La primera característica de Dalia Gutmann es su sentido del humor, quien confiesa que sólo puede reírse de ella misma. Sus dardos apuntan hacia el espejo y no dañan a los otros u otras. Por ahora hará una única función el jueves 22 a las 20.30.en este nueva modalidad que es autoshow en Mandarine Park (Av. Costanera Norte y Av. Sarmiento). Las entradas cuestan desde $3000 por vehículo y se pueden adquirir en www.ticketek.com.ar. Con el título de Cosa de minas en cuarentena (¿Me pasa a mí o nos pasa a todas?) se la escuchará por la radio del automóvil, en una frecuencia FM que se indicará al llegar al lugar.

Se recibió de locutora, después fue periodista, también moza, preceptora y telefonista. Afirma que su vida cambió la primera vez que asistió a un show de stand up. Dice con orgullo que: “Las mujeres sienten que soy como la compañera de la secundaria”.

—¿Qué lugar ocupa hoy en tiempos de pandemia la comedia?

—Pasó mucho tiempo desde marzo hasta ahora. Pero creo que cuando arrancó,  los comediantes nos sentimos con la obligación de entretener. A veces me siento mal cuando subo videos a mis redes, pero es que creo que debo divertir, ya que la estamos pasando mal. Tenemos que reírnos un poco. La alegría es parte del ser humano, hay que tratar de mantenerlo y que nadie te lo robe.

—¿Crees que el feminismo cambió el humor?

—El feminismo vino a despertarnos de muchas cosas. Antes nos podíamos reír porque alguien era travesti u homosexual. Asocio al feminismo con un cambio de mentalidad. Cuando era chica y miraba la televisión el lugar de la mujer era incómodo. Vino a replantear todo. Los roles estaban muy estancados. Los hombres salían a trabajar, como proveedores y las mujeres nos ocupábamos de los hijos y la casa. Estaba como muy ordenado todo en la sociedad y el feminismo llegó a despertarnos. Tenemos los mismos derechos. La casa como la crianza de los niños deben ser tareas compartidas. Al cambiar los valores de las sociedades se modifica todo, el humor, los chistes… Tiene que ver a partir de este nuevo siglo XXI, donde la mujer está en otro lugar y afecta no sólo a la comedia.

—¿Qué podés anticipar de este nuevo show?

— Es diferente porque hablaré un poco de la cuarentena. Lo que me estuvo pasando en estos últimos meses, con material que no hice nunca. Espero después poder estrenar parte de estos monólogos en el Maipo.

—¿Con quién probás tus monólogos?

—Como soy un desastre para maquillarme siempre conté con la ayuda de una profesional (Mel Alvarez) y en el camarín lo pruebo con ella. Durante mucho tiempo trabajé con Ale Bavera. El stand up es un género muy cotidiano y coloquial. A veces le hago un comentario al verdulero y si reacciona bien lo puedo incorporar al escenario. Estoy muy atenta de qué se ríe la gente. Lo pruebo con toda la sociedad y también uso mucho twitter. Los que hacemos stand up somos como sociólogos truchos. Medimos todo el tiempo que causa gracia. El humor es como la fruta y la verdura: tiene que estar fresco. Hay que estar atentos.

—¿Con que te reis?

— Me hace reír mucho lo que no espero que me pase. Lo inesperado para mi es la definición del humor. Cuando alguien dice algo que no me imagino. La gente espontánea, los que no buscan quedar bien.

—Hiciste vivos en Instagram…

— Fueron muchos, durante la cuarentena llegué a hacer hasta tres vivos por semana. Ahora paré por los ensayos del show. Tengo además la casa…los chicos sin el colegio, pero estuve muy activa.

—¿Otras redes sociales?

—Me divierte mucho el Twitter, aunque es el caldo de cultivo del resentimiento y el enojo…Es como esas charlas de sobremesa donde se dice de todo. Antes de la cuarentena no le daba importancia al Instagram pero en estos tiempos hasta se volvió una fuente de trabajo y estuvo bien.

—¿Lo decís por los canjes?

— Empecé a comercializar en las redes. Siempre viví del teatro, pero cuando no tuve la posibilidad del escenario empecé a comercializarlo. Hago canje sólo con gente emprendedora, que se tuvo que reinventar, los que se pusieron comidas o pañuelos. Pero con las marcas hago arreglos.

