Cada año, las efemérides relacionadas con Manuel Belgrano giran alrededor de la bandera. Sin duda hubo una primera, pero no fue la única: hubo muchas. Las pocas que sobrevivieron a ser jirones se encuentran exhibidas en Jujuy, Montevideo, Sucre, Buenos Aires. Esta geografía nos habla del alcance de la guerra: excedió los actuales límites nacionales.

Belgrano no rehuyó a la guerra. Podría haber integrado cualquiera de los gobiernos revolucionarios desde un escritorio. Pero decidió volcar su experiencia como funcionario ilustrado y reformista a la guerra revolucionaria. Su trabajo, ahora, desde una mesa de campaña, fue ordenarla y disciplinarla.

A principios de 1812 partió a Rosario tras reprimir el acuartelamiento del regimiento de Patricios, conocido como el “motín de las trenzas”. Los antes milicianos y ahora soldados se rebelaron ante la imposibilidad de elegir a sus comandantes, como estaban acostumbrados. Y también ante la orden de cortarse la “coleta”, una trenza que los distinguía como cuerpo, por ser considerada poco higiénica.

“También vi en medio de un acto tan serio murmurar entre dientes: ‘Nuestra sangre derramaremos por esta bandera’”

"También vi en medio de un acto tan serio murmurar entre dientes: ‘Nuestra sangre derramaremos por esta bandera'"

Manuel Belgrano

Belgrano ya había estado al frente de la difícil campaña al Paraguay. Fue enviado a Rosario con la misión de construir dos baterías de cañones para defender sus costas de los ataques lanzados desde la Montevideo realista.

En su diario de marcha registró que partió el 24 de enero de 1812 al mando de los Patricios, con carretas cargadas de municiones, tiendas de campaña, vestuarios y recipientes para el agua.

Les llevó dos semanas de marcha a pie llegar a Rosario. En sus registros se quejaba de la falta de educación de los soldados, y que por eso había decidido implementar tomarles lección de los “cuadernitos de las obligaciones del soldado”.

Los campamentos a la vera de las postas se animaban a la noche con fogones, hechos con la poca leña que se encontraba, cardos, huesos y bosta. Una vez registró que sonó música, se cantó un himno patriótico, y se cerró la jornada con un “viva la patria”.

¿Contra España con el escudo español?

Tanto a Luján, como a Rosario, Belgrano ingresó con “banderas desplegadas”. El 7 de febrero, escribió: “Hallándonos a distancia del Rosario de cerca de una legua se formó la tropa, sacaron las banderas, y con todo orden seguimos hasta este pueblo […]. Llegados a la Plaza Mayor se formó en batalla, y habiéndose depositado las banderas en la Casa que me estaba preparada, marchó la tropa al campamento”.

¿Qué banderas eran esas? La del regimiento y las de los batallones, seguramente, que se caracterizaban por exhibir escudos de la corona española. Los uniformes también solían portar una escarapela colorada, a la usanza española.

Estas contradicciones se pusieron de manifiesto ante los ojos de Belgrano. La unidad patriota debía uniformizarse, y el enemigo debía construirse. ¿Cómo iba a tener un sentimiento común si se portaban los mismos colores que los enemigos?

Belgrano entonces eligió los colores de la escarapela y el 18 de febrero el gobierno del primer Triunvirato autorizó que se generalizara en el ejército.

Bendición de la bandera de Belgrano por el canónigo Juan Ignacio Gorriti en la iglesia matriz de San Salvador de Jujuy, sostenida por Manuel Belgrano. Óleo de Luis de Servi.

Bendición de la bandera de Belgrano por el canónigo Juan Ignacio Gorriti en la iglesia matriz de San Salvador de Jujuy, sostenida por Manuel Belgrano. Óleo de Luis de Servi.

En un principio se concibió al movimiento revolucionario como una guerra civil entre americanos: unos apoyaban la continuidad de las autoridades coloniales y otros buscaban la autonomía. Es probable que en la elección de los colores de la escarapela, Belgrano haya querido conservar una referencia a la familia gobernante en España, los Borbones. Pero la guerra fue definiendo otros horizontes.

Su radicalización tuvo marchas y contramarchas. Y en el caso de la definición de la bandera, se hacen patentes. Belgrano le escribió al Triunvirato el 23 de febrero, pidiendo otras manifestaciones “que acaben de confirmar a nuestros enemigos en la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de la América”.

