“En un momento, me di cuenta de que no había un buen análisis sobre el humor argentino”. Quien habla, vestido con una camisa negra con dibujos de palmeras y flores que podría ser el uniforme de un jugador profesional de poker, es Adrián Lakerman.
Tal vez muchos lo conozcan por sus columnas en el canal de streaming Gelatina donde analiza el humor de diferentes figuras de la cultura argentina –algo que comenzó en 2019 en el programa radial Últimos Cartuchos–, de su podcast Comedia –más de ochenta entrevistas a comediantes nacionales y algunos internacionales de todo tipo y color–, su obra de teatro Un barco llamado Loperman, junto a Charo López o de su reciente incursión en la actuación: hace del marido de Pilar Gamboa en Envidiosa, serie de Netflix protagonizada por Griselda Siciliani.
Lo cierto es que Lakerman, que estudió cine y comenzó haciendo realización en el programa Televisión Abierta de Mariano Cohn y Gastón Duprat, siempre se interesó por el humor al punto tal que se convirtió no sólo en un divulgador sino también en un analista, un estudioso y un investigador.
El resultado de todas sus indagaciones se materializó en Cómo pisar una cáscara de banana, libro editado recientemente por Planeta. Con ilustraciones de, entre otros, Maitena, Rep, Martín Garabal, Alexis Moyano y La Cope, allí ordena bajo ciertos ejes los diferentes mecanismos del humor.
El absurdo, lo escatológico, lo político o el humor negro se entremezclan con ejemplos y obsesiones propias que ya ha ido vertiendo en sus diversas incursiones mediáticas y aquí expande (como, por ejemplo, el tema del prestigio, por qué ciertos comediantes prefieren pasarse a producciones tildadas de serias, o bien la pregunta que cierra cada uno de sus podcasts: ¿Para qué sirve el humor?).
“El humor es un lenguaje que permite contar otras cosas, a veces con mayor profundidad y otras veces con simpleza”, escribe en el libro que fue una suerte de excusa para este diálogo con Clarín en donde expande los diferentes avatares del humor entendido, por qué no, como un arte.
–¿Cómo surge el libro?
–No tengo un momento. Fue un camino medio raro. En realidad fue Pedro Saborido, autor del prólogo, que me dijo: «Che, tendrías que escribir un libro sobre lo que estás haciendo». Se empezó a abrir un mundo de investigación que apareció. Empecé con mis columnas en Últimos cartuchos y ahí empiezo a investigar. Me daba cuenta de que cada tema me abría diez más. Después, un poco lo que pasó con Comedia: no hay un buen análisis sobre el humor argentino. Si bien el libro no es sobre eso sólo, me parecía que era un nicho para meterse.
–En el prólogo, Saborido habla de la relación entre el humor y la locura. ¿Siempre tiene que haber locura en el humor?
–La locura aparece como extrañeza. Ves un tipo gritando en la calle y decís: este tipo es un loco. El humor es un poco un tipo gritando en la calle. Tiene algo de quebrar con lo establecido y mucha cercanía con romper con la belleza del mundo. El humor existe porque existe lo desgraciado, los problemas. En un mundo bueno no hay chistes. Siempre va contra cosas, infringiendo normas. Ahí está medio vinculado con la locura. También el cómico es como un loco hasta en su aspecto. Vos lo ves a Capusotto y decís: este tipo es un loco. En el libro lo digo: no hay humoristas perfectos. Brad Pitt no puede ser humorista. El humor está muy cercano a la deshumanización. La gracia parte de lo que no se parece a lo que debería ser. Eso para mí es lo más interesante. El humor no es normal. Va en contra de lo normal.
–En el libro El sentido del humor, Alexandra Kohan plantea recuperar la dimensión subversiva o rupturista del humor. ¿El humor puede servirnos para criticar o revelar algo incómodo?
–Absolutamente. Pero también estoy en desacuerdo con no darle lugar a lo solemne. Hay algo de la dictadura del humor también, que todo tiene que tener humor, que me parece mal.
