«Me decía sobrina preferida. Me buscaba en Capital cuando mi mamá estaba triste. Me defendía frente a mi prima Florencia. Me pedía que baile la coreografía de danza frente a él, a veces delante de sus amigos. Decía que le gustaban mis piernas largas. Decía que le gustaba mi pijama. Me preguntaba por mi ex novio, quería saber qué había hecho con él. Decía que mi ex novio no era para mí».       

De chica, ella le decía tío. Cuando escribe lo llama por su primer nombre, Claudio. Para la fuerza era el comisario. En la Justicia: ACUSADO. «Yo ahora no sé cómo nombrarlo», dice en su nuevo libro, Donde no hago pie (Lumen), Belén López Peiró, su autora.

Despues de haber presentado hace tres años Por qué volvías cada verano (2018), una novela coral en la que presentaba las circunstancias y personajes que rodearon el abuso que sufrió de chica por parte de un tío, un comisario de la provincia de Buenos Aires, ahora redobla la apuesta con esta otra crónica  -escalofriante por momentos- de la experiencia, o el calvario, que se inició en 2018 con la elevación a juicio de la causa, a partir de una denuncia que hizo la autora en 2014.

“La reparación tiene que ser colectiva: tenemos que lograr que el sistema nos incluya, y no nos siga revictimizando”.

"La reparación tiene que ser colectiva: tenemos que lograr que el sistema nos incluya, y no nos siga revictimizando".

Belén López Peiró

Escritora

Para el lector termina siendo impactante el marambo judicial en el que termina sumergida una víctima de abuso sexual infantil hasta obtener alguna clase de respuesta o condena para su victimario. Porque no se trata de una reparación, no, dice Belén: «La justicia, en el mejor de los casos te otorga una condena, la reparación es otra cosa».

En su caso, esa posibilidad reparatoria involucró la escritura, a un nivel personal. Pero también la construcción de una red de mujeres de distintos ámbitos -abogadas, comunicadoras, periodistas- que aunaron sus fuerzas para ayudarla, en Buenos Aires y en Santa Lucía, provincia de Buenos Aires, el pueblo en el que se produjeron la mayoría de los episodios de abuso. Siempre en verano, cuando la dejaban en las vacaciones al cuidado de sus tíos.

«Hechos», llama su abogada, Luciana, a esos episodios -Belén recuerda con precisión cuatro de ellos, pero calcula que fueron, en total, unos diez-. Fue Gregorio, el esposo de su mamá, quien advirtió en su momento que el tío no la miraba con ojos de tío, sino que la miraba con deseo y advirtió a la madre. Y la ginecóloga quien constató la lesión en el perineo a los 13 de Belén, y le preguntó si había tenido relaciones sexuales.

-No- respondió ella y era cierto.

La autora. Revisa los contornos difusos de los recuerdos, ensaya respuestas al agobio de audiencias e indaga en los laberintos del juicio por jurados. / Foto: Gentileza de la autora.

La autora. Revisa los contornos difusos de los recuerdos, ensaya respuestas al agobio de audiencias e indaga en los laberintos del juicio por jurados. / Foto: Gentileza de la autora.

Desde entonces y hasta aquí, muchas veces se sintió señalada como culpable, siendo la víctima. En la previa del juicio también le explicaron que debía prepararse para atajar toda clase de acusaciones: «¿Es verdad que andabas en bombacha por la casa? ¿Qué buscabas? ¿Seducir a tu tío? ¿Y las cartas que le escribías y que él pegaba en la heladera? Diciéndole que lo querías, que querías que te busque. ¿Qué pasó? ¿Te rechazó? Dicen que salías con chicos desde los 12 años…»  

Culpable sos vos

Tendría que soportar que le dijeran, incluso, que lo de los abusos pudo haber sido un invento. En la Argentina, la víctima parece ser culpable, hasta que se demuestre lo contrario.

Cuando se decidió por primera vez a denunciar a su tío, en 2014, Belén trabajaba como redactora en un diario: fue ahí que entendió que muchas de las notas que escribía y leía se parecían a lo que estaba viviendo y que podía narrar su propia historia. En julio de 2015, justo un mes despúes de la primera marcha masiva del Ni una menos, le llegaba la citación para ratificar la denuncia.

En ese recorrido, el de los vericuetos legales en que la sumerge el proceso, irá aprendiendo cosas que va relatando en su novela de no ficción. A saber: un «especialista en juicios de alta exposición» le enseña que se tiene que presentar como «la buena víctima, porque cuando la víctima se presenta empoderada no sirve».

