Lo que propone este premiado filme de Tatiana Mazú González es una singular alegoría plástica-testimonial sobre las mujeres que luchan por ser reconocidas en las sociedades patriarcales, como, según se indica, sucede en los Yacimientos de Río Turbio en el sur argentino. Por esta producción, la realizadora, que partió de una dramática experiencia personal vivida cuando era niña en esa zona de la Argentina (en la que aún vive su familia), recibió el premio Geórges de Beauregard, en el Fid Marseille y el documental también fue exhibido en la sección Estados Alterados, del Festival de Mar del Plata.

Mazú González, además de cineasta y guionista, es fotógrafa y artista plástica y pertenece al colectivo Silbambo Bembas, de los que se conoció la muy lograda La sesenta. Crónicas de una lucha obrera. De corte experimental, con una intensa impronta política, esta propuesta fílmica quizás por instantes confunde un poco al espectador al sólo proponer la voz en off de distintas mujeres (sin ninguna presencia física, o entrevista a cámara), o incluir especies de podcast, o mensajes de whatsapp filmados. A la vez sólo escasas imágenes del lugar pueblan la pantalla, junto a gráficos de mapas de las minas de los yacimientos de carbón, o se pueden ver figuras que se mueven prácticamente en la oscuridad. Una imagen a lo lejos y aérea del lugar da cuenta de ese caserío que surgió en los años 40. En ese pueblo minero, al comienzo la mujer sólo estaba representada por las prostitutas. Más tarde fueron las esposas de los mineros y sus hijos los que poblaron el lugar. Pero una problemática aún pesa fuerte: las mujeres no pueden ingresar a la mina, según lo que se indica en la película. Y sobre esto circula una leyenda de una Viuda Negra, que provoca derrumbes. Sólo una secuencia de años atrás, cuando se eligió a la Reina del Carbón, da cuenta de una reunión multitudinaria. El resto es una constante que sugiere al espectador circunstancias en las que la mujer, aún hoy acompañando incluso a sus maridos, luchan por conseguir su lugar, su reconocimiento. “Ellos no hablan, casi no dicen lo que les pasa, ni lo que ocurre ahí dentro de las minas”, se escucha decir a una madre de varios hijos, que explica que quiso trabajar en las minas, pero no se le permitió, sólo se le procuró un lugar como secretaria. Más tarde se convirtió en delegada: “No sólo estamos para cocinar” sintetiza. Mensajes de texto que aparecen en pantalla, dan cuenta de que en una radio local se realiza un programa dedicado a la mujer y a cuestiones de género. 

A propósito de este film, se recuerda el drama de los mineros chilenos, que quedaron atrapados en una mina en Chile, en 2010 y cuyas circunstancias fueron trasladas al cine en la película Los 33, que dirigió la realizadora Patricia Riggen, en 2015. Lo valioso del film de Mazú González es su originalidad narrativa, su elección de un variado entramado de texturas, gráficos e imágenes, que denuncian un contexto en el que la mujer aún lucha por sus derechos. 

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