–¿Se puede hacer humor con cualquier cosa?
–Sí, pero para que exista el humor tiene que haber lugares sagrados de seriedad. Si todo es un video de Tik Tok, si todo puede ser humorizable, se pierde. No estoy de acuerdo con la idea de que hay un exceso de solemnidad. Para mi el gran problema es debatir los límites. No hay que debatirlos. Nadie le pregunta a Julio Chávez cuál es el límite de sus obras. ¿Por qué se lo preguntan al humor? Se puede hacer arte con cualquier cosa. El humor es un género dentro de cualquier rama artística. ¿Por qué nos lo estamos preguntando? ¿Importa quien se ofenda? Pasa mucho en el humor político. En general el humor le toca el culo al poder. Por su transversalidad, por su claridad. Un cuadradito así chiquito puede ser muy claro. A veces se valora lo complejo, lo que no comprendo, como una película de David Lynch. Para mí una de Lynch es tan valiosa como una de Adam Sandler.
–Respecto al tema del prestigio, es muy buena la anécdota que contás de Emilio Disi con Víctor Laplace. En una obra aparentemente seria, del Conservatorio, Disi lo hacía tentar a Laplace hasta que este imploraba por favor que parara.
–Es espectacular. Disi me gustaba como el host del libro. Aparece mucho. Es un humorista sin ningún tipo de prestigio y tiene una cantidad de anécdotas increíbles. Francella y Disi, que fueron dupla, tienen dos comienzos opuestos y terminan también a la inversa. De la comedia a lo serio y viceversa. Creo que Francella, no te digo que reniegue, pero valora mucho más lo que está haciendo ahora. El tipo que hace comedia hace todo.
–Te preguntás en un momento si hay cosas que dejaron de ser graciosas. ¿Creés que es así o es más bien una autocensura del humorista?
–Para mí si el humorista se autocensura es porque no encontró las herramientas para poder reírse de cierta temática. No me parece mal. También hay cambios de paradigmas culturales que hacen que las cosas dejen de ser graciosas. Si el humor es una rama del arte, reacciona en una circunstancia social, la sociedad cambia y entonces cambia el humor. Ahora, por ejemplo, vemos en las redes un tipo de humor clasista, discriminador, anti disidencias. Siento que mucho de lo que pasa con el humor tiene una casi instantánea temperatura social. La ausencia de humor ahora está en los medios de comunicación. No hay programas de humor. Lo que hay es agresión, bronca, dolor o humor clasista, discriminador que es un poco lo que se respira. Sí encuentro en plataformas: Porno y helado, División Palermo, Finde.
–Como pisar una cáscara de banana puede leerse como un libro sobre la argentinidad. ¿Coincidís? ¿Existe el humor argentino?
–Me di cuenta después, cuando terminé el libro, que era muy argentino. Mis consumos son así, me interesa todo lo que pasa acá. Hay tantas formas de humor argentino como tipos de argentinos que hay. Es un país rarísimo, ecléctico. Los humores de las provincias no se parecen entre sí. Destaco algunas cosas: el uso de la ironía, algo del repentismo, la ocurrencia, lo improvisado. Es medio como un cliché: tengo que hacer un trámite, yo conozco a alguien que te puede ayudar. El humor tiene algo de atajo. Cuando hay guiones muy complejos y muy finos…a veces a la gente acá le gusta mucho ver gente con una peluca. Los mejores humoristas son humanos, que trabajan en una oficina, abogados, recepcionistas. Eso habla de una sociedad graciosa.
–Te tomás el tiempo para analizar el humor de Videomatch, algo que tal vez no se había hecho hasta el momento
–Creo que Tinelli no está valorado como el artista que es. Él quedó ligado a ser un productor, un conductor. Pero él es como una especie de nuestro Lorne Michaels. Él tenía el final cut de todos sus sketchs, él definía qué salía y qué no salía. Con el micrófono era como un guionista o un montajista en vivo. Siento que después de los cambios que hubo en el feminismo, lógicos, se ve a Tinelli como lo bastardo o lo banal pero también formó a un montón de gente. Nunca se lo tomó en cuenta ni a él como partenaire.