Amplió esta demanda en otra carta, del 26 de febrero: “Las Banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado […]. Abajo, Señor Excelentísimo, esas señales exteriores que para nada nos han servido, y con que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud”.

Oculte esa bandera

Cuando el 27 de febrero inauguró las baterías a las que nombró Libertad e Independencia, e hizo izar una bandera con los colores de la nueva escarapela, ya no pidió autorización. Simplemente informó: “He dispuesto para entusiasmar las tropas y estos habitantes, que se formasen todas aquéllas […].

Y la frase famosa: «Siendo preciso enarbolar la bandera y no teniéndola, la mandé hacer celeste y blanca, conforme a los colores de la escarapela”. Es probable que esa bandera haya quedado en Rosario, identificando a las baterías, porque ese era su objetivo.

Presente. Monumento a la Bandera, en Rosario. Delante, la figura de su creador, Manuel Belgrano. Foto Juan José García

Presente. Monumento a la Bandera, en Rosario. Delante, la figura de su creador, Manuel Belgrano. Foto Juan José García

El Triunvirato desaprobó esta acción. El 3 de marzo le decía: “Haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y subrogándola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta Fortaleza”.

El Triunvirato estaba paralizado ante las reformas liberales de la Constitución sancionada en Cádiz, y no quería anular la posibilidad de una negociación. Una bandera era un gesto soberano, de ruptura.

Pero como el Triunvirato le había ordenado a Belgrano asumir el mando del Ejército Auxiliador del Alto Perú, que debía reorganizarse tras la derrota de Huaqui, éste no recibió la carta con la reprimenda.

Hasta morir

Previendo que en el segundo aniversario de la Revolución de Mayo, estaría en Jujuy, en marzo Belgrano mandó hacer otra bandera. El 25 de mayo en un acto Belgrano presentó la nueva bandera “del ejército”.

El 29 de mayo le relató al Triunvirato cómo la tropa condujo la bandera por la ciudad de Jujuy y juró “sostenerla hasta morir”. Luego lo acompañó “a depositar la Bandera en mi casa, que yo mismo llevaba en medio de aclamaciones y vivas del pueblo, que se complacía de la señal que ya nos distingue”.

“Tengo la ocasión del 25 de Mayo y dispongo la Bandera para acalorarlos y entusiasmarlos, ¿y habré por esto cometido un delito?”

"Tengo la ocasión del 25 de Mayo y dispongo la Bandera para acalorarlos y entusiasmarlos, ¿y habré por esto cometido un delito?”

Manuel Belgrano

Y concluía asombrado por el efecto del nuevo símbolo: “Paseando yo sobre las filas la Bandera, puedo asegurar a Vuestra Excelencia que vi, observé el fuego patriótico de las tropas, y también vi en medio de un acto tan serio murmurar entre dientes: ‘Nuestra sangre derramaremos por esta bandera’”.

Nuevamente el Triunvirato volvió a reprimir su accionar de Rosario y ahora Jujuy. A lo que Belgrano contestó desafiante: “Vengo a estos puntos, ignoro, como he dicho, aquella determinación, los encuentro fríos, indiferentes y tal vez enemigos; tengo la ocasión del 25 de Mayo; y dispongo la Bandera para acalorarlos y entusiasmarlos, ¿y habré por esto cometido un delito?”.

Arriba la bandera

Entre la victoria de Tucumán del 24 de septiembre de 1812 y la de Salta del 20 de febrero de 1813, el primer Triunvirato fue derrocado. Asumió un segundo Triunvirato, con otros proyectos, como la reunión de un congreso, que resultó en la Asamblea del Año XIII. Belgrano ya no tuvo restricciones. Y el triunfo de Tucumán, autorizó de hecho la nueva bandera.

Además, sus ecos ya habían llegado a Buenos Aires. Cuando se festejó el desbaratamiento de la llamada “conspiración de Álzaga”, un plan contrarrevolucionario e hispanista, el 23 de agosto de 1812 se izaron varias banderas blancas y celestes. Y cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la victoria en Tucumán, el 5 de octubre, se dio de baja la bandera española del fuerte.

