“El psicoanálisis no existe”, decía la provocadora portada del nº 295 de la revista Primera Plana, publicada en 1968. Tengamos en cuenta que eran los años de oro del Instituto Di Tella, usina de las vanguardias artísticas de nuestro país, hasta que en 1970 fuera clausurado por Onganía. Un año antes, el dictador también había prohibido la circulación de Primera Plana.

En el Di Tella, Oscar Masotta dictó sus clases sobre arte, que luego resultaron en libros clásicos: El pop art (1965), Happenings (1967) y Conciencia y estructura (1968).

Este último es una compilación de ensayos, que incluye el titulado Jacques Lacan o el inconsciente en la filosofía, de 1964, que puede ser considerado el primer texto que introduce el psicoanálisis de Lacan en la Argentina. Se entiende así el carácter irónico de la tapa de Primera plana. El psicoanálisis no existía, pero estaba demasiado vivo. Y su renacimiento lo debió al mundo del arte.

“El arte no cura, tampoco salva a nadie”

"El arte no cura, tampoco salva a nadie"

Luciano Lutereau

Psicoanalista

Esta tapa de Primera plana es uno de los documentos que podemos ver en Terapia, la muestra que Gabriela Rangel, Verónica Rossi y Santiago Villanueva curaron para el MALBA y que aúna una exhaustiva revisión histórica, nutrida de trabajo de archivo, junto con la exhibición de obras de indudable valor estético, pero también testimonial. Les contaré un paseo por las salas, que además realiza el circuito propio de una experiencia de análisis.

En el inicio, una instalación

Allí nos encontramos con una típica sala de espera de psicoanalista en los ’90. Se reconoce en el mobiliario, pero también en la inquietante presencia de un fax sobre el escritorio de la secretaria ausente. La mujer de negocios que se lamentaba de no vivir en el campo (2019), se llama esta obra de Marisa Rubio.

Allí el espectador, en medio de la alfombra –es decir, dentro de la obra– no puede dejar de preguntarse: ¿uno es el paciente? ¿Es el próximo? ¿Quién lo recibe? Porque el título de la instalación recién puede verse cuando se pasa a la próxima sala.

La mujer de negocios que se lamentaba de no vivir en el campo . La obra de Marisa Rubio. Foto Gentileza Malba

La mujer de negocios que se lamentaba de no vivir en el campo . La obra de Marisa Rubio. Foto Gentileza Malba

Con un paso más, se está frente a la escultura La madre (1976), de Libero Badii, con una sala dedicada al “siniestrismo” o “arte siniestro”, impulsado por el mismo Badii junto con Luis Centurión.

En esta sala pueden verse obras excepcionales de Badii como El sacrificio (1971) y Testamento artístico (1974). Es interesante el movimiento que, en este punto, realiza el espectador: de estar en medio de una obra, pasa a quedar frente a frente con objetos que le imponen; de la pregunta por quién es el sujeto de la obra (¿soy yo, la secretaria ausente, el psicoanalista que espera en el consultorio?) se pasa a un piso tenue, a un espacio que es el del psiquismo primario, en el que las identificaciones más o menos personales ceden su lugar a ese teatro de personajes ancestrales.

Sueños son

Luego la muestra continúa con un extenso pasillo, dedicado a la revisión del cruce entre psicoanálisis y surrealismo. Así, pasamos a esa gran producción psíquica que Freud ubicó en el inicio de su descubrimiento: el sueño.

Una extensa galería onírica organiza una serie plástica que recuerda los principios de desplazamiento, condensación y figurabilidad. En este recorrido, las obras de Orlando Pierri (1913-1991) y Fermín Eguía (1942) realizan un excelente contrapunto de un método de composición que, a pesar de los años, tiene clara carta de ciudadanía en nuestro país.

La pérdida del yo, la madre y sus símbolos, el sueño, ¿luego qué?

El próximo paso lo damos en una sala dedicada al autorretrato, es decir, a la figura en el espejo, en la que nadie se reconoce del todo si se mira demasiado fijo.

"Autorretrato", de Marta Peluffo (1967/8). Foto Gentileza Malba

«Autorretrato», de Marta Peluffo (1967/8). Foto Gentileza Malba

Sobre una pared, en solitario, campea uno de los autorretratos más impactantes de Martha Peluffo (1931-1979), en tonos verdes, brillantes, que parece más una enorme mancha, como esas que utilizó Rorschach para hacer su célebre test.

No por nada, en una sala aledaña, nos esperan las obras de quienes se utilizaron estas manchas para hacer obras específicas. De esta pequeña sala, en la que no falta una sintética transmutación de Antonio Berni, me quedo sin embargo, con los dibujos de Margarita Paksa (1932) de la serie Dibujos Rorschach (1983), realizada con una técnica mixta (acuarelas, tintas) a la que se añaden anotaciones que funcionan como interpretaciones analíticas sobre las imágenes.

