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Andy García sigue creyendo en la promesa estadounidense de prosperidad para todos. “Si vienes aquí y trabajas duro, hay un futuro para ti”, dijo. “Siempre habrá obstáculos, pero la oportunidad está ahí”.

En más de un sentido, el cubano García, de 66 años, entiende la visión del mundo de Billy Herrera, el patriarca que interpreta en la nueva versión centrada en los latinos de El padre de la novia, que se emite en HBO Max.

La conmovedora reinterpretación pone de relieve la difícil situación generacional a la que se enfrentan los inmigrantes y sus hijos nacidos en Estados Unidos cuando intentan comunicarse entre sí.


El director Gary Alazraki junto al elenco: Gloria Estefan, Andy Garcia, Diego Boneta, Adria Arjona, Chloe Fineman y Casey Thomas Brown en el Los Angeles Latino International Film Festival (LALIFF), el 5 de junio de este año. Foto: AFP

La comedia, del director Gaz Alazraki y el guionista Matt López, también consigue evitar la representación de los latinos como un monolito.

El padre de la novia


Andy Garcia y Al Pacino en El padrino III. Foto: AP

En su último papel protagonista, el veterano actor, más conocido por sus papeles en Los intocables, El Padrino – Parte III y Ocean’s Eleven, interpreta a un orgulloso arquitecto cubano hecho a sí mismo cuya hija mayor está a punto de casarse con su novio mexicano.

Al mismo tiempo, la esposa de Herrera, Ingrid, interpretada por la cantante Gloria Estefan (amiga de García desde hace mucho tiempo y también exiliada cubana), anuncia que quiere el divorcio, lo que lleva a Billy a revisar sus inflexibles creencias sobre la masculinidad, la ética del trabajo y el matrimonio.

En una tarde soleada reciente, en un club de golf en el barrio de Toluca Lake, en Los Ángeles, García lucía un apropiado aspecto casual chic con una camisa azul claro con botones y pantalones beige.

Ocasionalmente mejorando sus anécdotas con palabras en español, habló sobre los pensamientos de su padre sobre su profesión, abriendo camino antes de que la inclusión fuera una prioridad de Hollywood, y permaneciendo en el “menú” de la industria del entretenimiento. 


Andy García y Adria Arjona, en la nueva versión de “El padre de la novia”.

-Usted alcanzó un éxito considerable mucho antes de que las conversaciones sobre la representación fueran tan destacadas como lo son hoy. ¿Cómo fue para usted el inicio de su carrera?

-Era muy difícil para alguien con un apellido hispano porque nunca se te tenía en cuenta. Había excepciones a la regla, como Raúl Juliá, y antes José Ferrer. Pero para la gente que no estaba establecida, era muy difícil ser considerado para algo que no fuera un papel hispano.

Cuando empecé en el ´78, sólo había unos cinco estudios, tres cadenas y PBS; no había cable. Te encasillaban y los papeles que escribían para los hispanos eran predominantemente de pandilleros y criadas. Pero no me consideraban para los papeles de pandillero porque no era físicamente adecuado: en su mente, los pandilleros eran sólo, en el caso de Los Ángeles, chicanos.

-¿Cuándo sintió que empezaba a abrirse paso a pesar de los obstáculos?

-Tuve la suerte de empezar a conseguir algún trabajo porque era miembro de un grupo de teatro de improvisación. Los directores de casting me veían ahí y conseguía alguna cosita aquí y allá. Pero me costó mucho ponerlo en marcha. Tardé mucho tiempo, desde el ´78 hasta el ´85, en conseguir un papel que formara parte de la historia.


Andy García en 2001. Foto: AFP

Cuando conseguí Los intocables (1987), ya no tuve que trabajar como camarero. Antes de eso también hacía grupos de extras y sonidos en las películas. Ese fue mi primer trabajo después de camarero. Por aquel entonces mantenía a mi única hija en Pampers.

El apoyo de su madre

-¿Sus padres lo animaban o se preocupaban por sus elecciones?

-A mi padre le preocupaba mucho que dejara el negocio familiar [de fragancias], en el que había trabajado toda mi vida y que crecía rápidamente. Como abogado de profesión y agricultor que trabajó duro toda su vida para dar oportunidades a sus hijos y los formó para que se hicieran cargo del negocio, le resultaba muy difícil ver que me iba en otra dirección.


Andy García en un evento de la fundación Oscar de la Hoya, en el 2000. Foto: AFP

No es que no me apoyara, pero sé que le preocupaba porque no entendía lo que era esa industria. No fue así con mis hijos. Tengo dos hijas que son actrices. Han crecido en esta industria. Entienden las trampas.

Mi padre no tenía ningún concepto del negocio del entretenimiento ni de la actuación. Para él, un actor era Humphrey Bogart o Clark Gable. Estoy seguro de que en su mente decía: “Quiero a mi hijo, pero no es Humphrey Bogart”. [Risas] Mi madre, en cambio, decía: “Ve y vuela. Si te rompes un ala, vuelve para curarte y luego decide”. Era más temeraria.

