Hay que verla a Brenda estirándose el flequillo sobre la frente para tapar el hueco que le quedó arriba de la ceja derecha. Hay que verla cuando se levanta el ambo color bordó y muestra la cicatriz que le atraviesa la espalda de arriba a abajo. Y, sobre todo, hay que escucharla a Brenda ahora cuando atiende el teléfono y le bailan las palabras. Dice que está bien, muy bien, bárbara, impecable. “Soy afortunada”, refuerza para que quede claro que nadie, del otro lado de la línea, tiene derecho a quejarse. ¿Qué clase de mujer hay que ser para ser como Brenda Bigiatti?

Hace casi cuatro años viajaba en un tren, le robaron el celular, cayó a las vías al seguir al ladrón, estuvo en coma y se salvó para contarlo…. para contar que es una chica afortunada: “Yo estoy de 10, y vos”.

¿Qué tipo de huesos hay que tener para no empequeñecer ante la altura de semejante coraje? “Sí, sí, todo muy bien también por acá, gracias”, hay que mentirle, para luego dejarla hablar otra vez. Dice que apenas abandonó el hospital se subió al mismo tren que la había dejado al borde de la muerte. Tenía que terminar el viaje que había empezado mucho tiempo antes, como estudiante de la UBA: recibirse de médica. Después se anotó como voluntaria para ayudar a enfermos de Covid y ahora trabaja en el servicio de pediatría del Churruca. Lo que menos quiere, avisa, es hablar de lo que pasó aquella tarde de horror en la estación Don Torcuato. Tampoco del ladrón que la atacó y quedó grabado en las cámaras de seguridad del Belgrano Norte. Quiere hablar de ella. Quiere decir que se siente afortunada de estar viva, que tiene un montón de planes y que…. ¿Qué clase de mujer hay que ser para ser como ella?