Fue una de las tantas víctimas de la pandemia, ya que la suspensión de las actividades culturales decretadas en marzo del año pasado hizo que no estrenara La gesta heroica, en el Cervantes. Pero Luis Machín pudo seguir reinventándose desde reportajes en Instagram, grabar teatro y hasta terminar una película para después iniciar otra. Finalizó el rodaje de Existir de Gabriel Grieco con Vanesa González, Victorio D’Alessandro, Sofía Gala Castiglione y Fabiana Cantilo, entre otros. Afirma Machín: “Quedaban unos días en Salta y la terminaron ahora. Mi parte la finalicé con la antigua normalidad, a fines del 2019. Faltaban escenas pendientes y eso lo hicieron ahora”.
—Se filmó en Francia (París), China (Shangai), Mar Azul, Patagonia, Cachi y Buenos Aires. ¿Viajaste?
—(Se ríe). A mí siempre me toca en Buenos Aires, a veces cruzo la General Paz. Mi personaje representa un ala militarista que se encarga de custodiar una información para que no salga a la luz. Tiene que ver con la existencia de otra dimensión. Se podría hacer cierto paralelismo con el Área 51 en los Estados Unidos.
—¿Tuviste alguna experiencia con ovnis?
—No. Es un tema complejo. Hasta donde se tiene conocimiento no parecería que hubiera vida en otros planetas. Nunca fui al Uritorco, no tuve esa curiosidad.
—¿Por qué filmaste varias películas del género de terror y ciencia ficción?
—Siempre me resultaron atractivos. Cuando era chico como espectador, como a la mayoría. Con los años se desvaneció un poco el interés y después me vinculé con Daniel de la Vega, a los pocos años de llegar de Rosario. Siempre quiso que participara en alguna de sus películas y así filmé Necrofobia (2014), que tuvo un recorrido internacional. A partir de ahí el género se extendió y tienen hasta su propio Festival Rojo Sangre. No solo me pareció una curiosidad por el género sino por lo que genera en la interpretación. Debe haber una actuación diferente a una comedia, un clásico o una obra costumbrista. Me atrajo cómo crear esos personajes. Cada vez que me llega un guión de ciencia ficción los leo con mayor detenimiento.
—¿Cuál fue el inicio?
—Coincidió con que en esos años hice la remake de Narciso Ibáñez Menta: El hombre que volvió de la muerte, donde encarné al médico, papel que había estrenado Eduardo Rudy. El protagonista fue Diego Peretti, con producción de Pol-ka. Son temas recurrentes desde Frankenstein de Mary Shelley en el siglo XIX hasta nuestros días. También filmé La funeraria con producción de De la Vega, para Netflix y el año pasado se estrenó Matar al dragón. Fueron creando una corriente de público. Desde hace unos diez años empezaron a ser leídas hasta en el Incaa de otra manera.
—Tus inicios fueron en el teatro en Rosario, tu ciudad natal: ¿qué llegó primero el cine o la televisión?
—Debuté en el teatro en 1984 y trabajé en el primer largometraje que se hizo íntegramente en Rosario, De regreso (el país dormido) de Gustavo Postiglione a finales de los ochenta. De chico había hecho una publicidad de un vino con mis amigos de la cuadra, porque el padre de uno de ellos era actor y nos llevó a filmarla. Aquí en 1999 actué en La venganza de Desanzo. Cuando llegué a Buenos Aires todo fue simultáneo, hacía publicidad, tomaba cursos con Ricardo Bartís y Alberto Ure. Empecé a hacer bolos en la televisión y el primero lo hice con Daniel Fanego.
—La dupla con Verónica Llinás trascendió la televisión y pasó también a Instagram…
—Nos conocimos en un ciclo de Canal 7 en un capítulo escrito por Javier Daulte y Sandra Gugliotta donde hacíamos de hermanos, donde también trabajó Arturo Puig. Después pasaron un montón de años hasta que nos convocaron para Viudas e hijos del rock and roll (2014), más tarde hice una pequeña intervención en Educando a Niní. Este año hicimos una participación en Instagram para la Asociación Argentina de Actores.
—Qué ficciones retornan primero: ¿cine o televisión?