Juan Manuel Beruti registró en su diario que se lo remplazó por “un gallardete de color celeste y blanco, divisa de la patria, que dominaba a la bandera española de amarillo y encarnado que estaba debajo de la nuestra, preludio de que pronto declaremos nuestra independencia sacudiendo y apartándonos de la dominación del tirano gobierno español, que por espacio de 300 años nos ha tenido tiranizados, privándonos de nuestra libertad y derechos naturales”.

Varios documentos exponen que en un principio solo importaron los colores de las banderas, y no su orden. Y que cada una tenía un uso distinto.

Belgrano se adentró en el Alto Perú después de haber festejado el tercer aniversario de la Revolución de Mayo, nuevamente en Jujuy.

Bandera "de la libertad civil". Se la paseó por Jujuy para celebrar el tercer aniversario de la Revolución de Mayo. Está en la casa de gobierno jujeña.

Bandera «de la libertad civil». Se la paseó por Jujuy para celebrar el tercer aniversario de la Revolución de Mayo. Está en la casa de gobierno jujeña.

Otra vez se paseó una bandera como estandarte, con el escudo que difundió la Asamblea del Año XIII pintado. Esta bandera conocida como “de la libertad civil” sobrevivió porque no estaba destinada a la guerra, sino a reemplazar al “pendón real” que se paseaba en las fiestas durante la colonia. Está exhibida actualmente en la casa de gobierno jujeña.

En el Museo Histórico de Uruguay. Una bandera que probablemente haya sido del regimiento de libertos de Buenos Aires, porque están los escudos de esta ciudad.

En el Museo Histórico de Uruguay. Una bandera que probablemente haya sido del regimiento de libertos de Buenos Aires, porque están los escudos de esta ciudad.

El Museo Histórico Nacional uruguayo tiene en su colección otra bandera pintada que probablemente haya sido del regimiento de libertos de Buenos Aires, porque están los escudos de esta ciudad. Los libertos eran los esclavos que debían servir en el ejército patriota a cambio de su libertad. En ella se ve también el escudo de las Provincias Unidas, rodeado por dos banderas de dos franjas -celeste y blanca-, sobre las que hay un arco y dos flechas, símbolos indígenas que se identificaban con lo americano.

Las otras dos banderas más longevas son las conocidas como “de Macha” porque fueron halladas en una capilla de Titiri, Macha (actual Bolivia) en 1885. Ambas son de tres franjas. La celeste-blanca-celeste es parte de la colección del Museo Histórico Nacional argentino y fue restaurada en 2009.

Bandera "de Macha". En el Museo HIstórico Nacional argentino. Foto: Andres D'Elia

Bandera «de Macha». En el Museo HIstórico Nacional argentino. Foto: Andres D’Elia

La otra, con el orden de los colores invertidos, se exhibe en el Museo Casa de la Libertad en Sucre, Bolivia. Su tamaño es inmenso, y por eso se cree que no eran banderas portables en las batallas, sino que probablemente fueran banderas que identificaban la posición de la artillería, o el lugar de reunión de las tropas tras el combate; así como también pudieron haber sido banderas murales.

Fueron encontradas por casualidad enrolladas en el marco de unos cuadros por el cura de la capilla de Titiri. El cura que lo sucedió, en una carta comentó que había consultado su historia a los capilleros, “indios ambos muy ancianos”, y que relataron que un cura revolucionario, tras la derrota de su bando en Ayohuma, había llevado las banderas hasta esa capilla.

Blanca celeste y blanca. La bandera "de Macha" que está guardada en Bolivia.

Blanca celeste y blanca. La bandera «de Macha» que está guardada en Bolivia.

En los  “Anales inéditos de Potosí”, se registró todas las veces que durante la estancia de Belgrano en esta ciudad, se exhibieron banderas. Por ejemplo, cuando se reclutaron voluntarios: “La bandera tenía dos colores a los extremos azul celeste y al medio blanco y un rótulo que decía: ‘A las armas por la independencia de la América del Sud en el Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata, bajo la protección de su Generala Nuestra Señora de Mercedes’”.

O en el acto de juramento a la Asamblea del Año XIII. “El general Belgrano llevaba la bandera de color azul y blanco, se presentó en el tablado de la plaza mayor y a todos los concurrentes les tomó el juramento en los idiomas castellano, quichua y aymara”.

También en ejercicios de las tropas, con “maniobras y lindas evoluciones teniendo la bandera de la patria al medio”.

