Por muy espinosa que sea, la cuestión del aborto está siendo discusión importante estas últimas semanas, al juntarse la reforma de la ley en nuestro país con la reciente amenaza del derecho al mismo en Estados Unidos tras una decisión del Tribunal Supremo. Y sé que llamarlo así ya va a incendiar los comentarios, pero no me preocupa. Las mujeres deberían tener ese derecho y que hubiera ciertas garantías para poder realizarlo con seguridad.

Suelo ser cínico sobre las posibilidades de hacer cambios notables en el mundo, aunque pueda darse puntualmente. Sí que creo en sus posibilidades para acercar perspectivas y poder reflejar problemas particulares con los que se pueda empatizar de manera global. Relacionado con este tema, pocas películas son tan exitosas en esto último como la reciente ‘El acontecimiento‘ o ‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre‘, un exquisito drama indie que podemos encontrar en Amazon Prime Video.

Juntas en la adversidad

La película nos traslada a la zona rural y empobrecida de Pensilvania, donde seguimos la perspectiva de la joven adolescente Autumn (Sidney Flanigan). De carácter reservado y hasta seco en apariencia, observamos desde su trabajo como cajera en un supermercado hasta su participación en un concurso de talentos local, donde canta acompañada de su guitarra. Lo que en otra película sería el tercer acto triunfal en su caso es un primer acto que revela todo lo que tiene que soportar que justifica sus reservas y rechazo de contacto con otros.

Tener que trabajar para apoyar una familia disfuncional, donde su compasiva madre (Sharon Van Etten) traga con una pareja bastante deplorable en casi todos los aspectos, y aguantar las burlas por querer expresarse artísticamente en un concurso de instituto han forjado ese carácter que luego se vuelve clave para afrontar el detonador de la película: su embarazo no deseado. Su búsqueda por intentar interrumpirlo va a convertirse en la odisea más deprimente que uno puede ver en pantalla.

Tratando de mantenerlo en secreto, ante lo poco confiable que resulta su entorno, intenta realizar el procedimiento en su mismo Estado, pero la legislación juega totalmente en su contra. Finalmente iniciará un trayecto hacia Nueva York con la única ayuda de su prima (Talia Ryder), ambas con pocos recursos y sin lugar donde alojarse, encontrándose no sólo con obstáculos burocráticos sino también con el aprovechamiento por parte de una serie de hombres queriendo sacar ventaja de su situación vulnerable.

‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre’: sostenerse entre la mierda

La directora y guionista Eliza Hittman explora todas esas situaciones terribles y/o incómodas con mimo y con total naturalismo, tratando de encontrar cierta luminosidad entre toda la mierda a través de la relación entre primas. Incluso con su complejidad y sus altibajos, la conexión entre ambas resulta el único sostén en un viaje muy frustrante en ocasiones.

Una escena clave muestra cómo tenerse la una a la otra es la única manera de poder soportar todos los tragos amargos que la vida les lanza por su condición de mujeres. La película resulta muy precisa a la hora de mostrar la erosión del sistema de salud americano, y también las complicaciones e incomodidades del proceso que evidencian que no es nada fácil meterse en él.

La incómoda secuencia de la que saca el título es un ejemplo de la dureza del momento, de cómo te puede llevar a abandonar sólo por pura frustración, y está contado de manera exquisita sin recurrir a grandes efectos, sólo fijando la cámara en su protagonista durante largo rato, sin cortes. Muestras de una soberbia película y una narradora de ideas claras, por lo que es una recomendación casi obligada, ya que es una de las mejores películas de los últimos años.