Tras la fantástica ‘El ritual’ (2017), Netflix vuelve con otra adaptación de otra novela de terror de Adam Nevill, producida por el director de aquella, David Bruckner, que mantiene las mismas constantes de un terror sin fisuras, sin mayores pretensiones que contar una pequeña historia sin querer cambiar el género y con el (cada vez más difícil) objetivo de crear una pieza de género competente. ‘Nadie saldrá vivo de aquí’ lo consigue, mejorando el acabado de la mayoría de originales de la plataforma.

Jon Croker y Fernanda Coppel escriben un guion que dirige el debutante Santiago Menghini, volviendo al tema de la inmigración a través de la lente del cine de horror, como hacía la gran película de Remi Weekes ‘Casa ajena’ (His House, 2020), pero donde aquella ponía su foco en el conflicto social británico, esta convierte el contexto en un elemento más de la atmósfera que no afecta al corazón de su intrigante premisa.

Elegante torsión al cine de casa encantada

Ámbar es una inmigrante recién llegada a los Estados Unidos desde México después de cuidar a su madre enferma durante varios años. En busca de un título en administración de empresas, su tío lejano le ha conseguido una entrevista de trabajo pero al haber llegado escondida en la parte trasera de un camión, no tiene un documento de identidad, lo que le complica también quedarse en el motel donde ha estado alquilando una habitación, porque el propietario le pide un DNI.

Mientras Ámbar resuelve su situación, gana algo de dinero como costurera en una explotación ilegal y decide mudarse a un lugar muy barato llamado Schofield Heights en donde, obviamente, no tardarán en ocurrir sucesos extraños que irán haciendo su periplo aún más difícil. Así, ‘Nadie saldrá vivo de aquí’ centra su narración en la experiencia de Ámbar, con no pocos elementos del cine de horror psicológico como la trilogía de los apartamentos de Polanski haciendo que lo que ve la protagonista no acabe siendo nunca del todo fiable.

Para ello, la película se apoya en el buen trabajo de la actriz Cristina Rodlo, que crea un personaje muy humano y lleno de empatía, pero también con sueños y culpa que muestra que no todo es lo que parece. Y dentro de esa bondad externa también es capaz de mostrar una fuerza feroz que la hace resistir los golpes, aunque su cara muestre muy bien cómo se va colapsando su salud a medida que el círculo de la burocracia y la falta de liquidez la van arrinconando y quitando el oxígeno.

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La opresión del extranjero

El principal emplazamiento en donde Ámbar comienza a ver cosas es extrañas es una vieja casa victoriana que no necesita demasiado de la iluminación azul verdosa de la estupenda dirección de fotografía de Stephen Murphy. Polvo en las paredes, dioramas de los Beatles, sillas de cuero, mariposas disecadas y calaveras en las paredes tapizadas con papel turquesa dan un aspecto anacrónico a la morada donde no tardan en aparecer ruidos chirriantes, voces que emanan del sótano y cintas de audio sobre rituales antiguos. El típico chollo de idealista.

En un principio ‘Nadie saldrá vivo de aquí’ sigue los tropos clásicos de casas encantada, pero el origen de la maldición es un misterio hasta el último acto y retuerce lo esperable de forma tan impredecible como la estupenda y muy reciente ‘Amulet’ (2020), con la que hace un curioso programa doble de inquilinos extranjeros azotados por lo sobrenatural. Cuando llega la revelación, el diseño artístico y los efectos visuales muy superiores a de lo que se puede esperar de un film mediano al que la plataforma no ha dado publicidad.

Hay cambios importantes respecto al libro, que es un mucho más extenso relato de terror que no va tan directo al fondo ni cuelga sobre la protagonista la culpa del superviviente que la empareja con ‘Casa ajena’. La hostilidad del mundo exterior hacia los inmigrantes es un tema constante que se traduce en un comentario sobre la migración ilegal y cómo algunas de las personas que llegan sin papeles a otro país, terminan siendo explotadas o algo peor, pero estos temas no quitan espacio para las estrellas de la función, los fantasmas y pesadillas.

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Terror sencillo y al grano, menos común de lo que parece

Espectros de ojos brillantes como los de ‘Oculus’ (2013), pesadillas con una caja misteriosa, presencia constante de polillas y algunas referencias precolombinas incidentales que construyen un folklore ajeno a lo que solemos ver en el cine de terror americano y que encaja muy bien con ‘El ritual’ en su particular universo de horrores ancestrales de todo el mundo. Y es que, aunque su título puede sonar genérico, ‘Nadie saldrá vivo de aquí’ está muy por encima del promedio de los originales a los que Netflix nos tiene acostumbrados.

Se nota que Menghini tiene tablas gracias a sus cortos y demuestra una comprensión muy clara del cine de terror y sus decisiones se mantiene alejadas del tropo del susto de volumen, dejando que los momentos de miedo fluyan de forma orgánica con su aspecto de colores fríos, que hacen que la ciudad y la casa parezcan inhóspitos e irreales, con un trabajo de la cámara explora la geografía de sus espacios de forma espeluznante, con grandes angulares de una elegancia inusual para un debut, con una amplitud de visión muy pensada para la gran pantalla.

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Otra diferencia de los estrenos habituales de la plataforma es que sabe desplegar un terror taciturno, muy basado en su cuidada edición de sonidos y susurros en huecos y desagües, que hace juego entre las apariciones y la ruptura psicológica de la protagonista. ‘Nadie saldrá vivo de aquí’ es una de esas sorpresas, ideales para un programa doble de Halloween, por las que nadie ha preguntado y que no están llamadas a transformar el lenguaje del género ni hacer ruido en festivales, pero atesora unos valores de producción y talento que muchos títulos zarandeados como revoluciones del fantástico podrían envidiar.