Son 200 obras de colecciones privadas y del archivo de Aida Carballo las que componen Gráfica Argentina, una exposición con obra de la gran artista, así como dos de sus discípulos: Eduardo Iglesias Brickles y María Inés Tapia Vera. Según Cecilia Cavanagh, directora del Pabellón de las Bellas Artes de la UCA, donde se exhibe la muestra, se trata de “un encuentro de poéticas tan afines y resonantes como diversas y contrapuestas”.
Con Eduardo Stupía de curador, la muestra conjuga las visiones de tres generaciones de artistas cuyas trayectorias están entrelazadas tanto en lo personal como en lo profesional desde distintas perspectivas, utilizando la gráfica como una herramienta de expresión.
Destaca Stupía: “Aida es emblema de una iconografía peculiar que tiene que ver con el realismo mágico, una gran retratista que sigue una tradición figurativa y la influencia de Spilimbergo. En un cruce de lenguajes en el campo de la figuración, María Inés y Eduardo toman esas estética y la desarrollan atravesados por su presente. En el caso de Eduardo, más volcado al personaje militante de la izquierda emparentado con la línea mexicana del mural político, rompiendo el formato con sus tacos pintados. La estética de Aida, en cambio, es funambulesca, candorosa y personalista. María Inés retrata ambientes más intimistas y sobre todo el mundo cotidiano femenino.”
Realismo mágico
Aída Carballo, la artista que amaba las palabras, el color y las formas, es una de las figuras más significativas de la gráfica argentina. Utilizó este lenguaje para reflejar las complejidades sociales y humanas de su tiempo. Su serie Los locos, exhibida en la exposición, retrata con ternura a los pacientes del Hospital Moyano, lugar en el que ella misma fue internada con diagnóstico de amnesia nominal, delirio polimorfo y alucinaciones auditivas.
Carballo captó una visión muy particular de la locura, más como un estado de ensoñación ajeno a la violencia que una condena. Entre las obras, se destaca por su composición “La Luz y la Voz”, donde una paciente encerrada en una habitación se levanta el vestido para tocar su cuerpo, mientras dirige su cara hacia unos barrotes que la separan de la libertad, desde donde un fuerte rayo ilumina su cara.
“El Señor entra en la Casa de los locos” plantea un drama en imágenes cargadas de poesía: un nuevo paciente vestido de negro y con la mirada ausente, ingresa al hospicio del brazo de un médico ya resignado.
El relato de Tapia Vera agrega datos sobre esta etapa de la artista. “Aida estuvo internada por lo que hoy se consideraría un ataque de angustia muy grande. Ella tuvo una fuerte depresión cuando se murió su padre, el diputado socialista Raúl Carballo, con quien tenía un vínculo muy estrecho. Al mismo tiempo descubrió que su novio con quien se iba a casar, tenía una familia en Córdoba. Estaba muy angustiada y como no podía dormir, empezó a dibujar de noche. Salía a la calle y se perdía. La familia la internó en un neuropsiquiátrico y al no mejorar terminó en el Moyano, donde fue muy maltratada. Como no hablaba, le dieron electroshock y quedó en estado catatónico. A instancias del nuevo Director del hospital –quien le regaló hojas y cajitas de lápices–, volvió a dibujar e hizo mucha obra, incluida la serie de Los Locos, que exhibió dos años más tarde en la Galería el Erizo Incandescente. Allí pudo ver su obra Manuel Mujica Laínez, quien se enamoró de la exposición y escribió una página entera en La Nación. A partir de entonces, se hizo famosa y generó una gran amistad con el escritor, quien le pidió obra para su libro Misteriosa Buenos Aires”.
Llaman la atención un conjunto de obras pequeñas, realizadas para la película ilustrada sobre el libro, donde Aida hace una serie de dibujos, acuarelas y pinturas. Son rostros lánguidos muy al estilo de El Greco, con barba, ojos saltones y expresiones cargadas de emoción.
La obra de Aida se caracteriza por un trazo firme y detallado, en blanco y negro, donde los personajes parecen moverse en un espacio suspendido entre la realidad y la fantasía. A lo largo de su carrera, sus grabados fueron expuestos en importantes museos internacionales, incluyendo el Museo de Arte Moderno de Nueva York, lo que consolidó su reputación como una gran artista. Carballo continuó creando, desafiando las limitaciones físicas que le imponía la artritis y las secuelas de su enfermedad hasta su muerte en abril de 1985.
Gráfica, política y cultura popular
Nacido en Curuzú Cuatiá, Eduardo Iglesias Brickles fue un artista influenciado por su época y entorno, conectando el grabado con el diseño gráfico y la pintura. Discípulo de Aída Carballo, se destacó por su técnica innovadora. A lo largo de su carrera, exploró la historieta y el pop, fusionándolos con el expresionismo alemán y la gráfica soviética de los años 20.
Esta amalgama de influencias se plasmó en sus xilopinturas, una técnica en la que utilizaba el taco de madera tallada como punto de partida, pero pintaba directamente sobre las huellas de la gubia para crear obras únicas, desarrollando una técnica propia.
Su estilo personal y su crítica social resuenan en la exposición en obras como “Jesucristo entrando en la cancha de Boca”, que representa a un Cristo popular rodeado de figuras militares: una contradicción de la figura de autoridad en la cultura argentina. El artista utiliza con frecuencia el autorretrato con fuertes contrastes y una paleta donde prevalecen los colores primarios. Aparecen en su obra enormes cabezas que toma de retratos de desaparecidos, en ciudades vacías y espacios urbanos texturados.
La política está presente en toda su producción, especialmente en la representación de personajes de las clases populares. Iglesias Brickles capturó las luchas sociales a través de escenas llenas de tensión y simbolismo, que invitan al espectador a desentrañar las complejidades de una Buenos Aires de los años setenta, marcada por la violencia política.
Impacta un autorretrato con traje maoísta, una suerte de afiche político con una estética al estilo Malevitch, en época del mayo francés. Periodista de Página 12, Iglesias Brickles tenía una columna de arte en la Revista Ñ.
El intimismo y la figura femenina
María Inés Tapia Vera es otra de las grandes exponentes de la gráfica argentina. Su obra se distingue por su enfoque intimista y figurativo, lo que la coloca en un diálogo constante con la tradición del grabado.
Discípula y ayudante de Aida Carballo, Tapia Vera ha trabajado con una gran riqueza gráfica y una sutil exploración de la figura femenina. Sus grabados y xilografías parecen capturar el tiempo suspendido de sus personajes, donde se destacan grabados a color en gran formato de sus hijas, sumergidas en un mundo onírico e infantil, creando una atmósfera de nostalgia, muy alejada del modo de vida actual.
Se destacan decorados con estampados de flores o tramas geométricas, que nos remiten a interiores de Henri Matisse. Su obra revela un enfoque que se nutre de múltiples influencias, entre ellas Gauguin, Roy Lichtenstein y David Hockney, creando una obra de gran profundidad y complejidad visual donde lo cotidiano se convierte en material para la creación artística.
La muestra no solo honra el legado de tres artistas de renombre, sino que también reafirma la vitalidad y la diversidad del grabado como medio de expresión contemporáneo, invitando a los espectadores a redescubrir la riqueza de las técnicas gráficas en constante evolución.
La muestra se puede visitar hasta el 18 de diciembre, de martes a domingo y feriados, de 11 a 19 hs., en el Pabellón de las Bellas Artes de la UCA, Alicia M de Justo 1300, Puerto Madero. Con entrada libre y gratuita.