

En el texto que abre Biblioteca pública y otros cuentos (Nórdica) de Ali Smith, ella –más bien, una versión de sí misma hecha personaje– descubre junto a su editor un edificio que les despierta curiosidad: en sus puertas, está escrita la palabra “biblioteca”, pero su aspecto es el de una tienda de lujo. Intrigados, deciden entrar y encuentran que, en efecto, el lugar nada tiene que ver con los libros, sino que es un club privado. Cuando Smith mira con más detenimiento el nombre, nota un detalle que antes no había percibido: la palabra “biblioteca” estaba tachada.
Esa escena, breve y llena de desilusión, captura la preocupación por la decadencia que puntúa los relatos de la colección. Mientras Smith escribía sus cuentos, publicados originalmente en 2015, cuarenta y tres bibliotecas cerraron o pasaron a manos de voluntarios en el Reino Unido.
Diez años más tarde, según datos de la BBC, la tendencia no se ha revertido. Es por eso que Smith decidió intercalar entre las historias testimonios de amigos y conocidos que respondieron a una pregunta simple: ¿por qué importan las bibliotecas?
La respuesta polifónica configura una definición múltiple, pero con puntos en común: las bibliotecas son un espacio democrático, un lugar para acceder a otros mundos, una forma de sociedad ideal, un refugio, un fundamento de la identidad personal, un reservorio de la memoria colectiva.
“Creo que las bibliotecas son esenciales para una democracia informada y participativa y que, por consiguiente, se está produciendo una guerra ideológica contra ellas, mediante recortes y cierres, que privan a individuos y comunidades de su derecho al conocimiento y a desarrollarse en sus propios términos”, opina Sophie Mayer en uno de los fragmentos.
El libro de Smith es un manifiesto y una carta de amor a las bibliotecas, pero es primariamente una colección de relatos en los que la palabra –encarnada en múltiples medios y formas– y la literatura son un hilo conductor. La escritura de Smith encuentra en situaciones cotidianas motivos de derivas en las que las pequeñas aventuras de sus criaturas se cruzan de formas extrañas y originales con la vida y la obra de personalidades conocidas, especialmente escritores.
En “La exmujer”, por ejemplo, la escritora Katherine Mansfield se vuelve una suerte de tercera en discordia en un matrimonio. En cambio, en “No me lo cuentes”, la cantante Dusty Springfield motiva una curiosidad común en una pareja.
En “La reivindicación humana”, la narradora se interesa por el derrotero de las cenizas de D. H. Lawrence, aparentemente intercambiadas por las de otra persona, mientras ella misma lidia con un caso de suplantación de identidad por un fraude de tarjeta de crédito. Allí como en “Más allá” –un relato en el que alguien es dado por muerto dos veces por un periódico–, Smith hace gala de un sutil humor absurdo.
Mientras la admiradora de D. H. Lawrence sufre por el uso automático de la palabra en las contestaciones, en “Buena voz” una mujer encuentra una forma de comunicación con el pasado al escuchar grabaciones de soldados de la Primera Guerra Mundial.
Sin pretensiones, Smith aprovecha las historias para abrir su biblioteca personal, para rendir sus homenajes, tal como lo hace en “La poeta”, en el que la anécdota del relato es más un motivo para trazar una semblanza biográfica de la poetisa Olive Fraser, escocesa al igual que Smith.
En cuentos como “El artículo definido”, “Hierba” o “La observadora”, la cualidad evocativa de las palabras está en el corazón de las historias, a veces incluso como puente hacia elementos vagamente fantásticos en la realidad de los personajes. Con frecuencia, la escritura de Smith tiene el pulso de un sueño, dibuja conexiones impensadas, sigue lógicas curiosas.
Aunque ninguno de los relatos se titula como el libro o tiene como escenario principal una biblioteca, en la última historia hay una pista que conecta la línea ficcional con los testimonios. “Cada vez que me siento a intentar escribir este cuento –que es un encargo para una antología de relatos donde todas las historias tienen que tratar sobre la muerte–interviene la vida”, dice en el comienzo.
De la misma forma, no es posible hablar de las bibliotecas públicas que cierran sin evocar los mundos que son capaces de abrir, sin reivindicar las muchas otras vidas que pueden ser contenidas entre sus estanterías.
Biblioteca pública y otros cuentos, de Ali Smith (Nórdica).



