Hay series que saben llegar en un momento absolutamente perfecto. En el peor momento de la pandemia, cuando no se veía luz, Apple TV+ estrenó ‘Central Park‘, comedia animada musical que llegó como todo un bálsamo, divertido y revitalizante que nos enamoró con sus números musicales y las estupendas aventuras de los Tillerman.

Poco más de un año después nos encontramos con el estreno (de los tres primeros episodios, pero he podido ver cinco) de la temporada 2 y una de la curiosidad que tenía es si se repetiría la magia en una época que nos pilla bastante mejor en todos los sentidos. El veredicto es extraño, porque la serie sigue siendo estupenda pero encaja ahora de forma distinta a en 2020. O, por lo menos esa ha sido mi percepción.

Ya desde el número inaugural, la obertura si quisiéramos llamarlo, presentando el parque de nuestro amores, el trío creativo formado por Josh Gad, Loren Bouchard y Noah Smith no dan tregua devolviéndonos a la familia Tillerman, a Bitsy, Helen y Birdie y sus peripecias con un sentido de espectáculo vibrante.

Insuflando drama

Quizás parte de la diferencia entre temporada 1 y temporada 2 de ‘Central Park’ esté precisamente en un mayor dramatismo, un mayor aterrizaje (o búsqueda de profundidad) en lo que mueve a los protagonistas. La comedia sigue estando ahí, claro, pero tanto los números musicales como el resto de escenas denotan las debilidades y los conflictos con los que viven estos personajes.

Un clarísimo ejemplo es el contundente episodio 3. Toda una estupenda muestra metatextual en el que el estilo de animación de la serie cambia para adaptarse al mundo de viñetas de Molly y su alter ego ficticio, y superheroico, Fista Puffs. Es casi como ver uno de «esos episodios» de ‘Bojack Horseman’ con la búsqueda de sí misma que aborda la joven Tillerman (a quien presta voz Emmy Raver-Lampman tras la marcha de Kristen Bell).

Musicalmente hablando, la serie parece más libre de explorar otros estilos, de moverse por todo el espectro que ofrece el arte para poder expresar, de forma brillante, a unos personajes que también están menos rígidos en sus papeles. Molly, volviendo a ella un poco, es un claro ejemplo no solo por ese cambio de voz sino porque parece menos anclada a cierto arquetipo de chica insegura.

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El hecho de que estemos ante una comedia animada tan coral es tan restrictiva a la hora de hacer una mayor exploración de personajes y su psique como un lienzo en blanco para la creatividad. Y en ese sentido el equipo creativo al completo (arte, guion, letristas y compositores) parecen todos en sincronía para elevar artísticamente la serie.

Si bien esto supone sacrificar el que la trama conduzca más la serie, la temporada 2 de ‘Central Park’ sabe muy bien manejar sus ritmos, llevándonos por donde quiere con unos episodios inventivos, repletos de diversión y de interpretaciones estupendas.

Si la temporada 1 de la serie llegó como un respiro impresionantemente agradecido, en estos nuevos episodios no se quedan acomodados en lo que ya hemos visto y el menú que ofrecen es de sobresaliente.