Kung Fu Panda‘ llegó en el momento adecuado, cuando la animación en 3D estaba tocando techo en cuanto a creatividad. Cada película de Pixar era un bombazo (ese mismo año se estrenó ‘Wall-E’, y el anterior fue el turno de ‘Ratatouille’) y Dreamworks estaba tratando de encontrar su hueco entre ‘Shrek’, ‘Madagascar’ y ‘Bee movie’.

La primera parte de Po fue una aventura épica, carismática, repleta de escenas inolvidables y que sabía a novedad y emoción. 16 años después, su cuarta película es, tristemente… todo lo contrario.

Kung Puf Panda

Hay que saber cuándo decir adiós a las franquicias antes de que se conviertan en deberes para el público. Si no hay más historias que contar, no hace falta tratar de sacarle la leche a la vaca, por mucho que esta siga dando dinero. Es lo que le ocurre a ‘Kung Fu Panda 4’, que trata de dar un giro crepuscular a la saga al estilo ‘Cars 3’ pero no se atreve a dar un paso más de lo estrictamente necesario en esa dirección. Al final, no consigue dar en el clavo por culpa de una villana a la que no saben explotar y un guion que parece creado más por un comité de ejecutivos que por los guionistas de toda la vida.

Y es cierto, ojo, que en ningún momento aburre. Te puedes oler los giros desde el primer minuto de la película e intuir un final prácticamente telegrafiado, pero las secuencias de acción siguen siendo divertidas, los chistes no son desagradables (aunque tampoco hilarantes) y Po sigue siendo un adorable tragón convertido en el Guerrero del Dragón. Los ingredientes están, pero la preparación se nota vaga, dirigida y narrada como si fuera un simple trámite. Es una pena, porque, francamente, podría ser mucho más.

Nada más empezar la película, el propio Po nos da la noticia de que los Cinco Furiosos están por el mundo cumpliendo misiones. Es una manera de explicar al espectador el motivo por el que no veremos a Tigresa, Víbora, Grulla, Mono y Mantis por ningún sitio -más o menos- mientras Po se limita a cumplir la papeleta como el «Guerrero del Dragón» (creédme, la matraca con el sobrenombre hará que salgáis de la sala maldiciendo el día que le ungieron como tal).

Por algún motivo, ‘Kung Fu Panda 4’ se empeña tanto en ser un nuevo inicio que cree que puede eliminar aspectos clave de la saga en favor de un nuevo personaje que es, sin quererlo, el mayor enemigo de la propia cinta.

El show de Flo

Zhen es una raposa que se convierte, de repente, en la co-protagonista de la película. Y no tiene nada de malo per se: es completamente funcional, su historia es emotiva y, aunque acomete todos los tópicos habidos y por haber, no resulta molesta.

El problema es que tampoco tiene nada que la haga sobresalir. Es una ladrona de buen corazón que hace equipo con Po pero nunca destaca, por mucho que el guion se empeñe: se trata de un personaje excesivamente serio y «perfecto» para la saga con un diseño excesivamente formal, como si no se hubieran atrevido a llevarlo más allá o darle rasgos de personalidad destacables.

Es solo la punta de lanza de un problema grande con los personajes en ‘Kung Fu Panda 4’. La Camaleona, la villana de turno, es increíblemente interesante sobre el papel: una cambiaformas con un maquiavélico plan para aprender kung-fu y derrotar al Guerrero del Dragón.

Durante todo el metraje vemos el respeto que todos le tienen y apreciamos su dominio sobre el mundo del crimen, pero, en el momento de la verdad, se conforma con ser una mala de usar y tirar que no consigue vivir a la altura de su potencial ni pone realmente en aprietos a Po y Zhen. ¿Os acordáis de Milhouse quejándose, en ‘Los Simpson’, de que Rasca y Pica no iban a la fábrica de fuegos artificiales por culpa de Poochie? Pues es un poco ese momento, de manera constante.

La desgana, incluso en un personaje como el de Po, al que han vuelto notablemente más santurrón, se hace patente en el mismo momento que pisan otra tierra distinta a la habitual. Los personajes se sorprenden muchísimo por el bullicio, pero el cambio en cuanto a tono y diseños no es notorio: parece que, en lugar de viajar a tierras remotas, han ido a la ciudad de al lado. En general, este es el problema de ‘Kung Fu Panda 4’: sabes qué es lo que quiere hacer y a dónde quiere llegar, pero se queda muy corta continua e inexorablemente.

El báculo de la commedia

Pero todo, incluso la nula presencia de los Cinco Furiosos, podría perdonarse si el humor estuviera a la altura de la saga. Sin embargo, más allá de un par de running gags que funcionan mejor de lo esperado (los conejitos psicópatas, el chacaflús), la película se sitúa en un mar calmo de simpatía constante que no tiene ni grandes genialidades ni terribles errores. Depende de la gracia que te haga Po pensando en comer o su padre panda haciéndose el duro. A la quinta broma, la verdad, el chiste se agota.

Panda

La mayoría de estos gags tratan de funcionar por repetición constante: a fuerza de tergiversar y ampliar sus propios chistes, la idea es que el público pueda anticiparse a ellos. El problema es que esta estrategia solo funciona cuando, de entrada, son divertidos. Y la gran mayoría de los momentos pretendidamente humorísticos de ‘Kung Fu Panda 4’ caen en saco roto junto con la épica, la acción y los giros argumentales. Es una pena.

‘Kung Fu Panda 4’ lo intenta. Incluso, hacia el final, trata de hacer un homenaje a toda la franquicia hasta ahora, como homenaje y símbolo del cambio de los tiempos. Sin embargo, como sabemos últimamente por películas como ‘The Flash’, no basta con lanzar cameos a una pantalla para que el público, más sabio de lo que parece, se quede satisfecho.

Al final, esta cuarta entrega de Kung Fu Panda se siente como un dumpling frío sin relleno: sabes cuál debería ser su sabor original, pero todas las decisiones que se han tomado hasta llevarlo a tu mesa han sido incorrectas. Siempre nos quedará la increíble secuencia de créditos finales. Algo es algo.

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