Margarita Paksa Boceto I. De la serie dibujos Rorschach, 1983. Foto: Gentileza Malba

Margarita Paksa Boceto I. De la serie dibujos Rorschach, 1983. Foto: Gentileza Malba

A partir de aquí, la obra no solo muestra, sino que también dice, pero no porque tenga texto, sino porque asume una voz, la del analista.

Por esta vía, el espectador-paciente, luego de recorrer el teatro de su mente y sus producciones, de buscar su imagen escondida, se encuentra con otra dimensión del arte, ya no la representación, sino la interpelación.

La locura y el análisis

Y aquí volvemos al comienzo, dado que en este contexto es que Terapia realiza un tour de force exitoso y, por un lado, nos lleva a la experiencia del Di Tella y al arte cansado de ser arte para intervenir en la vida, para volverse un psicoanálisis artístico (antes que un psicoanálisis del arte) y, por otro lado, hacia un sala en la que las obras nacen de la experiencia íntima de la locura y del análisis.

“Un psicoanalista escucha a su paciente como si fuera una obra de arte”

"Un psicoanalista escucha a su paciente como si fuera una obra de arte"

Luciano Lutereau

Psicoanalista

De especial mención considero las obras de Aníbal Brizuela (1935), quien en el año 1963 fue internado en el Hospital Psiquiátrico Dr. Abelardo Irigoyen Freyre de la localidad de Oliveros (provincia de Santa Fe).

Sus obras, junto con la de otros miembros de la Colonia Oliveros, recrean el mito del artista-loco, tanto para desdramatizarlo como para evitar la apropiación romántica del genio, pero sin restarle genialidad.

Aníbal Brizuela. Sin título. 2013. Birome sobre papel. Foto: cortesía Malba

Aníbal Brizuela. Sin título. 2013. Birome sobre papel. Foto: cortesía Malba

El arte no cura, tampoco salva a nadie; en este muestrario de obras, como espectadores de obras de pacientes, podemos dejar de lado la visión condescendiente y reconciliarnos con eso que caracteriza la escucha de un psicoanalista: una sumisión a lo singular de la vida ajena. Un psicoanalista escucha a su paciente como si fuera una obra de arte.

Luego de este movimiento, llegamos a la que creo que es la obra más importante de toda la muestra. Recuerdo haberla visto hace muchísimos años en el Museo Nacional de Bellas Artes, en tiempos de estudiante de la Facultad de Psicología de la UBA y, ante ella, decidí mi vocación como una promesa.

Iuso Guillermo - Mis sesiones de analisis con la psicologa

Iuso Guillermo – Mis sesiones de analisis con la psicologa

Se trata de un enorme panel, con la forma de un retablo, que distribuye meses en los que hay diversos recuadros, en cuyo interior se destacan frases, escritas con letra colorida y nerviosa, febril, que hacen memoria o proponen conclusiones que, por momentos, parecen escolares, triviales, como esas pocas palabras que a veces uno se lleva después del encuentro con un analista.

En la parte superior, como si se tratase del nombre de la composición, dice: “Mis sesiones de análisis con la psicóloga”. Se trata de la obra de Guillermo Iuso (1963), uno de los artistas argentinos más importantes de los últimos años.

A partir de este punto culminante uno se empieza a despedir de la muestra y llega a la última obra: Con rabia roía el cráneo por dentro y por fuera (2018), de Marcia Schvartz, que expone la imagen de una mujer, desnuda, que muerde los despojos de un rostro. ¿No es esto lo que hemos hecho durante el trayecto por Terapia?

Marcia Schvartz. El psicoanálisis. Con rabia roía el cráneo por dentro y por fuera,fbr 2018

Marcia Schvartz. El psicoanálisis. Con rabia roía el cráneo por dentro y por fuera,fbr 2018

Un viaje a la intimidad de la mente, que no se regodea con sus representaciones y fetiches para llegar a lo más hondo de nuestra persona y descubrir una máscara. Esta obra de Schvartz nos devuelve a lo siniestro del principio, ese trasfondo ominoso de la vida anímica con que coquetea el psicoanálisis.

Afortunadamente, como en Los embajadores de Holbein, en el momento de ver la calavera anamórfica, uno ya está con un pie afuera. Ahí es cuando un analista dice: “Dejemos acá”.

Ficha

Fecha: hasta el 16 de agosto.

Horario: todos los días, excepto martes, 12 a 20, con reserva previa acá

Entrada: $400. Miércoles $200