«Para mi la idea de contar una historia era fascinante” dice Warwick Davis, que pasó de ser parte del panteón geek adorado (fue Wicket, el ewok, en Star Wars: El regreso del jedi, por ejemplo) a ser un hombre cuyo enanismo le permitió moverse en la fantasía y en la comedia con devoción y siempre creando hitos (ahí está su paseo con las tropas de Ricky Gervais, por Extras y por su propio falso documental salpicado de Hollywood: Life’s Too Short -”La vida es muy corta”, un propio juego con su altura que tanto la ha definido-).
Nada quita que pocos sepan su nombre, seguro, pero pocos no lo han visto actuar: de Star Wars a Hary Potter (varios personajes), y ahora con el regreso por Disney+ de Willow, una secuela del film creado por George Lucas, papá de La Guerra de las Galaxias, Lawrence Kasdan, mente maestra de grandes películas de la saga galácticas y bastión de otros milagros con potencia de los años 80 y 90 (y aún cruzando esa línea), desarrollada por Jon Kasdan, el linaje familiar siempre conectado a los mundos de Lucas, de Steven Spielberg y así la gran familia cuentacuentos de los años 70 y 80.
«Es difícil ser fan de toda la cultura pop y no entender que hay de gracioso ahí»
Agrega Davis: “Contar una historia es algo que solo nosotros los humanos hacemos, y que desde que que somos niños existe en nosotros. Incluso si creces en un hogar sin historia, empiezas a contarlas. ¿Has visto alguna vez eso? Es impresionante, es como si fuera algo instintivo, primario. En mi caso siempre fue algo fascinante, y no era fácil: no te veías ahí, no te leías ahí, y mi humildad y mi miedo me hacían aferrarme todavía más. Las historias, el contarlas, hoy es diferente: por ejemplo, yo prefiero recordar ahora a mis hijos, como les leía, como les leo historia. Me vuelvo loco, les cuento, hablo, hago voces, acciones. Y en lugar de dormirlos los dejó despiertos. Es eso lo que me impresiona: ¿por qué todos queremos escuchar una historia? Supongo claro es una evolución o un efecto, o defecto, de mi vida como actor. Pero lo que hago con mis hijos, siento lo hago con las audiencias. Y no escondo nada si digo que la ciencia ficción y la fantasía son mis géneros favoritos”.
Y aclara casi emocionado: “Tienes que entender, más allá de lo que yo pueda decir, que otros han dicho mejor, a la hora de como pueden explorar el mundo, nuestros presente, nuestros rincones emocionales como sociedad, o nuestra violencia como comunidad, en mi caso me dio un hogar cuando era difícil sentir que tenía uno laboralmente. Todo necesitamos escapar, seguro, todo necesitamos una historia sobre la cual volar, sentir que hay un poco más (pero que ese poco más se disfruta cuando tu vives más, no cuando te aislas del mundo), pero todos necesitamos pertenecer. Y hoy esa pertenencia que generan los cómics, estas sagas y muchas otras cosas antes de culto, definen un puente que dice mucho en un mundo demasiado, como siempre, violento. Es lindo salir de lo que nos encierra. No creo que la gente usé tanto la imaginación hoy. Eso sí, antes no se gastaba tanto dinero en las historias que nos gustaban a nosotros”.
—¿Cómo se siente el volver a esta historia particular, a este universo creado entre padres e hijos, los Kasdan, y que es muy querido por aquellos que creyeron en los 80, y que creíamos no volveríamos a ver algo así?
—Es que sí: hace 10 años era imposible pensar en el regreso de Willow. Incluso cuando ya aparecía esta era de sagas, de franquicias. Era algo pequeño, muy querido, grande pero pequeño, si me permite la expresión. De esas cosas, a la que yo estoy acostumbrado, que un grupo de fans cuida. Y ese “grupo de fans” es a nivel global, eh. Ahora todos hablan de ComicCon, y es común ver cosas geek dando vueltas, pero no era así. Tú lo recuerdas, yo también. Éramos pocos, y, otra vez, no éramos pocos. En todos lado, amaban la película. Algunos, insisto. Me veían: ¿cuándo vamos a ver una secuela? Y así sucede con esto: la gente correcta, y el momento correcto, prestarón atención, pararon las orejas y así las cosas se dan en este momento. No tanto por una edad dorada de los contenidos, sino porque siempre, alguien, siempre habló de Willow esperando que vuelva.
—¿Hay algo que creas saber de Willow, tu personaje, que crees que nadie sabe?
