Poco a poco, la décima temporada de ‘The Walking Dead‘ ha mejorado a medida que se plantaba, y resolvía, la guerra de los Susurradores. Sin embargo, el final de ésta y la necesidad de sacar más capítulos para que nadie se olvidara de la franquicia durante estos tiempos de pandemia han provocado una mezcla extraña. Y anodina.
La temporada 10 de ‘Walking Dead’ ha sido muy rara por culpa del Coronavirus. Empezó en octubre de 2019, hizo un parón de seis meses entre los capítulos quince y dieciséis, siendo este último el que daría por terminada las tramas de la temporada y que se emitió en octubre de 2020… pero la temporada ha acabado, de verdad de la buena, en abril de 2021 con seis episodios adicionales.
Algún lector avispado podría sacarme que el principio de esta décima temporada me pareció un indicativo claro de que la serie estaba muerta y ya no tenía nada nuevo que decir (pese a lo que cualquier lector de los cómics intuía en el horizonte) y que, cuando los capítulos empezaron a mejorar, amenacé con comerme mis palabras si la serie mejoraba lo bastante… y aquí estamos. ¿Imprimiré mis críticas y las pondré en pan?
Aviso, como siempre, de destripes, aunque si eres seguidor de la serie ya te habrás imaginado por dónde irán los tiros en esta temporada.
Temporada con tres finales, mala es de rematar
Debido a los parones, esta décima temporada se puede dividir en cuatro bloques. El primero, hasta el episodio octavo, que es un bluf con espacio para la mejora y hace sonar, bajito, los tambores de guerra. Tramas que vienen y van unidos a los ya registrados Momentos Aburridos™ puro Walking Dead.
El segundo bloque, hasta el episodio quince, es un poderoso crescendo hasta el enésimo enfrentamiento contra un enemigo aparentemente superior e incluye la desganada despedida de Michonne; el tercero, formado por un único episodio, el dieciséis, pone punto y final a los hilos de la temporada y a la dichosa guerra.
Por último, el cuarto, con los capítulos diecisiete a veintidós, pretenden avanzar o situar el estado psicológico de algunos personajes y de los que hablaremos en adelante.
Las personas que susurraban entre los zombis
Después de debutar en la novena temporada con una escena escalofriante en la que dos zombis empezaban a susurrar entre ellos, la amenaza de los Susurradores se ha hecho muy real y muy dolorosa. Después de todo, mientras que la mayoría de supervivientes tratan de evitar los zombis y algunos los han usado hasta como perímetro defensivo (como los Salvadores de Negan), nunca se había visto usar a los zombis a la vez como rebaño y como misil, menos aún vivir entre ellos.
Por supuesto que eso de llenarse de sangre hasta arriba ha sido marca de la casa desde la primera temporada, pero tomarse en serio una de las mejores escenas de ‘Zombi’s party‘ (‘Shaun of the Dead’) es otro asunto. Y muy violento.
Porque durante toda esta temporada hemos visto a los Susurradores por dentro y cómo Alpha (Samantha Morton) trataba de ser una jefa despiadada, pero, muy en el fondo, también una mujer dolida por haber dejado marchar a su hija. Tenía el apoyo de Beta (Ryan Hurst)… hasta que llegó Negan (Jeffrey Dean Morgan) y lo estropeó todo. Al final, se dejó llevar por el embaucador del bate y, ya sabéis, los malos aquí sólo duran un poco más que algunos buenos.
Sin Alpha, era cuestión de tiempo que este grupo y Beta acabaran muertos, o desbandados, y eso es lo que hemos podido disfrutar en el segundo y tercer bloque de esta temporada, de una forma muy satisfactoria, por otro lado.
Hacía mucho que la serie no tenía el pulso que hemos podido ver en los episodios del sitio de Alejandría y la defensa de la Torre, con planes y contraplanes por parte de los dos bandos. Casi olvidé que muchos de los giros ya los habíamos visto en otros capítulos y con un envoltorio no tan distinto.
Daños personales
Pero no sólo de acción vive un aficionado a ‘The Walking Dead’. A estas alturas, más de una década después de su debut en pantalla y casi dos décadas de su creación como cómic, es algo que debemos tener a fuego: los zombis pueden ser los que te den el bocado, pero es el drama humano lo que infecta.
Algunos pueden irse y volver una temporada más tarde, preguntando a los demás qué ha pasado como si se hubieran perdido en mitad de una ciudad, pero los que quedamos estamos acostumbrados a que ese drama implique bajones en el ritmo.
