Soy Rada, Agustín Aristarán, es alguien que posee varias pasiones, y varias formas de ser un artista diferente en Argentina. Fue un conductor, con una capacidad para entrevistar diferente. También es mago, y lo sacó a relucir su reciente serie de show al final del año en el Maipo. Tiene cuatro discos con su banda, And The Colibriquis. Estrenó en 2023 Una película de gira, un film que mostraba su gira en Europa, un proyecto de amigos devenido pantalla grande. Y además, entre otras cosas, fue Tronchatoro, la señorita Tronchatoro, la villana de Matilda, el cuento de Road Dahl devenido uno de los éxitos musicales de Buenos Aires (entre otros nombres, gracias a la sabiduría de la productora Valentina Berger). El rol representó mucho en la carrera de Aristarán, y Soy Rada ahora regresa el 12 de enero, por cuatro únicas semanas al Gran Rex, a ser Tronchatoro: “Un desafío gigantesco interpretar a una mujer que tiene un cuerpo completamente diferente al mío, otra energía, otro tono muscular, otra altura. Todo completamente diferente. Fue un gran desafío que me convencía. Yo sabía que iba a estar bárbaro, que iba a ser una aventura buenísima. Pero, por supuesto, me dio mucho cagazo hacerlo, porque, insistió, fue un desafío. En mi carrera fue, para mí, un hito, uno muy grande”.
—¿Cuáles eran tus miedos cuando hiciste por primera vez de Tronchatoro?¿Tenía que ver con interpretar a una mujer o con alguna otra cosa?
—Mi miedo tenía que ver con no estar solo en el escenario. Ojo, yo estoy con una banda, con un equipo, pero el show generalmente lo llevo yo. El dueño del juego soy yo arriba del escenario. En este caso, en Matilda, laburar en compañía (si bien ya lo había hecho), estar en función de una obra de otra persona, ese miedo de interpretarlo bien, de entender cuándo sí y cuándo no, cuándo salir. Eso se hace con la energía del grupo y las herramientas que cada uno tiene como actor o como actriz. Y, claro, el miedo de no hacerlo bien. De que el ego no me gane, ya que soy un artista más acostumbrado al unipersonal.
—Hace rato venís hablando de crecer como actor. Tus roles en series como “El reino” y en películas van afianzando ese camino. ¿Qué historias te gustan en el cine, historias que sentís que te hayan definido?
—A mí me gustan las historias cotidianas, que de cotidianas no tienen nada. Cualquier cosa que uno cuente, si la cuenta bien, es increíble lo que sucede en todos lados, se trate de una familia o de un escenario. Me gusta eso. Me gusta la anécdota cotidiana que termina con un desenlace insospechado, imprevisto. Soy un mago y comediante, y básicamente la magia funciona por sorpresa. Y me gustan esas historias, que te sorprenden porque no venías venir como podía alterarse el cotidiano. Desde el jardín, por ejemplo, es una película que me marcó mucho y que desde el cotidiano de un jardinero que no se sabía que carajo le pasaba, que estaba en su mundo, en su espectro, y terminaba haciendo de asesor del presidente. Esa una película que representa lo que te digo y que me voló la cabeza.
—Tenés un público muy fiel, de muchos fanáticos, y llevás la magia a esa gente, literalmente. ¿Qué implica llevar la magia, un arte popular, al escenario y que la gente la disfrute? ¿Qué representa para vos cuidar ese legado?
—La magia es la reina de las artes. No el cine, como se dice. La magia es la precursora del cine. El cine se empieza a hacer por un mago que quería hacer un truco de desaparición de una persona. La famosa historia con la primera proyección. Es muy antigua la magia y es súper compleja. Esta bajada de precio por los magos mismos. Nos hemos encargado de hacerla cagar. Estoy en un momento de re enamoramiento total con la magia, mi primer amor, muy mío. Es impresionante la magia. Estoy ensayando como si tuviera 15 años. Acabo de estrenar en el Maipo un show de magia, con banda, con comedia, pero principalmente magia. Es un espectáculo de magia, que estrenaré nuevamente a lo grande en este año. Va a lo más primario que tenemos, a la idea del bebé del “¿dónde está? Acá está”. Mano en los ojos, desaparece todo. Mano fuera, aparece todo. Es tan primitivo, te toca una fibra que tiene que ver con esa sorpresa, ese momento. Cuando ves un truco de magia, volves a ese lugar. Te toca una fibra infantil, hermosa, del saber que te mienten, y que te guste que te mientan.
