El talento de Rubén Rada sigue intacto. Un artista que transmite una musicalidad inmensa rodeada de una gracia única. Un músico carismático con un gran oficio que le permitió, en su regreso a Buenos Aires con su espectáculo A la vuelta de Japón, desarrollar un concierto sin altibajos, de una fuerza envidiable para este cantante y percusionista montevideano de 78 años que ha hecho del candombe su bandera.
El show de anoche tuvo mucho de repaso de su carrera, con temas elegidos acertadamente para edificar una presentación sólida, con espacio para el lucimiento de la banda, pero que no sería lo mismo sin esa gracia natural que tiene Rada y que le da a sus presentaciones esa infaltable alegría que las rodea.
Ruben Rada en el Teatro Opera, con un gran conjunto de músicos. Foto Rolando Andrade Stracuzzi
Una gran banda, con hijos incluidos
Rada vino con una banda ajustada; evidentemente su gira por España y Japón le dieron una fluidez que le permite esa llamativa combustión inmediata.
Matías Rada en guitarra, Gustavo Montemurro en teclados, Nacho Mateu en bajo eléctrico, Nelson Cedréz en batería, apoyados por una cuerda de tambores con Lobo Núñez en piano, El Caña en chico y Noé Núñez en repique junto con las voces de Lucila y Julieta Rada lucieron un andar seguro, sin fisuras.
Así, el concierto comenzó con Dedos, un poderoso funky que más que llegar, atropelló a la audiencia. Las voces cuidadas y una sección rítmica contundente pusieron en órbita al público en el teatro Opera que disfrutó de 100 minutos de música uruguaya cruzada por diferentes géneros, aunque siempre el candombe estuvo presente.
Ruben Rada en el Teatro Opera con su espectáculo “A la vuelta de Japón”. Foto Rolando Andrade Stracuzzi
Tanto fue la fuerza del comienzo que el propio Rada se preguntó “¿Podremos seguir subiendo o de acá no pasa?”. Pudieron. Dos temas de sus tiempos del histórico grupo Totem, Días de esos, un funky latino con un hermoso sólo de Noé Núñez, y Don Pascual, una canción a medio tiempo de una cuidada morosidad.
El público de pie
A esta altura del concierto, el ánimo del público iba en un crescendo que alcanzó una cima con Candombe para Gardel, una composición de una sensibilidad especial y ese estribillo “tribunero” que coreó el recinto de pie: “Los muchachos de la barra callejera/ Que sentimos el candombe bien de bien/ Nos sentamos a cantar en la vereda/ Con tambores algún tango de Gardel/ Y una muchacha que pasaba/ relojeando el tamboril/ suavemente me decía/ Qué calor hace en abril”.
El escenario queda en penumbras para la excelente cuerda de candombe, dirigida por el Lobo Núñez, verdadero gurú del toque y luthier de tambores de enorme prestigio. El trío tiene un juego rítmico impecable, hay variedad, matices de sonido que terminan por hacer hablar a los tambores.
Rubén Rada junto a las voces de Lucila y Julieta Rada. Foto Rolando Andrade Stracuzzi
Rada vuelve y le pone leña al fuego con Si no te pido nada, un candombe que comienza suavemente y que la audiencia acompaña desde sus butacas hasta que se impone esa necesidad de bailar que genera tanto tambor, tanta percusión y tanto empuje de una banda tan sólida como el propio Rada. El final es con un up-time que deja extenuada a la platea.
Y ahora prueba con una de las canciones que serán parte de su nuevo trabajo discográfico Candombe con una ayudita de mis amigos: 11 y 6, de Fito Páez, pero en tono de candombe.
A pesar de ser un tema tan identificado con su compositor, el cantante logra de alguna manera apropiarse y sorprender con un arreglo en el fade out final que rebota con la repetición del estribillo.
Lucila y Julieta Rada. Foto Rolando Andrade Stracuzzi
Una invitada especial
Julia Zenko fue la invitada en el Opera, una elección acertada por la química que tiene Rada con la cantante; dos temas, Adiós a la rama y Quién va a cantar. El juego de voces de ambos, a los que permanentemente se suman Julieta y Lucila, le dan a estas canciones un tratamiento exquisito.
Además de un gran cantante y percusionista, Rubén Rada es un showman; con su carisma y esa gracia que lo acompaña logra que la audiencia mueva las manos de una manera o de otra, después que cante con él o baile. Cada tanto y sin motivo aparente pide a la audiencia que haga “ese grito de locura” y el público pega el grito. En fin, el artista y su público.
Más hits y variedad de géneros
Vendrá un tándem poderoso con Malísimo y su estridente introducción y Blumana (“Tocá Che Negro Rada”), donde Matías Rada hizo un solo elocuente, ajustado, intenso por la repetición y un pelín efectista.
Matías Rada. Foto Rolando Andrade Stracuzzi
La música de Rada transita libremente por distintos géneros, pero inteligentemente la fuerza rítmica de la cuerda de tambores atrae la propuesta hacia el candombe. Casi podríamos señalar que más allá de las canciones, el candombe suena presente todo el tiempo en el escenario.
Otro funky con Don´t Stop Candombe, bailable, juguetón y luego Rock de la Calle, una composición de fines de los años ’70, en tiempos de La Banda. Aquí Rada cuenta como León Gieco le dio una mano importante al dejarle en un festival un público caliente para que estrene el tema en vivo.
En efecto, el tema es un rock and roll pero a la manera uruguaya y con ese sonido que a esta altura es un sello en sus composiciones.
Rada cuenta ahora la historia del exitoso disco que le produjo Cachorro López: “Le mandé los temas y me dijo, ‘ahora desaparece porque si estás presente la complicás’ (cara de asombro) y al tiempo me encontré con el disco terminado”. Y sale a la cancha Cha Cha Muchacha y la gente baila y disfruta.
Hay un ida y vuelta para que el concierto siga, aunque Rada lo cierra con el hermoso Muriendo de plena y vuelve para un largo bis con No me queda más tiempo, en la que músicos y público cantan “Porque para tu amor/ No me queda más tiempo/ Se lo llevó el viento/ Junto con mi aliento”, un tema que incluso dio espacio para lucimiento de las cantantes del coro y para cada uno de los músicos.
Un artista generoso, agradecido y de un talento que el tiempo sólo ha hecho brillar. Un músico que transita una madurez dorada y que disfruta de una audiencia que le corresponde con una absoluta adhesión.
MFB