–También analizás bastante Cha Cha Chá. ¿Qué destacás?
–Vendría a ser la parte más prestigiosa del humor, tenía un valor más raro, más complejo. Me interesa como fenómeno de algo muy extraño que estaba en la tele. Son líneas muy diferentes desde donde se aproximan. Ambos fueron programas paródicos y no son recordados igual. Prevaleció mucho más el absurdo y el delirio de Cha Cha Chá que lo paródico o lo político. En Tinelli quedó más lo comercial, disfrazarse de algo que ya existe, hacer los Taxi Boys o las Chukytitas. Hay algo medio tilingo nuestro también de que había cosas que hacía Videomatch que si las vemos en Saturday Night Live nos hacemos tremenda japa.
–Hablás de los estereotipos en el libro. ¿Son a veces necesarios en el humor?
–Hay formas abyectas de utilizarlos y otras veces son importantes. El humor necesita de cierta economía del recurso y del tiempo, cierta claridad. Vos ves una viñeta y no tenés mucho tiempo. Dibujás un tipo con una guadaña y un esqueleto y es la parca. ¿Es así la parca? Yo que sé. Hay algo de eso que se necesita para el chiste. El humor tiene algo popular, tiene que llegarle a la mayoría de la gente. A veces, para eso se necesitan ciertos estereotipos.
–Antes decías que no encontrabas humor en la televisión pero sí en las redes. ¿Encontrás humor en el streaming?
–El mundo del streaming no me interpela como espectador. Hay una ausencia de fantasía total. La idea de prender una cámara sólamente para que la gente esté sentada ahí hablando me da ausencia de fantasía, juego y sueño. Algo que tenía la tele que estaba bueno. La mayoría son programas de radio con cámara. Algunos tienen experiencias de humor re interesantes, como Julián Kartún haciendo Caro Pardíaco que, te diría, me parece lo más disruptivo. Me resulta todo medio lavado. Ya ni siquiera hay sketchs. Ni hablar del humor político.
–¿Creés que estamos en una época donde es difícil hacer humor?
–Creo que es un Gobierno muy difícil para hacer humor porque lo hacen ellos. Si ves la entrevista de Yuyito González con el Presidente, es casi imparodiable. Ellos son el Gobierno y su propia parodia. Me parece una época rara.
–Si te parece, vamos a cerrar la entrevista del mismo modo que cerrás vos en tu podcast Comedia. Adrián, ¿Para qué sirve el humor?
–Para mí lo más lindo es lo que pasa con los humanos, las relaciones interpersonales. Hacer reír a un amigo. Generar un clima interesante en un lugar. Leslie Nilsen tenía su maquinita de pedos, él iba a una reunión donde estaba medio tenso el ambiente y hacía un ruido de pedo y eso aflojaba todo. El humor puede hacer que los días mejoren. Relacionarte con alguien a través del humor es de lo más espectacular. Tiene algo honesto y transparente. Aunque no conozcas a alguien te das cuenta si la risa es falsa o no. Te reís o no te reís. No podés inventarlo. Y eso es re lindo.
Adrián Lakerman básico
- Nació en el barrio de Boedo de la ciudad de Buenos Aires en 1984. Es guionista de televisión, humorista, comediante e hincha de River.
- En 2019 creó Comedia, podcast con el que inició su camino como investigador y divulgador del humor. Es el realizador de otros podcast: Humor en serio, y cocreador de Un mundo maravilloso.
- Sus columnas especializadas se vieron y están en programas de canales de streaming, entre otros Últimos Cartuchos y Gelatina. En teatro, cocreó y coprotagoniza la obra Un barco llamado Loperman y acaba de iniciar su carrera como actor en una serie de Netflix.
Cómo pisar una cáscara de banana, de Adrián Lakerman (Planeta).