Mejor, le explica, recordarle al jurado a aquella nena inocente y ultrajada, parecer más chica: «Tienen que imaginarme de 13 años, alta, sin tetas, de piel suave, cachetes grandes, pocos granos y pelo lacio, verme a los ojos y ver a sus propias hijas, y pensar que a ella también se la pueden coger, que si no es el tío puede ser un papá, un hermano, un maestro, un vecino, que ella tampoco está a salvo», describe la autora en su libro.

De la abogada, aprenderá otras cosas: «El mundo penal es un porongueo -explicará ella a su tiempo, cuando les anuncien que va a juicio por jurado-. Esa es la mecánica, cada cual juega su juego y hay pujas y tironeos, es como una guerra fría donde cada uno hace sus movimientos midiendo al otro.»

«El juicio depende exclusivamente de vos y tu testimonio. Sos escritora. Contale al jurado un cuento entretenido con un principio y un final con lenguaje claro, que se entienda, para que ellos no se aburran», le pide la abogada a la autora.

Es ella, Luciana, quien también le explica: «El juicio depende exclusivamente de vos y tu testimonio. Sos escritora. Contale al jurado un cuento entretenido con un principio y un final con lenguaje claro, que se entienda, para que ellos no se aburran».

-Una de las diferencias con el libro anterior, que era una novela coral, es que ahora aparece una voz propia, tu voz…

-Totalmente, el anterior ponía el acento en esas otras voces, pero en este aparece nítidamente lo que yo tenía para decir sobre los abusos que sufrí y para hacer un relato de lo que atravesamos la víctimas. Para eso hace falta distancia, convertirse en investigadora, cronista y a la vez el propio objeto de investigación, y dándole una forma literaria al relato. Fue difícil narrar esos procesos judiciales sin dejar afuera el cuerpo, trabajé mucho ese equilibrio, para que convergieran ambas cosas: lo que vas atravesando y lo que te pasa por dentro. 

“La víctima es quien tiene que poner el cuerpo y la paciencia para atravesar procesos larguísimos que te llevan al límite de tus fuerzas.”

"La víctima es quien tiene que poner el cuerpo y la paciencia para atravesar procesos larguísimos que te llevan al límite de tus fuerzas."

Belén López Peiró

Escritora

-Narrás una suerte de calvario, a partir de la elevación a juicio de la causa: ¿el sistema te re victimiza, de algún modo?

-Sí, en ese sentido el abuso se prolonga. Sentís que muchas veces la mirada y la condena pesan sobre quién denuncia, que es además quien tiene que poner el cuerpo y la paciencia para atravesar procesos larguísimos, que realmente te llevan al límite de tus fuerzas, te lo exigen si querés avanzar. Si no te la bancás, perdés, pero si te la bancás es muy duro.

-Ésta es una novela de no ficción, y a la vez una crónica judicial, un diario íntimo; te convertís también en la corresponsal de guerra con que soñabas ser cuando estudiabas periodismo.

-Quise sumar todos los recursos que tuviera a mano para componer un relato que diera cuenta de una secuencia, y para eso vale todo tipo de recursos: hay que empezar a buscar nuevas formas, no hace falta tener grandes temas para escribir grandes libros. Y además la novela no tiene por qué ser de una sola manera, vale todo. Incluso voy contando las búsquedas que hago en Internet, mostrando cuadros sinópticos, algo que hace David Foster Wallace en sus libros. En mi caso, el primer desafío fue asumir el  distanciamiento necesario para poder escribir; el segundo, incluir las emociones y el cuerpo, y el tercero, narrar desde una primera persona que le allanara el camino al lector, ante procedimientos judiciales y una terminología que podía volver el relato muy aburrido. Nunca hay que subestimar al lector: las cosas hay que decirlas de una vez y decirlas bien. 

-Decís que la Justicia no ofrece reparación sino, con suerte, una pena. ¿La reparación en tu caso llega a través de la posibilidad de contar?

​​ -Cuando empecé este libro, en simultáneo con la elevación a juicio, imaginaba que lo cerraría con el veredicto, pero con el tiempo entendí que mi cierre no podía quedar reducido a un resultado. Mi reparación, a nivel individual, se construye. sí, en parte, a través de la escritura, pero no puede ser solo individual: tiene que ser necesariamente colectiva, nadie se salva solo: entre todas tenemos que lograr que el sistema nos incluya y no nos siga revictimizando. Espero que este libro demuestre que puede haber una transformación, tanto en el círculo familiar -mi familia hizo un giro conmigo, para dejar de silenciar la violencia-, y también a nivel social. Pude hacer algo con lo que viví.

VA​/PK