Ahora con ‘Top Gun: Maverick‘ hemos visto consagrarse a Joseph Kosinski como gran nombre del cine comercial americano, consiguiendo además la difícil tarea de disfrazar de blockbuster espectacular un drama contemplativo y clásico, con más personalidad de lo que cabría asumir. Le ha costado, tras varios intentos poco apreciados como fueron los casos de las imperfectas pero interesantes ‘Tron: Legacy‘ y ‘Oblivion‘.

Aquellas películas, aun siendo sus dos primeros proyectos, mostraban a alguien con un sentido visual especial -probablemente debido a su pasado como arquitecto-, dando forma a mundos apabullantes. Su narración aun estaba por pulir, mostrando querencia por personajes de dramas muy clásicos y complejos, y contarlos desde cierta parsimonia impropia en tiempos de blockbuster acelerado.

Su maduración previa a ‘Top Gun: Maverick’ llego, eso sí, en lo contrario a un blockbuster, aunque podría haberlo sido hace años: ‘Héroes en el infierno‘, disponible ahora mismo en Netflix

En la línea de fuego

La película se inspira en la historia real del cuerpo de bomberos de Prescott, Arizona, que se hizo llamar a sí mismo Granite Mountain. Se nos lleva a 2007, donde se nos presenta a los principales personajes, interpretados por Josh Brolin y Miles Teller. Uno es un determinado servidor público que quiere la oficialidad para su cuerpo de bomberos. El otro es un joven adicto que se entera de que va a ser padre y necesita de recursos económicos además de algo que enderece su vida.

La adicción será uno de los temas clave en el subtexto de la película, donde Kosinski deja detalles sobre el impacto sufrido por las comunidades rurales de Estados Unidos ante la crisis de opioides. No obstante, la idea principal reside, como cabe esperar, en el relato de camaradería de estos entregados combatientes del fuego, intentando proteger a una comunidad habitualmente castigada por los incendios forestales. Un trabajo fatigoso, muy castigado y hasta ingrato.

El cineasta nos cuenta todo esto desde un clasicismo sorprendente. La película podría parecer un drama adulto «basado en hechos reales» más de la década de los dosmiles, pero su tono casi responde al de una película de hace 50 o 60 años. Ese anacronismo vuelve interesante una película que nunca se impone demasiado sobre su historia, sino que la observa desde el respeto y la curiosidad en lugar de la reverencia extrema que se puede apreciar como nacionalismo rancio.

‘Héroes en el infierno’: el trabajo que hay que hacer

La película es patriota, pero no burda. De hecho, su buen hacer para desplegar el drama adulto permite que florezcan matices complejos, especialmente en la relación entre los personajes de Brolin y Teller, así como el de Jennifer Connelly que incluso en pequeños gestos está revelando ideas. Es la clase de película que podríamos haber visto firmada hace tiempo por un Alan J. Pakula o un Don Siegel -alguien cuya fama sea «hago buenas películas y punto»- y tendría de protagonistas a un Paul Newman o un Dustin Hoffman.

También es la clase de película que podría haber resultado demasiado frenética en manos de Michael Bay, o muy cargante en las de un Peter Berg -especialmente porque habría intentado colar a Mark Wahlberg, que de algún modo vuelve aún más burdo sus proyectos con él- de haber rondado hace quince años. Por suerte, salimos ganando. Kosinski hace una película formidable que no necesita darse golpes en el pecho. Él sólo vino a hacer trabajo y cumplió, porque a veces es todo lo que se necesita.