Otro verano difícil para la costa y las sierras cordobesas y el causante de esto vuelve a ser el mismo, el coronavirus.

Nadie hubiese imaginado que hoy íbamos a tener picos tan altos de contagios. Si bien la mayoría de los casos no reportan gravedad en los pacientes, esto provoca una paralización de la actividad económica que asusta y perjudica la vida diaria.

El teatro, afectado desde el día uno de la pandemia, vuelve a recibir un cachetazo pero esta vez con elencos funcionando «fuera de casa». Cuando existe un contacto estrecho en una obra teatral, todos deben aislarse respetando el tiempo establecido por el gobierno y las ganancias se detienen generando sólo gastos para mantener a los artistas en sus casas.

Sin lugar a dudas los productores son los que reciben la peor parte. Deben cumplir con sus obligaciones contractuales, garantizando el bienestar de su equipo y priorizando la salud en medio de la pandemia.

FOTO ARCHIVO
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¿Qué pasa con la gente? Existen miedos a las aglomeraciones aunque las salas tienen los cuidados necesarios para evitar los contagios y muchos posibles espectadores debieron suspender sus vacaciones, postergarlas o quedarse en su alojamiento alquilado por ser contacto estrecho o en el peor de los casos, haber contraído el coronavirus.

La situación es compleja por donde se la mire. Quizás en febrero el barco reflote y los números alarmantes de ventas de entradas que está dejando enero sólo formen parte de una anécdota olvidable.

Los festivales no son la excepción. Hoy lanzarse a la pileta es no saber cuánta agua hay y el golpe puede ser enorme. Jesús María arrancó y tuvo que anunciar en su segunda noche la baja de Los Manseros. Cosquín y Villa María esperando con temor. Alta Gracia decide bajarse un año más hasta que pase el temblor.