​​La versatilidad de María de Medeiros es asombrosa: actriz de primer nivel que trabajó en cine con directores de la talla de István Szabó, Manoel de Oliveira y Quentin Tarantino (en la celebrada segunda película del director norteamericano, Tiempos violentos), también se ha dedicado al teatro, a la canción y este año está presentando su segundo largometraje como directora, Aos Nossos Filhos, proyectado en la edición 60 del Festival de Gijón que concluyó este fin de semana. El festival asturiano, que otra vez tuvo una selección de cine exquisita, la invitó para que recibiera en persona un premio por su trayectoria, que ya lleva cuarenta años.

“Hacer Aos Nossos Filhos me permitió descubrir realidades que desconocía: la homoparentalidad, las nuevas formas familiares, lo que representa tener hijos para las parejas gays, las luchas a nivel administrativo, social y familiar que implica una decisión de ese tipo… La película está basada en una obra de teatro de Laura Castro que tiene como columna vertebral un largo diálogo entre una madre y una hija, un diálogo entre dos generaciones distintas”, explica la artista portuguesa.

 “Los personajes de la película no obedecen a estereotipos -agrega de Medeiros-. La madre es una mujer de espíritu muy abierto, lo opuesto a una madre conservadora, religiosa. Es alguien que ha resistido a la dictadura militar en Brasil, que fue presa, torturada, exiliada… Es una intelectual que después de vivir toda esa experiencia tan fuerte sigue comprometida con los temas sociales: se ocupa de niños seropositivos en las favelas. Pero que también se resiste a que su hija tenga un bebé que está en el vientre de otra mujer. Y la hija, que una persona de esta época, atenta a los cambios que se produjeron en términos de diversidad de género, tiene aspectos mucho más conservadores, está más adaptada al sistema capitalista y no quiere saber mucho del pasado de la madre”.

A pesar del apoyo de la poderosa cadena O Globo, el recorrido de Aos Nossos Filhos no estuvo exento de dificultades: “La distribución de la película quedó atrapada entre la pandemia y Bolsonaro -sintetiza la directora y guionista del film-. Hubo un desmantelamiento de los apoyos para la cultura en Brasil, y muchas películas quedaron bloqueadas por razones teóricamente administrativas, entre ellas la mía. Entonces estrenamos primero en Francia, luego sí pudimos lanzarla en Brasil y ahora la idea es exhibirla en España y en algunos países de América Latina”. No son los únicos planes de María de Medeiros: también aparecen en su agenda la escritura del guión para una nueva película relacionada con el destino de una mujer que no es cubana pero vive de cerca la experiencia de la revolución encabezada por Fidel Castro a fines de la década del 50 del siglo pasado, su rol en una versión teatral de Los padres terribles de Jean Cocteau que se podrá ver en París -la ciudad en la que vive actualmente- a partir de febrero del año que viene y un musical centrado en la canción napolitana que viene planificando desde hace un tiempo. Lo que siempre está presente y muy vivo en el espíritu de esta artista polifacética es su compromiso, plasmado en un discurso claro y contundente: “Todo lo que decimos y hacemos tiene un sentido político -afirma-. De eso también se trata Aos Nossos Filhos. Lo privado es político. Y hoy más que nunca es muy importante no perder la capacidad de interpretación. Pensadores como Freud, Jung y Lacan nos dieron muchas llaves para que hagamos distintas lecturas de lo que nos pasa. Los discursos delirantes que plantean esa realidad paralela que agitan gente extravagante como Jair Bolsonaro o Donald Trump trabajan sobre la incapacidad para interpretar. Debemos estar muy atentos y no caer en esas trampas”.

Los recuerdos de Fabienne

Uno de los papeles más famosos de María de Medeiros fue sin dudas el de Fabienne, la novia del asediado boxeador Butch Coolidge que encarnó Bruce Willis en Tiempos violentos. La actriz conoció a Tarantino en un pequeño festival de cine de autor donde presentaba su ópera prima, Perros de la calle, y muy pronto se generó entre ellos una empatía basada en la cinefilia de ambos. “Bueno, él es un cinéfilo más obsesivo que yo -aclara de Medeiros-. Sabe todo, es una auténtica esponja que absorbe muchísima información y tiene también una gran cultura literaria. Me parece un artista extremadamente talentoso, y la experiencia de filmar esa película fue realmente muy grata para mí. Los actores adoran trabajar con Tarantino porque él también es el espectáculo. Yo trabajé sobre todo con Bruce Willis, que  fue un gran compañero, muy respetuoso, muy generoso. Cuando empezamos no teníamos ni idea de lo que iba a pasar, era una película de bajo presupuesto (costó ocho millones de dólares, una cifra modesta para los cánones de la industria americana) y nadie estaba en condiciones de anticipar el suceso que tuvo”. Muchas cosas cambiaron, pero lo que sigue igual es la convicción para desarrollar su trabajo: “En aquella época pensaba lo mismo que pienso hoy respecto de algunas cosas. Hay mucho discurso que nos motiva a concentrarnos en nosotros mismos, pero yo creo que mi profesión implica justamente lo contrario: debo mirar a los otros, mirar al mundo, prestarle atención a todo lo que me rodea. Eso es lo que te convierte en artista, al menos como lo entiendo yo”.

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