La nueva película

-Hay una escena en “El padre de la novia” en la que su personaje y el de Gloria hablan de la dificultad de transmitir su lengua materna, el español, a sus hijos nacidos en Estados Unidos. ¿Ese diálogo le ha afectado personalmente?

-Sí. De pequeños hablábamos español en casa, pero también crecimos en Miami, donde todo el mundo hablaba español. A mis hijos les ha costado más, porque por mucho español que habláramos, siempre se decantan por el inglés debido al entorno. Se americanizan más. Pueden entenderlo y hablarlo, pero no lo dominan tanto. Si no están encima todos los días y lo practican, el idioma se resiente.


Andy García junto a George Clooney y Matt Damon en el estreno de Oceans 11Foto: AFP

Nosotros, como padres, tenemos culpa por no inculcarlo tanto como deberíamos, porque caemos en el patrón de hablar inglés. Probablemente podríamos estar haciendo esta entrevista en español, pero estamos hablando en inglés.

-¿Se ha convertido en el padre de la novia en su propia familia?

-Dos de mis hijas se van a casar. [Hubo una boda el 11 de junio, luego la película, y tengo otra boda el 9 de julio. Soy el padre de la novia tres veces en un período de 30 días. Cuando vimos la película juntos, mi hija menor me dijo: “Papá, no te pareces en nada al tipo de la película”. Y yo dije: “¿En serio?” Esa fue su impresión.

-¿Está de acuerdo con ella o Billy y su mentalidad le recuerdan a usted mismo?

-Es una amalgama de todos los que he conocido, incluido yo mismo, y de las tradiciones de la gente que viene de un entorno conservador. Hay una psiquis que ocurre con las poblaciones inmigrantes -en nuestro caso somos exiliados políticos- que llegan a este país con una comprensión básica de que es un lugar, con todos sus defectos, donde eres libre de expresarte y perseguir tus sueños.

Nosotros huimos, con mis padres, como muchos cubanos hasta el día de hoy, en busca de libertad y oportunidades para sus familias. Y cuando llegas acá, hay una cierta responsabilidad que tienes de honrar esa libertad y tener una fuerte ética de trabajo y mejorar a ti mismo y a tu familia. Eso es algo que prevalece en todas las historias de los inmigrantes.

-Es una carga muy pesada.

-Mi hermano René y yo siempre bromeamos con que, como venimos de esta situación en la que todo le fue arrebatado a nuestra familia en Cuba, hay una parte de nosotros que siempre dice: “Tenemos que trabajar duro y ahorrar porque un día van a venir y nos van a quitar todo de nuevo”. Todos tenemos estos puntos de activación subconscientes que se convierten en patrones de comportamiento. Están arraigados en ti desde la infancia en función de tu trayectoria.

Volver a Cuba


Andy Ggarcia al recibir el Anthony Quinn Award for Excellence en 2006. Foto: AP

-¿Anhela volver a Cuba?

-Todos los días.

-¿Se planteó alguna vez visitarla después de que la administración Obama suavizara las restricciones de viaje a la isla para los ciudadanos estadounidenses en 2015?

-No. Es como preguntarle a un judío si volvería a la Alemania nazi. Cada uno tiene su razón personal para ir, y yo no juzgo. Pero yo he sido crítico con ese régimen; si fuera, lo utilizarían para decir: “Ves, él cree que estamos haciendo lo correcto. Está aquí de vacaciones”. No nos dejan entrar para hacer un concierto y decir lo que pienso. Pero volví a la base naval de Guantánamo con Gloria y Emilio Estefan. Hicimos un concierto para los balseros en 1995. En aquel momento, había unos 16.000 balseros en un campamento provisorio.

Una vez, el área de intereses de Estados Unidos en La Habana nos invitó -en aquel momento no había embajada ahí- a proyectar mi película La ciudad perdida [su película de 2006 ambientada en Cuba]. Les dije: “¿Pueden garantizar mi seguridad?”. Me dijeron: “No podemos”. Y yo dije: “Gracias por la invitación”. Pero conozco a mucha gente que ha ido a Cuba y que es pública. Los cubanos que han ido están vigilados. Tienen gente del gobierno siguiéndolos.

Un actor prolífico

-Usted es un actor prolífico, que interpreta papeles principales, como en “El padre de la novia”, así como numerosos papeles secundarios. ¿Cuál es su filosofía sobre la longevidad?

-Una vez tuve una conversación con Tom Hanks en un evento. Estábamos hablando del negocio y le dije: “Tom, sólo quiero seguir en el menú”. Cuando abran el menú, déjenme ser una de las opciones: un aperitivo o un plato principal.

Si puedes permanecer en el menú, entonces puedes mantener a tu familia y explorar tu forma de arte. Si estás fuera del menú, es difícil que te ordenen. Si tienes suerte, puedes ser el sabor del mes por un momento, pero luego tienes que mantenerte en el menú. Estar ahí a largo plazo, para un grupo de trabajo.

Carlos Aguilar / The New York Times

MFB

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