—Creo que en esta temporada es fácil darse cuenta que era un poco un farsante, un fraude. Vive de aquel éxito, pero fue un poco de casualidad. No sabe demasiado pero ha logrado mucho, y esconde algo. Yo quiero mucho a Willow, porque es uno de esos personajes, que he tenido varios, que la gente ama. Te da mucho candor en el corazón que te recuerden por algo que haces pensando que simplemente será un trabajo más (le tengas fe o no, nadie espera que más de 30 años después te recuerdan por, no sé, Willow). Yo trabajo, y amó trabajar, hacer la voz, usar el maquillaje. Lo hago porque lo disfruto. Pero cuando vez las alas que pueden crecerle a algo que es tu trabajo, es muy impresionante. Siento que hay mucho más que contar siempre, incluyendo con Willow.
—Hablaste un poco de esto, pero siendo alguien presente en sagas como Star Wars, Harry Potter y muchas más ¿cómo definís a los fans? ¿Cuándo de la mentalidad del fan nos ha llevado a este momento actual de Hollywood?
—¿Qué es el fandom? ¿Qué son los fanáticos? Quizás fans no sea la mejor palabra, quizás sean apreciadoes, como alguien aprecia el arte de un cuadro, de una escultura, otros aprecian, con sus competencias e intereses. Fan a veces tiende a lo peyorativo, y a lo desbocado. Y creo que si bien hay expresiones de pasión de ese calibre, lo hay en todas las artes. Esos apreciadores son una comunidad global. Los de Star Wars: son casi enciclopédicos. Exhaustivos. Creo que mucha gente que ama determinadas formas de arte funciona de esa forma, pero nunca antes el mundo estuvo tan diseñado para quienes amaban cosas como Star Wars. La fantasía no esquiva: nos define.
—Has sabido reírte de vos, de lo que los demás hacen cuando vos estas en una habitación de cómo Hollywood te trato por tu enanismo ¿cuál es tu vínculo con la comedia?
—Siempre supe reirme. Siempre quise hacer comedia. Es difícil ser fan de todo lo que hablamos y no entender que hay de gracioso ahí. Reírse de algo es muy saludable. Sea lo que sea. Así llegó ese momento en que Ricky Gervais, el comediante hoy mundialmente famoso, me llamó para Extras, y después hicimos juntos Life’s Too Short, un falso reality con mi vida en Hollywood. Ahí pude pulir mi comedia. Pero la comedia es muy difícil, es muy quirúrgica. Más que el drama. Si no decís la línea exactamente como debería funcionar, entonces puede que realmente no funcione. A veces el drama no tiene eso. La comedia es algo muy serio y muy salvador.
Los sueños a la hora de contar
—¿Cómo fue ese primer día en el set de la nueva serie de “Willow”?
—Fue un día particularmente emotivo, especialmente porque mi primer día en el set fue con Joanne Walley, una actriz de la película original con la que nunca había tenido una escena antes. Rarísimo, pero así fue. Las primeras horas fueron estar sentados y recordar, pensar en aquella película, en quienes están ahora, en quienes no. Toda aquella experiencia, Los fans y su presencia siempre. Nos dimos cuenta que esa mística estaba ahí.
—¿Cuáles fueron los universos lúdicos que te fascinan, como vos citas, como a los fans acérrimos de Star Wars?
—Va a sonar gracioso: Star Wars. Era un fan antes de estar en las películas. Por eso, haber podido llegar ahí, ser parte del universo de los ewoks y sus films…Yo no lo podía creer. Star Wars siempre ha ocupado preciado en mi corazón. Ayer y hoy. También siempre fui un fanático de la comedia con absudo realista. Por ejemplo, me encantaría ser parte de Curb Your Enthusiasm, el show del cocreador de Seinfeld, Larry David. Y sueño con ser una voz en una producción de Pixar.
—Más allá de Pixar, ¿tenés alguna ballena blanca? ¿Cuál es tu relato que queres contar y sentís imposible?
—La historia de mi vida. La escribí en un libro. Pero creo que hay algo interesante ahí para adaptar. En este mundo de biopics, mi vida es muy interesante: consiste en muchos momentos en que le dije que sí a lo correcto, y después nadie me decía nada, de muchos vaivenes, de muchas anécdotas muy ridículas. Me impresiona pensar cuantas veces estuve en el lugar correcto en el momento correcto. O, claro, cuán distinta podría haber sido mi vida.
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