—¿Sentís que para llegar a las mismas metas que un hombre hay que esforzarse más?

—No tengo dudas. Siempre digo que para estar en el mismo lugar que ellos debemos hacer el quíntuple esfuerzo. Me parece que llegamos sobre calificadas, para los mismos puestos. Siento que siempre tenemos que demostrar mucho más. En el humor para que consideren a una mujer graciosa debe hacer mucho más que un hombre, pero a su vez tiene sus beneficios. Cuando empecé en el stand up éramos pocas y teníamos más chances de trabajar. A la primera que vi fue a Natalia Carulias en el 2000. Cuando empecé a estudiar (2004) iba a todos los show. Un día le dije a Natalia que tenía un monólogo y vino a mi casa para verlo: fue muy generosa.

—¿Hay un humor femenino y otro masculino?

—El tema tiene muchas aristas. Trato de no enredarme en esas conversaciones si es masculino o femenino el humor. Cuando estudié stand up nos decían que no hiciéramos humor de minitas…con buena leche lo aconsejaban. Por supuesto en estos diez años nunca les hice caso. En el hecho artístico creo que hay que se fiel con una misma. En general, a mi me convoca más un monólogo de una mujer que el de un hombre. Siento que hay una empatía. Me fascina el tema de las mujeres, pero no hay que estigmatizar por el sexo. Cuando nosotras estamos juntas sucede diferente cuando ellos están juntos, por eso el humor es distinto. Nosotras tenemos simultaneidad, es un rasgo muy femenino y nos entendemos muy bien. A la cultura patriarcal le convino decir que somos competitivas entre nosotras. Me divierte mucho, porque si hay alguien competitivo ese es el hombre. Pero no quiero caer en la guerra de sexos. Hay hombres y mujeres buenas o malas, más allá del sexo.

—¿Cuál es la estética de una mujer que hace humor?

— La estética no es algo que me interese. Cuando te dedicas al humor zafás de tener que estar espléndida. Con los años me fui interesando más por lucir alegre. La comediante no tiene necesidad de ser linda, no es lo que importa, ni se valora.

—¿Y hacer algún personaje?

—No me veo como actriz en una tira, pero sí me fascina el cine y me encantaría hacer una película o una serie. Hace años que escribo situaciones en la computadora cuando me parecen divertidas. Tengo la fantasía de convertirla en una ficción de ocho capítulos. Tal vez además de escribirla actuarla. Me gana más la escritora que la actriz. Me cuesta interpretar algo que escribió otro. Pero no descarto que me llegue algo que me encante. Lo que elijo es hacer lo que me divierte.

LA COTIDIANIDAD DEL HUMOR
Dalia Gutmann integra junto a Sebastián Wainraich una de las parejas más estables. “Si debo dar la clave para vivir con otra persona –se pone seria– de cualquier profesión, creo que tiene que importar mucho que el otro esté bien y que sea feliz. Me parece que funcionamos porque a ambos nos pasa esto. Hace poco le pedí a Sebastián que necesitaba estar sola todo el día y se fue con los chicos. Es la primera vez en tantos meses que se lo pido y nos hizo mucho bien. Es bueno poder hablar sin que ninguno se ofenda”.

“Estoy muy atenta a los estados anímicos –subraya– Soy sensible, susceptible pero trato de no quedar vulnerable en la cotidianidad. Me afecta mucho y me lastima si mis hijos están preocupados”.

Cuando se le pregunta con quienes se ríe, afirma: “Son muchos…Sebastián (Wainraich), históricamente con Niní Marshall, Juana Molina o Tato Bores. Hoy me divierten las chicas con las que hacemos La culpa es de Colón (Fernanda Metilli, Malena Guinzburg, Connie Ballarini y Natalia Carulias). También Martín Pugliese, Ezequiel Campa, son todos del género stand-up”.

Hace un balance de sus giras. “Durante el año pasado recorrí todas las provincias. El stand up es muy fácil de trasladar, sos vos y tu alma. Viajé con mi show Cosa de minas y comprobé que es muy universal. Hablo mucho de la ansiedad, creí que la aceleración era propia de la mujer porteña, pero no. No cambio nada, cuando llego digo que si no entienden háganlo saber, pero nunca me pasó que alguien no me comprendiera”.