segunda mitad del siglo XX. Empezamos a ver la moda “sin género”, la moda “sin edad”, la modelo curvy, la modelo con vitíligo. Pero es una diversidad estetizada, no rompe determinados cánones de la moda hegemónica. Sobre todo la cuestión de clase. No es cualquier mujer con canas o cualquier trans. Está dentro de un canon de visualidad.

–Hace más de 100 años que las mujeres dejaron de usar corset de la mano de Paul Poiret y Cocó Chanel, aunque volvió con un discurso más empoderado, como, por ejemplo, cuando lo usa Lali. Si bien la prenda sigue siendo la misma, ¿se resignifica?

–El corset se transformó en una prenda medio fetiche. Lo que cambió es el contexto. En el siglo XIX las mujeres no tenían opción y generaba desviaciones en la columna vertebral y desmayos en la vía pública. Reforzaba el ideal de la mujer débil, incluso del amor romántico, cuando se caía y la rescataban. Esa idea de que tenía que ser protegida e infantilizada. El corset tenía sentido con ese lugar en el que estaban las mujeres.

Desfile de la firma Oteyza en Madrid en el marco de Madrid es Moda. EFE/Daniel GonzálezDesfile de la firma Oteyza en Madrid en el marco de Madrid es Moda. EFE/Daniel González

–También Madonna y Gwen Stefani lo usaron hace mucho

–Sí, en su práctica esa prenda quiere decir otra cosa. Lo que es interesante es cómo vuelve porque tuvo un peso social muy fuerte. Quizás no a propósito, pero no cualquiera puede llevarlo. Es lo que marca las curvas y sigue estando ese ideal del cuerpo femenino. Y no es lo mismo Madonna que Lali, porque Madonna fue rupturista. Hoy no le veo la misma potencia.

–Atravesando la cuarta ola feminista, más allá del pañuelo verde y el violeta, ¿qué se puede analizar de la ropa en sí?

–Hubo un momento de apropiación de la causa feminista desde las pasarelas más mainstream, como la de Dior. Un fervor que hizo que el feminismo esté en las calles y se discutan tópicos que antes no se discutían. Fue muy transversal. En Argentina el Ni una menos generó una alianza en otras ciudades del mundo. Acción, reacción. Hubo sectores con cierto oportunismo y banalización. Después hubo respuestas contrarias, incluso con el lenguaje inclusivo como si fuera una imposición. De hecho, hay gente que sigue pensando que el feminismo es la oposición al machismo. En este clima de ideas se comenzaron a repensar todas estas normativas. Esta cuarta ola posibilitó que haya mayor amplitud en diferentes corporalidades e identidades, además de que se consiguieron derechos concretos, como la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), el matrimonio igualitario, la Ley de Identidad de Género.

–Y, ¿cuál es la prenda o manera de vestir que acompaña?

–No creo que sea una prenda, pero sí un gesto; cuando las zapatillas llegaron a la pasarela en el desfile de Chanel en 2014. Ese fue un cambio de época. Es la comodidad, pero más que eso, como la apropiación del espacio público, el control del propio cuerpo. Sos más dueña de vos misma si tenés un buen calzado. Pensándolo con todo lo que vino después, no me parece casual que desde la alta costura lo hayan empezado a incluir.

–Además, lo transformaron en un objeto aspiracional

–Total, y si ya desde el canon lo están habilitando, están expresando que el lugar de las mujeres ya es otro. También, puede ser una prenda que esté hecha con materiales nobles, no contaminantes, que exprese el cuidado de la ética feminista.

–Al inicio del gobierno se prohibió el lenguaje inclusivo en la administración pública, ¿en algún punto la moda se anticipó a ese modo de hablar con la ropa “sin distinción de género”?

–Si al cuestionar lo binario y entendiendo a las prácticas del vestir como discurso. Aunque hay moda que sigue siendo binaria, por eso está bueno que conviva con otras posibilidades. Siempre a mis alumnos y alumnas les digo que, al diseñar indumentaria, están diseñando género y cuerpos y eso es importante porque están tomando decisiones. Que no esté naturalizado que los bolsillos para las mujeres tienen que ser chicos, eso es del siglo XIX. De la sociología de la moda me interesa que se puedan discutir estas cosas.

–Decías que la denominada moda “sin género” son tipologías de hombres usadas por mujeres. ¿Por qué sigue pasando?

–El genderless surge como una tendencia superadora de los binarismos. Es súper polémico pensar que la indumentaria y los cuerpos pueden ser neutrales. Es sociológicamente inviable que haya una idea de neutralidad, sobre todo en este contexto. ¿Qué se entiende por “sin género”? ¿Qué tipologías? Terminan siendo propuestas masculinas adaptadas en nombre de la neutralidad.

Unas modelos lucen creaciones del deseñador egipcio Hany el Behairy, en un desfile dentro de la Semana de la Moda BRICS de Moscú. EFE/YURI KOCHETKOVUnas modelos lucen creaciones del deseñador egipcio Hany el Behairy, en un desfile dentro de la Semana de la Moda BRICS de Moscú. EFE/YURI KOCHETKOV

–Entonces está en discusión la neutralidad y no la libertad

–Claro, lo disruptivo es que un varón se ponga un vestido, unos volados o tacos, no que una mujer se ponga un blazer y un pantalón. Ese es un terreno que ya ganamos. Creo que es imposible anular el género como forma de resolver las contradicciones entre lo femenino y lo masculino.

–Da la sensación de que se discute en la academia pero que el mercado resiste. ¿Mejoró ese diálogo en una carrera de indumentaria que ya tiene 35 años?

–Falta muchísimo y al no ser una industria consolidada cuesta avanzar. La moda se profesionalizó y eso dio profesionales con otra mirada y con una formación muy buena. Pero después, el mercado de trabajo les pone un freno. Veo que, por un lado, hay industriales que dan charlas y otros arman sus emprendimientos donde se pueden tener en cuenta el medio ambiente y el diseño inclusivo, pero a la vez está La Salada y la producción en la calle Avellaneda. Es parte de las contradicciones; la fabricación está en la mirada del siglo XX y en las universidades se piensa desde el XXI. Salen con una responsabilidad social, como un agente de cambio. Y el gran desafío de cara a los próximos años tiene que ver con el impacto ambiental, los residuos textiles y la contaminación de las aguas.

Laura Zambrini básico

Laura Zambrini es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, titular de Sociología de la moda en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en FADU. Foto: Guillermo Rodríguez Adami.Laura Zambrini es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, titular de Sociología de la moda en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en FADU. Foto: Guillermo Rodríguez Adami.
  • Doctora en Ciencias Sociales y licenciada en Sociología, ambos títulos otorgados por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investigadora Adjunta en el Conicet.
  • Es profesora titular de Sociología en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil (FADU-UBA) y co-coordinadora del Grupo de Estudios Sociológicos sobre Moda y Diseño (GESMODI) en la misma Universidad.
  • Fue Profesora Adjunta en la Universidad Maimónides, materia Sociología de las organizaciones a cargo del profesor titular Dr. Benjamín García Holgado, en 2011.
  • Ha realizado publicaciones en Revistas Científicas Nacionales e internacionales. A obtenido becas nacionales e internacionales. Ha participado en Proyectos de Investigación desde el año 2004. Actualmente dirige el Proyecto de Reconocimiento Institucional (SI-FADU 2013): “Narrativas visuales de la moda argentina en la segunda mitad del siglo XX” FADU-UBA (2013-2015).

Jornadas De Moda, 16 y 17 de octubre, organizadas por Ampersand en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). Programa disponible aquí.