
“Miren a su alrededor, estamos de nuevo aquí”, se lee en el comienzo de la serie Mussolini: hijo del siglo (MUBI), que recorre a lo largo de ocho capítulos el ascenso al poder del dictador italiano. La serie es una adaptación de la novela del napolitano Antonio Scurati, M. El hijo del siglo, que se publicó en 2020 y acaba de reeditarse por Alfaguara para la Argentina.
El escritor y académico Antonio Scurati. (Foto: Jean-Christophe MILHET / AFP).El propio Scurati se encargó de colocar una nota antes de la descomunal obra, de 820 páginas: “Los hechos y personajes de esta novela documental no son fruto de la imaginación del autor. Por el contrario, todos y cada uno de los acontecimientos, personajes, diálogos o discursos narrados aquí están documentados históricamente y/o debidamente atestiguados por más de una fuente. Dicho esto, no deja de ser cierto que la historia es una invención a la que la realidad acarrea sus propios materiales. No arbitraria”.
Milán, marzo de 1919. Europa es un escenario sin personajes. El monólogo interior de Benito Amilcare Andrea Mussolini, con todos sus nombres elegidos por su padre, en honor a mártires socialistas –como el mexicano Benito Juárez–, se expande en un hecho paradigmático: la fundación de los Fascios de Combate. Hay que marcar el paso, firme y con tono correcto, ante los “hombres de la guerra” que están ahí, esperando a que él hable.
Humanidad de residuos
“Los desprecio, sí, pero eso no importa: ha terminado una época y otra está a punto de empezar”, se convence Benito Mussolini, ante los desechos y los escombros que se acumulan a su alrededor. Y luego: “Con este material de segunda, con esta humanidad de residuos, es con lo que se construye la historia”.
El fascismo como reivindicación inexorable de la violencia, un gobierno que se impone a la fuerza invocando la ley del más fuerte y un líder que se reconoce como hijo de la pobreza, que ama el poder, detesta la miseria y desprecia a los débiles. M. El hijo del siglo es la primera de una saga de cinco novelas que el escritor fue publicando a un ritmo tan exaltado como la de su propio personaje central, casi una por año, aunque por ahora sólo la original ha sido traducida al español.
En una reescritura del fascismo sin antecedentes en la literatura contemporánea, Scurati publicó M. El hombre de la providencia –ganador del Premio Europeo del Libro 2022–, M. Los últimos días de Europa y M. La hora del destino, y en la primera de ellas, M. El hijo del siglo, planta las bases de los seis años que van desde la cumbre de los Fasces Italianos hacia la consolidación del Partido Nacional Fascista como amo y señor de la vida italiana.
De ese modo, la novela focaliza su entrada a la década del 20, la Gran Guerra como una larga sombra y, tanto como ocurre en la Alemania pre-nazi, Italia estalla en conflictos sociales, económicos y políticos.
“Soy como los animales: percibo el tiempo que se aproxima”, es una de las tantas máximas de “el Duce”, un hombre robusto y workaholic de 35 años, que se lanza desde su propio periódico como arma, del cual es fundador y director; un mujeriego empedernido, amante de la música –toca el violín– y con una astucia política que lidia con un temperamento volcánico, propenso a fáciles simpatías y antipatías.
“Es muy ambicioso. Le impulsa la convicción de estar representando una fuerza considerable en los destinos de Italia y está decidido a hacerla valer. Es un hombre que no se resigna a puestos de segunda categoría. Desea sobresalir y dominar”, lo pinta Antonio Scurati de entrada, en una novela que se abre del monólogo a la polifonía y a la vez se nutre de diversos materiales: cartas, artículos periodísticos, informes públicos, asambleas de partidos políticos mitines, proclamas, telegramas, memos de servicios de inteligencia y partes militares.