—¿En qué sentís que ha influenciado la magia la forma en que contás?
—La sorpresa, sin duda. El shock de sorpresa que no se la espera. Voy por este lado, voy contando una cosa y de repente, algo que nadie espera. O que idealmente nadie espera.
—¿Qué tenés ganas de hacer en este momento complicado del país? ¿Qué querés contar?
—Ahora soy parte de la historia de la vida de Cris Miró, soy el hermano de Cris Miró en la historia que supongo se va a estrenar el año que viene. Una historia muy espectacular, que cuando la vean supongo que van a flashear todos. Los va a sorprender lo que se esta haciendo. En términos personales estrené el año que viene mi nuevo espectáculo, Truco, que mezcla la magia, la comedia y la música.
—Parecés haber hecho mucho. Muchos teatros, mucho cine. Cuando Duki hablaba de que le generaba angustia pensar en lo que sigue, considerando lo logros, ¿te pasa quizás algo parecido? ¿Es complicado mantener el fuego de las metas encendido?
—Yo no busco metas, me gusta ser. No quiero llegar a ningún lado. No me interesa ser el primero. “Voy a hacer tal cosa o tal otra”. No tengo el plan de la medalla, de la meta. Disfruto realmente mucho mucho el trayecto, para donde estoy yendo. No laburo por la meta, laburo porque me gusta hacer. Del Luna Park pasé al Maipo, cuando se supone que tenés que ir a algo más grande. A Duki lo admiro muchísimo, es un capo total. Siento que fue parte de la emoción, porque al menos yo creo que le queda todo Duki. Él puede hacer lo que quiera, hasta un Madison Square Garden. El chabón empezó haciendo estadios, y quizás el día de mañana flashea con contar acústico para poco, y esa es la nueva meta. Lo que importa es el próximo desafío.
—¿Cuáles son los desafíos que has podido superar en tu vida personal?
—Trabajé muchos años en eventos, 25 años. Eso fue un mega desafío. Vas a pelear contra un arrollado de pollo, gana todo el arrollado de pollo. Hacer un Gran Rex, o dos. Movernos con un equipo de 20 personas para un unipersonal. Ser parte de un equipo. Actuar o laburar en un bar, para poca gente, para mí fue todo un desafío. Te paras ahí a hacer la tuya, y mostrar la tuya, eso es un desafío siempre y para cualquiera.
—¿Cómo vivís lo que pasó con el estreno de “Una película de gira”, el documental que lanzaste el año pasado?
—Es una gran anécdota de dos amigos, que uno acompaña al otro a hacer una gira por Europa. Este año o cualquier año, nos vamos a sentar y vamos a reirnos, pensando en que hicimos una película. Me parece un gran chiste, o, mejor dicho, me parece un gran truco. Tampoco me interesa cuantos la vieron, quienes la vieron. Me gusta que quienes la vean, se metan en el juego de dos dementes que se están divirtiendo haciendo cine.
—¿Qué sentís que entendiste del público que te sigue y que estuvo ahí en el estreno, en el Luna Park, en el Maipo?
—Muchas veces me preguntó por qué, qué es lo que ven que hace que me sigan y que compren entradas. Yo creo que es porque me creen. Me creen lo que yo hago. Y yo me creo lo que yo hago. No dejamos de subirnos al escenario para contar muchas mentiras, y esas mentiras me las creo, son reales. Ellos creen, en el mejor sentido, en las mentiras que les cuento, y se meten a jugar. Lo que yo propongo es real. Esa palabra tan de moda, orgánico, eso es lo que hago. Lo que hago realmente me pasa, y lo que digo es aquello en lo que creo.
—¿Te costó creer en vos?
—Siempre hice muy convencido lo que hago. Pero muchas veces me enroscaba mucho con mis inseguridades. Pensaba “no lo puedo creer, qué onda”. Tengo y tuve mucha suerte, pero eso no quita que haya mucho laburo. Mío y de la gente que está conmigo. Hay mucho trabajo.