Volviendo de nuevo a lo que supone esta décima temporada, después de un comienzo decepcionante, el equipo de la showrunner Angela Kang ha sabido evolucionar a los personajes… a pesar de haber quemado u obviado tramas como si ésta fuera la última temporada, como la dolencia de Ezekiel.
Al final, la temporada 10 de ‘The Walking Dead’ habla del daño psicológico a largo plazo de los supervivientes.
Decía en una de mis anteriores críticas que las máscaras y su uso, metafórica y literalmente, era lo que marcaba el paso a esta temporada, y así ha sido hasta el episodio 16, con la de Beta destrozada por dedos hambrientos.
Y todo ha obedecido a un plan que ha encontrado su eco en los capítulos “de regalo” de esta temporada: el daño psicológico a largo plazo de los supervivientes. Ya no existe el estrés inmediato de una infección desconocida y un mundo que cae, sino la ansiedad por levantar un mundo nuevo y los reparos que cada uno está dispuesto a dejar en el camino.
El ejemplo más claro y doloroso es el de Carol (Melissa McBride), que ha tenido una nueva vuelta de tuerca: pasó de mujer maltratada a Terminatrix de zombis y hombres, luego fue una incómoda ama de casa y ahora es alguien en quien no se puede confiar demasiado. A Carol le pesan demasiado las muertes que no supo o no pudo evitar y algunas de las que provocó, de ahí que tenga lapsos de juicio y se atreva incluso a liberar a Negan, algo que será crítico en la undécima y última temporada… porque Maggie (Lauren Cohan) ha vuelto.
Bolas extra fuera de los agujeros
Cuando se anunció que esta temporada tendría unos capítulos adicionales, seguro que más de uno lo vimos venir: ay. Que de normal ‘The Walking Dead’ te mete rellenos en cada temporada y la jugada sonaba a esa morralla que metes en el carrito de supermercado cuando estás en la línea de cajas.
En parte, así ha sido. Dos capítulos han tenido Daryl (Norman Reedus) y Carol para mirarse mal y estancar su nueva relación a malas, los que evidencian los problemas que tiene esta serie para manejar los tiempos: desarrollo demasiado lento para contar nada, explosiones de violencia para subirte un poco la tensión. Lo peor, no ya del pack, sino de la temporada completa.
Casi igual de malo es el protagonizado por Princesa (Paola Lázaro Muñoz), que debutó esta temporada y que es el último gran personaje que quedaba por adaptar de los cómics. Mitad Manic Pixie Dream Girl, mitad Michonne (por su habilidad inherentemente guay para sobrevivir), todo alegría. Su capítulo no es, per sé, malo, pero desaprovecha el potencial de su protagonista con giros manidísimos y una crisis psicológica cuyo desenlace se ve venir.
El de Maggie era una mera excusa para presentar, ¡otra vez!, a un grupo de supervivientes hostiles que rascan el fondo del barril de la villanía: los segadores. Si la temporada 11 va a respetar un poco lo que queda por adaptar de los cómics, su interés ya os aseguro que será nulo en comparación con la trama en la que está el grupo de Eugene (Josh McDermitt). Huele a un disco de grandes éxitos tocado por una banda homenaje.
Dejo para el final los dos mejores: ‘Uno más’, protagonizado por Gabriel (Seth Gilliam) y Aaron (Ross Marquand), sitúa a ambos contra Robert Patrick en una inesperada y retorcida prueba. A estas alturas, encontrarse un capítulo que homenajea las situaciones de suspense de ‘Alfred Hitchcock Presenta’ (o, si miramos a nuestro país, a ‘Historias para no dormir’) es un alivio entre tanto zombi sin sal.
Y ‘Aquí está Negan’, un flashback del chulito del bate donde se le ve aún inocente, recién despedido como profe de gimnasia en un colegio, pero con un reverso salvaje pugnando por salir. Que su esposa Lucille (Hilarie Burton) esté enferma de cáncer en mitad del auge de los zombis no le ayuda a templar los ánimos, y su particular odisea en busca de bolsas de quimioterapia destila lo mejor que ha dado esta serie cuando le ha dado la real gana: la tragedia personal en un contexto impensable y horroroso, el ansia de un poco de bondad en mitad de una crisis de valores.
La temporada 11 será la última y me es imposible predecir cómo será, porque al fin vuelve a correr sangre, y no limo, por las venas de esta serie. De alguna forma han sabido cambiar el foco de algunos de los personajes de siempre, mientras rescataban a una de las veteranas, y el coste sólo ha sido asomarse a la mediocridad de siempre. Sí, por fin hay material interesante de partida y esperanzas de que se vayan a aprovechar en un, quién sabe, digno final de serie. Puro ‘The Walking Dead’, ¿no creéis?