He de reconocer que nunca me interesó particularmente el fenómeno literario y, posteriormente, cinematográfico que se organizó en torno a ‘El código Da Vinci’ a principios de siglo. La novela de Dan Brown se me atragantó ligeramente, y en lo que respecta a la trilogía de películas, no pude ni tuve voluntad para pasar de la original, dirigida por un poco inspirado Ron Howard y estrenada en el año 2006.

De enigmas y chorradas

Quien tampoco parece tener demasiado buen recuerdo de su participación en la saga de adaptaciones es Tom Hanks, que dio vida al protagonista Robert Langdon en el título original y en sus secuelas ‘Ángeles y demonios’ e ‘Inferno’ —también capitaneadas por Howard—. Tres trabajos que el actor, a punto de estrenar ‘Elvis’, no duda en calificar de «chorradas».

«Dios, aquello fue un proyecto comercial. Sí, esas secuelas de Robert Langdon son unas chorradas. ‘El código Da Vinci’ fue una chorrada. Quiero decir, Dios bendiga a Dan Brown. ‘¡Hay una escultura en algún lugar de París! No, está por allí. ¿Ves una cruz en el mapa? Bueno, es una especie de cruz…’ Esas encantadoras búsquedas del tesoro son tan rigurosas históricamente como las películas de James Bond para el espionaje… Lo único que estábamos haciendo era prometer entretenimiento».

Pero más allá de rigores históricos y disparates argumentales, las aventuras de Langdon para la gran pantalla siempre se concibieron como entretenimientos diseñados para hacer la mayor caja posible. Desgraciadamente, el éxito comercial sólo llegó de la mano de ‘El código Da Vinci’ y ‘Ángeles y demonios’, que recaudaron respectivamente 760 y 485 millones de dólares.

asda

La muestra de que la franquicia no tenía demasiado atractivo en términos comerciales más allá del fenómeno puntual llegó con ‘Inferno’. Pese a superar los 220 millones de dólares en todo el mundo, el filme, presupuestado en 75 millones, sólo amasó 14 en su estreno norteamericano, y terminó siendo considerado como una decepción para el estudio.

Así lo comentó Hanks, quien no dudó de ver el lado bueno de haber participado en estos proyectos.

«No hay nada malo en el cine comercial, siempre que sea bueno. Cuando hicimos la tercera, demostramos que no era un buen negocio. Deja que te diga algo más sobre ‘El código Da Vinci’. Era mi cuarenta y algo cumpleaños, estábamos rodando en el Louvre de noche. ¡Me cambié los pantalones delante de la Mona Lisa! ¡Me trajeron una tarta de cumpleaños al Grand Salon! ¿Quién puede tener esa experiencia?»

Vía | The New York Times