Martín Gambarotta, poeta nacido en 1968, comenzó su trayectoria con un hito: su primer libro publicado en 1996, Punctum, es considerado uno de los textos más importantes de la literatura argentina reciente. Con un imaginario joven, casi punk, y la introducción del análisis político en la escritura en verso, abrió un nuevo camino para la poesía contemporánea. Este año la editorial Mansalva publicó su libro más reciente, Literatura de base, que reúne su obra en prosa. Se trata de un largo diálogo con el presente que empezó hace treinta años.
En uno de los textos que integran el libro, titulado “Sobre la vanguardia”, Gambarotta se presenta como discípulo de Ezra Pound, el innovador poeta estadounidense que durante el siglo XX descubrió a escritores como James Joyce y T. S. Eliot. Escribe: “Lo que Pound básicamente enseña es que uno como vanguardista es libre de inventarse su propia tradición”. Se puede decir que él hace eso mismo: una tradición que inaugura Ezra Pound y de la que él mismo es el último consagrado.
Uno puede preguntarse por la naturaleza de esta consagración, teniendo en cuenta lo difícil que es conseguir textos ya míticos como Punctum. Hay que tener en cuenta que tampoco es fácil conseguir libros del propio Pound, y menos de otros poetas que continuaron en su estela. La consagración de ese linaje es clandestina. Poetas más jóvenes que leen a los anteriores, sacan algo, lo transfiguran y escriben con ello.
¿Qué convierte a Gambarotta en un heredero de Pound, además de su propia lectura? En primer lugar, la confianza en que una minoría puede, a conciencia, torcer el rumbo de la historia. Pound promocionó a todos esos artistas no sólo porque creía en su trabajo, sino también porque veía a la cultura como un campo que requiere acción: la vanguardia hay que crearla contra la inercia de lo establecido. Por eso es una corriente que lleva el antagonismo inscripto en su proyecto. Gambarotta, a su vez, leyó siempre al mundo como un mundo en conflicto. La conciencia obsesiva que muestra en sus ensayos consiste en estar atento al lado para el que se inclinan los acontecimientos.
En Literatura de base se puede reconstruir cómo el conflicto social en Argentina, después de la dictadura de 1976, se vuelve cultural. En su ensayo “El álbum rojo”, el primer punto de inflexión es el asalto al cuartel de La Tablada en 1989, en que un comando del Movimiento Todos por la Patria intentó ocupar una guarnición del Ejército Argentino. La batalla terminó en masacre, con 32 civiles, nueve militares y dos policías muertos. Conclusión: ahí terminó la lucha armada como soporte del conflicto. Cerrado ese capítulo, la tensión principal pasa a estar entre la represión policial en democracia y la respuesta cultural que más acabadamente sintetiza Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. En su ensayo “Sobre Gulp!”, Gambarotta analiza el mensaje político que la juventud cifra en el rock.
Lo que sigue es donde el propio autor se vuelve activo: después del rock, lo más interesante pasa en la poesía. “El habla como materia prima” es una genealogía de la poesía de los ‘90, generación clave en nuestro país de la que el propio Gambarotta forma parte. Hasta acá, el libro puede leerse como un hermano díscolo de otro gran texto de nuestro siglo: Los espantos, de la filósofa e investigadora Silvia Schwarzböck. Pero si este ensayo estético-político es la historia de una derrota –la del proyecto de vida de izquierda vencido en la dictadura, y la consecuente instauración de una vida de derecha en democracia– el libro de Gambarotta, en cambio, insiste en el conflicto que continúa.
Como dicen estos versos de Punctum: “La guerra termina pero sigue / en la cabeza del combatiente”. Para Gambarotta el conflicto no puede terminar, y lo sigue leyendo en el proyecto de país del kirchnerismo en el siglo XXI. Sus artículos escritos durante las primeras dos décadas del 2000 van desde las canciones que cantaba la Juventud Peronista en los ‘90 (“El pogo antes del pogo”) hasta la durabilidad de las políticas económicas del oficialismo (“De Kicillof a Kicillof”).
Sigue habiendo combatientes y sigue habiendo ideas ardiendo en sus cabezas. Otra herencia de Pound: detrás del proyecto de transformar la realidad hay un ideario ético. La literatura no es, desde esta perspectiva, un arte para disfrutar sino para poner en función de la vida social.
Esto último nos lleva a una cuestión material de la escritura: ¿qué función cumple la obra ensayística de un poeta? Gambarotta escribe: “Saco algo de los ensayos que los poetas escriben acerca de la poesía. [La obsesión del espacio, de Ricardo Zelarayán] es un buen texto para dárselo a alguien que está empezando y decir ‘te doy este posfacio, leelo. ¿Qué pensás’”. Por un lado, la cuestión de cómo empezar a escribir. Por otro, se sugiere algo propio de la conversación circulando en las prosas de Literatura de base, específicamente en la voluntad democrática de invitar al lector a seguir pensando, y en última instancia a escribir.
Gambarotta pertenece a una generación de poetas importantes: de Daniel Durand a Fernanda Laguna, pasando por Alejandro Rubio, todos tienen sus obras reunidas en tomos integrales. Gambarotta no (¿todavía?), pero destaca entre ellos por una razón que no suele estar asociada con la calidad de un texto poético. Otros escritores pueden tener las cualidades compositivas que uno aprecia en Gambarotta; ninguno tiene tal grado de conciencia histórica, cultural y política. Esa particularidad se puede descubrir en Literatura de base. Así, este libro coloca su escritura como un hito dentro de la tradición que abre Pound, a la vez que se convierte en uno de los libros de ensayos más innovadores de los últimos años.
Literatura de base. Martín Gambarotta. Compilación y epílogo de Emilio Jurado Naón. Mansalva, 2024. 168 páginas.