O en una ejecución pública de un traidor: “Se formó todo el ejército en la plaza, la bandera de la Patria se colocó al medio […] sacaron al reo; quien en la plaza pidió perdón de los generales y del ejército y cuando no le concedieron dijo que moría por ser leal a su ley y a Fernando VII, se colocó en el banquillo y al primer balazo murió, lo colgaron en el patíbulo”.

Retrato de Belgrano tomando juramento a las tropas en las barrancas del río Paraná en 1812. Óleo sobre tela, de Rafael del Villar, 1947.

Retrato de Belgrano tomando juramento a las tropas en las barrancas del río Paraná en 1812. Óleo sobre tela, de Rafael del Villar, 1947.

Con una Cruz

Cuando el ejército se movilizó hacia el combate: “Llevaron la bandera de la Patria, entre azul y blanco, con una Cruz al medio, y encima la insignia de la libertad”. Mientras que en Potosí, en su institución más característica, la Casa de la Moneda, donde se acuñaba la plata extraída de su Cerro Rico, se borró el escudo del rey, y “se puso la bandera de la Patria, con su emblema de Libertad”.

Pero esos combates resultaron en derrotas. En sus memorias, el general Paz relató que Belgrano agitó la “bandera del ejército” en los cerros de Vilcapugio para frenar la dispersión: “Él mismo tomó la bandera del ejército, y excitó personalmente a nuestras tropas al combate”.

Mientras que en Ayohuma, el ejército se retiró hacia Belgrano “que había enarbolado la bandera del ejército, en la falda de unas lomas ásperas y pedregosas”.

Todo perdido, menos la bandera

Lorenzo Lugones, otro soldado que de joven participó de estas batallas, relató en sus memorias sobre Ayohuma: “Nuestra pérdida fue total, se puede decir que todo quedó en el campo de batalla, excepto la bandera que para que se perdiera era preciso que se muriera Belgrano, porque él la llevaba en la retirada”.

Tras el fracaso de esta segunda expedición, en 1814, Belgrano le entregó la jefatura del ejército a San Martín. Se despidió de su mando con una proclama a los pueblos del Perú, en la que decía que había dejado en manos de su sucesor la “bandera del ejército” que lo había acompañado: “He depositado en sus manos la bandera del ejército que en medio de tantos peligros he conservado”. Tiempo después le escribía a San Martín, aconsejándole que “conserve la bandera que le dejé; que la enarbole cuando todo el ejército se forme”.

El contexto internacional había cambiado para 1814: Fernando VII había regresado al trono español, y nuevamente la opción monárquica resurgía entre los revolucionarios. Belgrano y Rivadavia fueron en misión diplomática en 1815 a Europa con el objetivo de conseguir un candidato a la corona para gobernar las Provincias Unidas como un Reino Unido del Río de la Plata, Perú y Chile.

Para su proyecto llevaban un escudo diseñado: “En el azur, que ocupará la parte superior, se colocará la imagen del sol, y en el plata dos brazos con sus manos que sostendrán las tres flores de lis, distintivo de mi Real Familia: llevará la Corona Real, y se apoyará sobre un tigre y una vicuña: su pabellón será blanco y azul celeste”. Las referencias americanas y españolas, se combinaban, pero ya no se alzaba el gorro de la libertad, sino la flor de lis de los Borbones.

Manuel Belgrano, por Francois-Casimir Carbonnier. En el fondo del cuadro, se puede observar una bandera con una franja azul-celeste horizontal superior y una blanca inferior, también horizontal.

Manuel Belgrano, por Francois-Casimir Carbonnier. En el fondo del cuadro, se puede observar una bandera con una franja azul-celeste horizontal superior y una blanca inferior, también horizontal.

Se cree que en Londres, Belgrano se hizo un retrato de manos de Francois-Casimir Carbonnier. Detrás del cortinado de la escena, el artista representó una batalla donde se observan dos banderas de dos franjas, una blanca arriba y una celeste abajo.

Los mismos comandantes parecen banderas en movimiento: su uniforme consiste en una casaca azulada y pantalones blancos. Necesariamente el pintor debió haber contado con algún testimonio, fuera del mismo Belgrano, o de su acompañante en el viaje, Rivadavia.

Paradójicamente Rivadavia como secretario de aquel Triunvirato había reprimido el gesto de Belgrano de generalizar una nueva bandera. Pese a todo, Belgrano, vio a la bandera que defendió consagrada por el Congreso reunido en 1816.

PK