En M. El hijo del siglo se pasa de la primera a la tercera persona, y en la novela surgen una pléyade de nombres y acontecimientos tales como el poeta Gabriele D’Annunzio, las primeras acciones de los temibles camisas negras, la vida en los conventillos –de hecho, Mussolini vivió en uno de ellos con su esposa e hijos–, sus amantes como Margherita Sarfatti, la escritora que supo ser su amante y biógrafa, las huelgas, las fábricas ocupadas por obreros y el peso gravitatorio de comunistas y socialistas, el Estado Libre de Fiume y la “antipolítica” de Mussolini como estrategia.
Olor a sangre
El olor a sangre campea por todas partes. “La escuadra, una treintena de hombres, marcha militarmente de tres en tres por en medio de la calle. Algunos llevan casco, otros el fez negro con la borla, muchos van con el uniforme del ejército. En via dei Ginori se cruzan con una procesión funeraria. Los hombres se apartan, el comandante ordena el saludo militar, todos giran la cabeza bruscamente. Los transeúntes, aterrorizados, notan que todos los escuadristas empuñan una pistola: la sujetan con el cañón en alto apoyado en el hombro derecho”.
El escritor y académico Antonio Scurati. (Photo by Jean-Christophe MILHET / AFP) Torrencial, magnánima y minuciosa, la seducción narrativa por un personaje siniestro ocupa todos los huecos: de la cocina del poder y la mesa chica de las decisiones, de conflictos notables como los que tiene con la Iglesia Católica a la intimidad de la política –Mussolini es consciente del enorme esfuerzo de transformarse en líder y no escatima en conversaciones privadas y reuniones con propios y extraños– entre asesinatos, conspiraciones, sexo salvaje, represalias, espionajes, burdeles, cárceles, amenazas, traiciones, alianzas y jugadas ajedrecísticas.
En la serie se refleja el espíritu de la novela, cuando, mirando a cámara, Benito Mussolini analiza el fervor que recibe de sus simpatizantes. “Entonces nos aman, nos veneran. Me amaron localmente. Durante 20 años me amaron y me temieron como a una divinidad. Y luego me odiaron localmente, y hasta profanaron mi cadáver”, se enorgullece el Duce, consciente de un auge tan vertiginoso de su figura como de una caída estrepitosa, las dos caras de una misma moneda bajo tiempos convulsos.
“En mí luchan dos Mussolini, uno que no ama a las masas, el individualista, y otro absolutamente disciplinado. Es posible que haya lanzado palabras duras pero no iban dirigidas a las milicias fascistas, sino contra aquellos que pretendían someter el fascismo a intereses privados, mientras que el fascismo debe ser el guardián de la nación”, se lee como fragmento de un discurso del líder fascista en el III Congreso Nacional de los Fascios, el 8 de noviembre de 1921.
Bestial e histriónico
Pragmático y apasionado, bestial e histriónico, el Duce vive casi sin frenar sus impulsos, actos y pensamientos, desvelado en el sueño de una expansión imperialista, en el deseo de un fascismo ya no como un fenómeno pasajero sino como algo duradero.
“Me he justificado ante la historia, pero debo admitirlo: la ceguera de la vida en relación consigo misma es angustiosa. Al final volvemos al principio. Nadie quería cargar con la cruz del poder. La cojo yo”, dice, consciente del tamaño de su figura.
Benito Mussolini. Archivo Clarín.No estaba tan errado. Una ambición a gran escala que, en la utopía de crear el hombre nuevo que guíe a la multitud en pleno siglo XX, se convirtió en el germen y consolidación del sistema dictatorial que dominaría la existencia del país durante dos décadas.
Un tema –el del fascismo, sus narrativas, sus mitos y sus legados– que volvió a resurgir en los últimos tiempos alrededor de las transformaciones de la vida democrática, tanto en la ficción como en el plano de lo real. Algo que, por otro lado, no es un tema exclusivo de Italia, sino que está en otras partes del mundo, signo de debate, perturbación y nuevos fanatismos.
M. El hijo del siglo, de Antonio Scurati (Alfaguara).