—Ahora hay doce películas que se están filmando. Empecé en John Lennons de José Cicala. Me parece que la televisión está un poco temerosa, aunque la veo con más posibilidades de filmar. Una serie son tres o cuatro meses, mientras que en el cine si se enferma un personaje principal se cae la filmación porque se hace en cuatro semanas. En las miniseries pueden seguir grabando, son doce o trece capítulos. La producción tiene chance de continuar. Todo es como un acertijo. Me parece que la televisión en su formato miniserie tiene la mayor ventaja. Pero siento que mueren las telenovelas, ya era un formato un poco viejo. Cada vez son menos los que miran en directo desde la pantalla. Solo la gente grande ve la televisión de aire, desde cincuenta para abajo todo es desde el celular. Creo que la pandemia aceleró todo. Lo último que hice fue Mi hermano es un clon (2018). Ahora todo es plataforma. Atrapa a un ladrón se podía ver entera en una de ellas. Creo que el teatro está herido muy grave…
—Se grabaron varios espectáculos teatrales…
—Esto no tiene vuelta atrás. Ahora estoy menos enojado. Me siento más triste. Pero con la distancia me doy cuenta que el teatro grabado generará un nuevo lenguaje, con un contenido distinto. Llegó para quedarse, porque genera otro público. Como lo que hicimos con Nuestro Teatro en el Cervantes o Ecos en el San Martín. Hay mucha gente en las provincias que no podía venir a Buenos Aires y lo ve. Nos acercamos con otro lenguaje diferente al de la televisión y otro registro. Hice Asteroide de María Zubirí para Nuestro Teatro. Lo filmamos con cuatro cámaras en la sala María Guerrero. Fue muy raro. Me encontré con la escenografía desarmada de La gesta heroica y me dolió. Iba a ser mi primera experiencia en el Cervantes.
—La ibas a estrenar en marzo del 2020: ¿ya tienen nueva fecha?
—Creo que vamos a tener que esperar al 2022 o 2023. No tengo ganas de ensayar nada sabiendo que habrá un 30% de espectadores. Muchas veces hicimos esa cantidad, pero esperábamos más. Me duele saber que a muchos de los que estrenaron les va mal. Ahora pienso en lo audiovisual. Hay muchos que trabajaban en pequeñas obras de teatro y ahora está todo detenido, hasta las clases que se dan por Zoom demuestran sus limitaciones. Este año no reflotaría Mar de noche que fue un unipersonal pensado para cien butacas, pero hoy tendría treinta como máximo. Me deprimiría mucho más. Con lo que me sale voy sorteando la situación, aunque con deudas. Mirás Europa y el número de los contagios es alarmante. Se suspendió en Estados Unidos incluso ficciones de Netflix. Nuestro sector está pasando por la crisis más grande de nuestra época.
De Rosario a la fama y el reconocimiento
A.M.
Luis Machín llegó desde su Rosario natal para poder vivir de lo que más ama: actuar. La televisión lo convocó numerosas veces, una de las últimas fue Atrapa a un ladrón (2019). Desde Pol-ka en Canal 13 hasta Underground para Telefe sin olvidar al canal estatal es un actor convocado. Es un intérprete preocupado por su país, informado y reflexiona: “Todo lo que pasa alrededor de la vacuna es tremendo. Que se cuestione a la ANMAT me parece muy fuerte. Nunca antes se puso en tela de juicio a esta institución. Confiamos más allá del gobierno que esté. El nivel de locura es muy grande. La situación nos lleva a un estado en el que no nos reconocemos. Ansiedad y angustia: si no estás parado sobre un eje firme te lleva para cualquier lado”.
Confiesa Machín: “Nunca pensé en escribir historias. Antes de la pandemia empecé a sentir que las notas que uno hacía se alejaban del trabajo. Hice programas para las Secretarías de Cultura de Córdoba y de Rosario, también para un ciclo de Sagai entrevistando a gente de teatro. Armé los programas como quise y hablamos de lo que hacemos. Sin pretensiones de público ya que las subimos a Instagram. Lo recaudado fue para los entrevistados y para mí. Los hice desde mi casa. Creo que los actores generamos espacios para otros sin recibir nada a cambio. Mi fuerte no es el canje, aunque veo muy bien que los colegas lo puedan hacer. Junto con el turismo y la gastronomía somos los que más sufrimos. Con la cultura fueron muy estrictos, mientras que no veo eso mismo para los restaurantes o bares”.